Del Arco (por fin) abraza a Lorca
El director se adentra por primera vez en el universo del de Fuente Vaqueros con un montaje de La Joven, donde también debuta.
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El director se adentra por primera vez en el universo del de Fuente Vaqueros con un montaje de La Joven, donde también debuta.
Miguel del Arco (Madrid, 1965), hasta ahora, se había atrevido con casi todo. La «Antígona» de Sófocles, el «Misántropo» de Molière, «La violación de Lucrecia» de Shakespeare, el «Juicio a una zorra» en el que la Machi se convertía en Helena de Troya o, más recientemente, la representación del juicio a La Manada en «Jauría» han dado sobradas muestras de que los clásicos o las polémicas no son obstáculo alguno para el director de Lavapiés. Es más, se podría decir que hasta le ponen. Pero algo pasaba cuando Del Arco se acercaba a un emblema del teatro nacional: el siempre venerado Lorca. Le asustaba el costumbrismo del de Fuente Vaqueros: «No sabía muy bien por dónde meterle mano a algo que he padecido mucho como espectador». Esa cosa tan andaluza, tan gitana, tan de la pena mal entendida no va con Del Arco, «pero tampoco con el propio Lorca», puntualiza, «él es el primero que en vida decía que había una equivocación con cómo hacer “Romancero gitano”, que fue un exitazo en su día, sí, pero había un exceso de folclore a su alrededor. Creo que es un autor mucho más complicado, moderno, complejo e innovador que todo eso». Por ello, al director le ha costado entrar en el universo de un poeta al que ahora se lanza «con todo», dice.
Debuta con el autor granadino, pero también lo hace como director de La Joven Compañía con este «Federico hacia Lorca» (desde hoy en los Teatros del Canal), un texto en el que Nando López, Irma Correa y el mismo Del Arco (con dos pasajes) han hilvanado cartas, poemas y obras como «Poeta en Nueva York»: «Ahora este invento me ha obligado a meterme de lleno. Ha sido un encuentro muy feliz y prodigioso porque me ha forzado a revisar toda la obra y a leerme en profundidad hasta sus charlas», cuenta de unos meses en los que «no leo otra cosa que no sea a Federico García Lorca» y de una obra que transcurre durante los instantes finales de la vida del poeta. En esas milésimas de segundo, tras el disparo, en las que se le pasan todas sus vivencias por delante.
Se desquita así el director de unos prejuicios que le habían separado del escritor de «Bodas de sangre», «precisamente la pieza que más me ha tirado de su obra, sin duda». Un texto «brutal», define, en el que se huye de toda la cursilería con la que se ha abordado a Lorca. «Alguien que escribe una escena como la de Leonardo y la novia es que tiene dentro todo el sexo del mundo. Algo oscuro y negro que demuestra la imposibilidad de no poder desarrollarse libremente. Y todo eso lo he visto en las palabras, pero muy pocas veces sobre el escenario», explica de una pieza que ya sueña con levantar: «Cuando conoces las cosas en profundidad es cuando más quieres hacerlas».
Hasta se ha afiliado al comité de defensa del poeta. No quiere ni oír hablar de saturación en el año en el que se conmemora el centenario de la llegada de Lorca a Madrid: «Los españoles somos idiotas. No he escuchado nunca a un inglés hablar de hartazgo de Shakespeare, al que no celebran solo en centenarios, sino en cada aniversario. Hay cientos de montajes al año y nadie dice “qué aburrido”, sino “qué gloria”. Los españoles somos especialistas en tirar piedras a nuestro tejado. Lorca por hacerlo una y mil veces no se desgasta», zanja.
El debate de los kamikazes
Hace ya tiempo que decir Miguel del Arco es decir éxito. Tampoco vamos a ponerle un 10 absoluto a todo su trabajo, pero lo que es seguro es la calidad de cada empresa en la que se mete. La penúltima, «Jauría» (Pavón Kamikaze), la representación del juicio de La Manada en la que cada función se cuenta por lleno y un montaje que cada lunes mira a los adolescentes. Cuatrocientos niños y niñas de diferentes colegios que, después de la representación, dialogan con el director y los intérpretes sobre lo que se ha visto en las tablas: «Pese a lo que se pueda pensar, están más concienciados que muchos adultos», dice un Del Arco emocionado.