Stephen King convierte su casa en una residencia de escritores
La mansión victoriana donde King escribió “It” se convertirá en hogar de su archivo, que hasta ahora estaba en la Universidad de Maine, y alojará hasta a cinco autores a la vez
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Stephen King se instaló en Bangor, Maine, en 1979 junto a su esposa y sus hijos. Eligió para residir con su familia una casa victoriana pintada de rojo sangre y protegida por una reja de hierro forjado decorada con dos grandes murciélagos. El número 47 de la calle West Broadway no solo vio crecer a los hijos del autor, sino que allí tomaron forma también sus sucesivas novelas, empezando por “It”, que a su llegada a esa ciudad de 33.000 era apenas una idea. “Tenía en mente un libro muy largo, un libro que tratara sobre el modo en que los mitos, los sueños y las historias —las historias, sobre todo— se convierten en parte de la vida diaria de una pequeña ciudad americana”, comentó King en un evento de la Bangor Historical Society en 1983.
Esa casa que tantas historias ha inspirado y acogido se convertirá ahora en el hogar del archivo de King, que hasta ahora se encontraba en la Universidad de Maine, y al que podrán asistir investigadores y académicos con cita previa. El escritor y su esposa se trasladarán a su otra residencia en Florida y, según anunció King en Facebook, su intención es que la mansión victoriana pueda servir también en un futuro cercano -estimó unos dos años- como residencia de escritores, que se alojarían en una segunda casa más pequeña ubicada en la misma propiedad.
Todavía faltaban cuatro años para que "It"llegara a las librerías cuando King leyó aquel ensayo, que apenas el año pasado fue publicado por primera vez por el "Bangor Daily News". En el libro, Bangor se transforma en Derry, el pueblo donde "Los perdedores"se enfrentan al monstruoso payaso que le da su título, pero mucha de la historia de Bangor, de su mitología, se coló entre las páginas. "Oh, Dios mío, Dios mío las historias que se escuchan sobre este pueblo", escribía King en su ensayo, en el que intentaba explicar por qué se había instalado a vivir allí.
Y si el pueblo está lleno de relatos, también lo está la casa. El maestro del terror contaba aquella noche del 83 cómo su hogar, inicialmente, parecía rechazarlo a él y a su familia: “Creo que no aprobaba de nosotros al principio. El salón parecía frío de una manera que poco tenía que ver con la temperatura. El gato se negaba a entrar en esa habitación; los niños la evitaban. Mi hijo mayor estaba convencido de que había fantasmas en las torretas (esa idea seguramente le venía más de los Hardy Boys que de la influencia paternal)”. Los fantasmas de las ficciones de King, en todo caso, seguirán merodeando por el amplio jardín del 47 de West Broadway, por el gran arco de la puerta de entrada y entre las telas de araña de la chimenea.