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Amor sin querer

Iñaki Rikarte dirige en la Comedia la adaptación de Carolina África de «El desdén con el desdén», de Agustín Moreto.
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Iñaki Rikarte dirige en la Comedia la adaptación de Carolina África de «El desdén con el desdén», de Agustín Moreto.
«Los clásicos son clásicos porque nos identificamos con sus personajes [lo que les sucede nos incumbe] y por su perfección formal, por eso sería un error dejar de representarlos, pero tampoco deben llevarse a las tablas a cualquier precio. En funciones como esta, creo fundamental quitarles la pátina de alta cultura porque atenta contra su esencia: Moreto quiere, a toda costa, hacer una función divertida», esto expresa Iñaki Rikarte, director de «El desdén con el desdén», de Agustín Moreto, que estrena La Joven Compañía de Teatro Clásico en la Comedia. Una obra considerada síntesis de las virtudes de la comedia cortesana, que propone la paradoja de provocar el amor de la amada a través del desdén mostrado hacia ella. «La pregunta irresoluble es si ese sentimiento es amor verdadero o solo amor propio». Para Rikarte es una joya de nuestro teatro clásico «en la que destaca, sobre todo, su arquitectura y su sentido del humor. La estructura funciona como artefacto que privilegia el puro juego, incrementando a medida que avanza la trama las dificultades de sus protagonistas y, por tanto, el divertimento del espectador». Y apostilla: «Moreto sabe bien que a los espectadores nos encanta ver a mentirosos a punto de ser descubiertos, a nobles que pierden la dignidad, a vanidosos siendo derrotados por su propia soberbia...».
Podas inevitables
La versión es de Carolina África, que ha suprimido parte del texto. «Hacer este tipo de podas es inevitable hoy en día porque la manera en que se consumen estos espectáculos ha cambiado mucho en cuatro siglos –explica el director–. Creo que pensar en el espectador contemporáneo es una manera de ser fiel al espíritu del original». Para esta versión partimos de considerar «que el público disfruta cuando entiende, así que las premisas han sido clarificar desde la puesta en escena creando imágenes y escenas complementarias que faciliten al espectador la comprensión, llevar algunos conflictos al límite para ganar en teatralidad y que la situación y la acción de los personajes impulsen sus discursos. Clarificar, pero sin subestimar al público». Por otro lado, han cambiado el tiempo dramático, lo han situado en los años sesenta del siglo XX. «Ya lo cambió Moreto, que la ubicó en el siglo XIII. La época para él es una excusa, casi un marco exótico, puesto que no afecta de modo esencial a la trama –explica–. Desde que decidimos situarla en unas competiciones hípicas, pensamos que ayudaría al público ubicarla en una época reconocible. La función habla de una ruptura con el sistema: Diana se enfrenta a su padre; aun siendo princesa, decide no casarse. Además, destila una gran ingenuidad y pensamos que los sesenta eran un momento que aunaba ruptura y deseos puros e ingenuos de libertad».

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