Schlöndorff ajusta cuentas con su pasado
Memoria y remordimiento se dan la mano en «Regreso a Montauk», el periplo neoyorquino de un escritor en busca de un romance de tiempo atrás.
Memoria y remordimiento se dan la mano en «Regreso a Montauk», el periplo neoyorquino de un escritor en busca de un romance de tiempo atrás.
Ya lo decía Luis Cernuda, que sabía no poco de esa eterna huida hacia adelante del poeta: «Goce o pena es igual, todo es triste al volver». Y es que el artista se pisa la sombra, se persigue a través del espejo, de la memoria. Pero nutrirse de la propia biografía es una tarea onerosa y pasa factura, como experimenta el escritor protagonista de «Regreso a Montauk», el regreso –valga la redundancia– del gran Volker Schlöndorff («El tambor de hojalata») al cine de temática actual y no histórica. Promocionando su nuevo libro, el alemán Max Zorn recala en Nueva York junto a su pareja y, entre presentación y lecturas en la Biblioteca Nacional, encontrará el momento para cumplir su más turbio deseo: reencontrarse con «el amor de su vida», una abogada a la que abandonó en extrañas circunstancias décadas atrás.
Esquizofrenia artística
Remordimientos, recuerdos y el contraste entre el ayer y el hoy conforman esta cinta que plantea la vida y la memoria como autoficción de todos y cada uno de nosotros. Una esquizofrenia que se agrava en el caso del artista. «El escritor o el director de cine viven en dos mundos al mismo tiempo –explica Schlöndorff–. Es una deformación profesional. El problema es que vives algo, lo transformas en personajes y si no te gusta lo cambias; pero en la vida real no puedes hacer eso». de ahí que el retrato del artista del cineasta alemán está teñido de fatalismo y de melancolía: «Es muy difícil vivir en el arte y la vida real a la vez. Y cuanto más vives en tus pinturas o libros más complejo te vuelves para los demás. Sobre todo los escritores resultan muy complicados para vivir con ellos. Los directores tenemos que estar más abiertos a otros porque tenemos que trabajar y comunicarnos con otros, pero ellos viven totalmente en su ficción, muy focalizados en sí mismos. No quiero generalizar pero creo que los escritores tienen casi todos que ser egoístas».
«Regreso a Montauk» le ha servido a Schlöndorff tanto para homenajear a un amigo desaparecido –Max Frisch, autor de la novela que sirve de base a la película, guionizada junto al premiado Colm Toíbin– como para confesar un fragmento embarazoso de su biografía: «Es difícil cuantificar cómo de autobiográfica es la película. Contar una historia ya lo es en sí mismo. Lo cierto es que yo viví en Neva York en los 80 y encontré a alguien a quien consideré el amor de mi vida. Además, hay batantes diálogos y situaciones tomados de la vida real», asegura. Max Zorn, el protagonista del filme, tendrá que dirimir el grano de la paja de su propio pasado y su futuro para, quizá perdonarse, quizá no volver a tropezar con la misma piedra. Y es que, concluye Schlöndorf, «no es fácil vivir con tus errores cuando te das cuenta de ellos. No es sólo una cuestión para escritores sino para cualquier ser humano». Todo es triste al volver. O al menos diferente, mucho.