Sinatra canta en el Museo Thyssen
La artista portuguesa Joana Vasconcelos exhibe uno de sus creaciones más emblemánticas, “Strangers in the night”
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Joana Vasconcelos nació en París en los setenta. Sus padres, portugueses, habían abadonado el país buscando aires de libertad.
Después regresaron. Ella ha tenido la posibilidad de ver mundo, de crear dentro y fuera de su país. Ahora es Lisboa su centro de operaciones, a orillas del Tajo. Es una de las creadoras portuguesas más reputadas, con mayor proyección internacional.
La bienal de Venecia, donde expuso en 2005 junto a su exposición en el Palacio de Versalles le sirvieron como altavoz: su arte llegó a todos los rincones donde antes no se conocía (que no eran muchos, la verdad), aunque la polémica la acompañó pues una de las obras que iba a exponer en el palacio francés fue censurada, directamente barrida de un plumazo.
¿Puede comparar su situación con la de Anish Kapoor? “Es terrible que se haya grafiteado la obra de un artista como él. Yo lo puedo entender porque he sido censurada y me hago cargo de lo que estará pasando. El espíritu de Versalles es muy conservador. A mi me quitaron una pieza de la muestra, a él se la han pintado. Ambos son un acto de censura. Donde piensas que el mundo es más abierto te encuentras que no lo es. La obra es magnífica, pero resulta fuerte. Y así ha de ser, que haya obras que te muevan a pensar, pero de ahí a agredirla y atentar contra ella es lo que jamás podré comprender”, explica.
Joana Vasconcelos habla con alma y deja entrever en la conversación ese deje portugués que se traba en alguna palabra, pero que es al tiempo meloso, cercanísimo.
El Museo Thyssen le ha abierto las puertas de par en par con una obra imponente: “Strangers in the night”, del año 2000, que mostrará hasta enero de 2016. ¿Le gusta Frank Sinatra”: “Me encanta, sobre todo cuando se puede utilizar, como en este caso, en un contexto que no es solo musical, sino también físico”. De fondo se escucha al “crooner” cantar como parte de la instalación. Gozoso. La obra nada tiene que ver con una pieza de significado agradable, ¿o sí?: “Es una escultura hecha con luces de coche y habla de un lugar que protege a las prostitutas, el interior, que es como un refugio, expuestas a los peligros de la calle. Ellas trabajan donde los coches pasan, se exhiben. La música le proporciona un entorno más romántico y de esperanza que hablar simplemente de la prostitución”, asegura la artista, quien no quiere dejar pasar la oportunidad para subrayar que “el arte levanta la voz desde hace años frente al terror, aunque hay artistas que están más involucrados que otros”.
Cuando le preguntamos por su obra llena de mil colores, mucho más profunda en contenido que en continente, por su influencia pop, incluso en la estela de Nam June Paik, ella sonríe y asiente: “De pop, de ready made, de Name June Paik hay todo en mis creaciones. Todo. Soy una especie de next generation, un resultado de todo ellos. Nam June Paik ha influido en mi imaginario, todo lo referente a la humanización de la máquina. El nuevo realismo, el ready made y el pop están presentes en mis trabajos. Todos ellos accionan sobre el objeto y lo transforman en otra cosa diferente. Yo me quedo con el objeto tal y como existe en el mundo, pero su descontextualización es lo que lo transforma”, señala.
Le preguntamos por sus objetos inmensos, descarados a veces, divertidos, llenos de contenido: “El tamaño no importa. Lo encuentro cuando decido utilizar determinado objeto para que forme parte de una obra. Me pasó con las cacerolas para crear el zapato o con los tampones en la lámpara”. Dice que el arte portugués es hoy mucho más visible, “más de lo que ha sido en otras generaciones, pero queda mucho por hacer. El arte se está globalizando, aunque cada país conserva su sello. Muchos artistas ya no necesitan cambiar de país para darse a conocer. Antes París y Nueva York o Berlín eran los focos para hacerse un nombre. Hoy no, están más localizados y al tiempo más globalizados. No es necesario estar reunidos en determinadas ciudades”.