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Raúl Rodríguez: «La música popular es una conferencia bailada»

El compositor, estudioso del ritmo y la emoción, presenta en Madrid «La raíz eléctrica», más que un álbum, una investigación
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El compositor, estudioso del ritmo y la emoción, presenta en Madrid «La raíz eléctrica», más que un álbum, una investigación.
Tirando del hilo de su primera investigación en solitario, «Razón de son» (FOL Música), Raúl Rodríguez publica «La raíz eléctrica», una nueva indagación en las conexiones profundas de la música, materia en la que va camino de merecer una cátedra. Canciones mestizas producidas con un instrumento inventado para él (el tres eléctrico) y con colaboradores como Jackson Browne y Javier Mas. Presenta el disco el 23 de noviembre en Madrid, en el café Berlín.
–Todo empieza en Haití.
–Fui con Jackson Browne y una asociación que se llama Artistas por la Paz y la Justicia. Allí hicimos una cumbre, pero no de políticos. En un lugar donde no hay nada mezclamos músicos locales y de fuera e hicimos un disco muy vivo. Allí presencié el «vudú rock», una electrificación que hacen de la música tradicional de las ceremonias de vudú y del carnaval. Y se me asemejó a lo que viví cuando tuve la suerte de crecer al lado de Pata Negra y de Veneno. Me di cuenta de que tenía que retomarlo. Con más capacidad de riesgo.
–¿Trajo de allí la «vodoulería»?
–La hice aquí recordando el impacto brutal de lo vivido. Inolvidable. Resulta que el ritmo de la bulería y el vudú es el mismo, solo que tocado durante horas. Es porque las dos tienen origen común en la zarabanda, ese baile de negros que se hacía en los siglos XV y XVI tanto en la Península como en las colonias americanas. Es un baile vinculado a las ceremonias religiosas y sociales de pueblos arrancados de su hogar, el golfo de Guinea. Y en Haití seguramente quedan más puras que en su origen.
–Pero hay más en el álbum.
–Para mí ha sido un viaje para recuperar la electricidad en las músicas de raíz. Eso se hizo con el flamenco en los 80 y hay que recuperarlo para poner de acuerdo el pasado y el futuro. A la emoción se le puede aplicar ese calambre.
–¿Por qué se abandonó la electricidad en el flamenco?
–Porque no fue rentable. «La leyenda del tiempo», por ejemplo, nunca fue un grandísimo éxito comercial, pero si aquella tendencia hubiera sido rentable, habríamos tenido una cultura más valiente en Andalucía.
–Este disco vive sobre el terreno.
–Las músicas de raíz no van de un lugar hacia otro, sino que se extienden siguiendo el concepto de rizoma, como una retícula, una red. Es como una patata, que no echa solo una raíz sino todas las que puede. Pero hay que escarbar para encontrarla y por eso la cultura sonora no es nacional ni genética ni racial, es un mapa amplio. Para mí no hay tanta distancia entre géneros sino en la sinceridad con la que uno acude a esa música subterránea que nos compete a todos.
–¿Es universal?
–Hay tres leyes: el ritmo, la emoción y la afinación. Si dejas que te gobiernen, en mi experiencia, puedes tocar e interactuar con cualquiera. Nada está terminado, se encuentra en permanente negociación. Me gusta pensar en la antropomúsica, es decir, que la razón y el son están unidos.
–¿Ha investigado eso?
–Estoy ahondando en la asimilación de la música negra en la andaluza. En el tráfico de la esclavitud, del siglo XV a finales del XIX, Cádiz, Sevilla y Lisboa fueron puertos de la trata esclavista durante 500 años. Por eso es indiscutible que el flamenco tiene componentes de danza, ética, forma y pasión procedentes de África. Conectar el flamenco con el jazz, el blues o el son del caribe no es un proyecto de fusión, ni siquiera es una propuesta de futuro, es retomar lo que sucedió para inventar lo que vendrá. Por eso, la música popular es como una conferencia bailada.
–¿Hasta dónde puede retroceder en esa búsqueda?
–El problema es que hay que hacer cierto folclore imaginario para saber qué sonaba en Andalucía cuando la presencia negra podía superar el 20 por ciento. Pero así se comprende que Pata Negra o Veneno están en la tradición. Es afroflamenca y eléctrica.
–Y a pesar de todo sigue habiendo purismo en la música.
–Eso es muy reciente, porque todas las teorías de pureza y la renacionalización de los cantes surge a finales del XIX. Y con el romanticismo se establece eso, desde el momento en que las colonias se independizan, se marca lo que es cubano o argentino. Pero a nivel artístico es una bobada y es dañino, porque te hace perder el tiempo. Si buscas en la raíz descubres lo que tienes en común.
–¿Es el mejor mensaje?
–Todos fuimos uno. Separarse es muy moderno.
–¿Ha reflexionado sobre su identidad?
–Yo me considero ciudadano de la frontera, a nivel humano o artístico, y no sé de donde vengo. Solo sé que el futuro no está escrito.
–¿Y esa frontera qué divide?
–Trato de tenerle respeto a todos los puntos y utilizo instrumentos nuevos como un pasaporte para ir por todos los géneros, porque son instrumentos que no existen y así no te pueden prohibir la entrada.
–Se fabricó un tres flamenco y ahora uno eléctrico.
–Tiene las medidas del tres pero cuerpo de guitarra eléctrica. Es único en el mundo.
–¿Sirve de pasaporte musical?
–Siempre que respetes el ritmo, la afinación y la emoción. Esas son las únicas reglas de la música.
–No hemos hablado de la herencia árabe.
–En el disco hay una canción, «La cuerda al aire», que habla sobre «Zyriab», el mirlo negro, que fue un personaje fascinante que llegó a Córdoba desde Persia en el siglo IX y que añadió la quinta cuerda al laúd y fundó el primer conservatorio musical de Europa y que fue decisivo para nuestra tradición. Hasta Paco de Lucía le dedicó un disco.

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