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Sam Savage, la animalización de la literatura

Muere a los 78 años el autor norteamericano famoso por su libro “Firmin”
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Muere a los 78 años el autor norteamericano famoso por su libro “Firmin”
El hombre siempre ha arrastrado consigo la sombra del cazador/recolector que fuimos en otros milenios, que es lo que nos hacía mirar la naturaleza como una despensa privada. Los animales, más que seres vivos, eran un patrimonio exclusivo, algo de lo que podíamos disponer a nuestro antojo para darnos entretenimiento (y algo de eso todavía queda por algunos lares) o brindar esa cosa pictórica que tenían los banquetes de los monarcas en el siglo XVIII.
Para civilizarnos la mirada, y, por extensión, los sentimientos que, valga la metáfora, iban un poco asalvajados, la literatura se sacó ese recurso de humanizar a los animales, vamos a hacerles hablar, y sin acento, como si fueran usted y yo, lo que es muy meritorio. El invento prosperó desde aquello de las «Fábulas» de Esopo, donde los bichos venían un poco moralizados y repartían más lecciones sobre el asunto que los filósofos de la Ilustración, hasta llegar al siglo XX y saltar a las pantallas, sobre todo con Walt Disney, que ha sacado mucha agua de la fuente, que no hubo película que hiciera donde no hablara «la bestia y el pájaro», si se permite evocar a Coleridge.
Con «Maus», Spiegelman nos explicó el Holocausto a través de unos roedores muy humanos, demasiado humanos, y, más recientemente, Arturo Pérez-Reverte nos mostraba de qué iba la crueldad en este orbe con «Los perros duros no bailan», donde nuestras mascotas nos devolvían la desecada imagen de lo que somos. Pero hace unos años, Sam Savage se sacó de la chistera de la inteligencia creativa a un tal Firmin, un ratoncillo, una especie de evolución inteligente y literaria de Micky Mouse, que salió con una extraña propensión: le gustaba leer. El libro, que lleva el nombre del personaje, conquistó a los lectores y se convirtió en un «best seller» y puso en el mapamundi de las letras el nombre de su autor, que ayer falleció.
Twitter más que una red social es un cardiograma de las emociones que corren por el mundo, y ayer, no tardó en inundarse de condolencias, lo que demuestra, después de todo, que en nuestra raza todavía quedan huecos para que prosperen y enraícen los sentimientos y la empatía hacia los demás, incluidos los animales, que, aunque muchos, no se lo crean, es lo que nos convierte en personas, y ciudadanos, y nos diferencia de los animales (y no me refiero a los que habitan en la jungla, los mares o las montañas).

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