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El alto precio de informar

Obra: Mujer no reeducable. Autor: Stefano Massini. Dirección: Lluís Pasqual. Intérprete: Míriam Iscla. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu). Hasta el 26 de febrero de 2017
larazon

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Un bofetón teatral en pleno rostro; eso es más o menos esta obra del italiano Stefano Massini que toma como protagonista, y a la vez como tema argumental, a la periodista Anna Politkóvskaya, que fue asesinada en 2006, en el ascensor de su casa de Moscú, en circunstancias nunca esclarecidas, pero por razones evidentes: se había convertido en una china dentro del zapato de Putin y había revelado al mundo información sobre la guerra de Chechenia que al gobierno ruso no le interesaba difundir.
En formato de monólogo, Lluís Pasqual mueve sobre el escenario con brío e indiscutible maestría a una Míriam Iscla que hace un trabajo de interpretación sencillamente soberbio en la piel de la osada periodista rusa, a la que confiere una compleja amalgama de rasgos - nervio, perseverancia, arrojo, hastío, inteligencia, furia, miedo...- propios de los grandes personajes de la historia del teatro. Aferrándose al impecable texto de Massini, traducido por el propio Pasqual con brillantez literaria, la actriz hace explotar sobre las tablas todo el desencanto de un personaje que analiza la atrocidad y la sinrazón de un conflicto que deja ver bien, quizá como cualquier otra guerra, todas las aberraciones que el hombre enfrentado a otro hombre es capaz de cometer: decapitaciones, sádicos escarmientos, matanzas indiscriminadas, violaciones, torturas... Todo tiene cabida y todo trata de ser sometido a un análisis racional en esta dura función que discurre de principio a fin de forma ágil, amena; concitando en todo momento la atención de un espectador que apenas puede pestañear en su asiento. Y, en esa liviandad formal para tratar un asunto tan crudo, juegan un papel importante las oportunas proyecciones y grabaciones sonoras con las que el personaje principal interactúa, convirtiendo por momentos el monólogo en un sincronizado diálogo.
En conjunto, la obra es un doloroso canto contra la guerra, artísticamente muy bien construido, en el que se denuncia la desalentadora barbarie cometida tanto por las autoridades y los mercenarios a sueldo del gobierno ruso como por los guerrilleros chechenos; un canto fúnebre en el que, por añadidura, hay cabida para la reflexión sobre lo que debe y no debe ser el oficio de periodista.
Lo mejor: La interpretación de Míriam Iscla en un texto que, no por poco poético, resulta menos bello.
Lo peor: La estructura del monólogo queda algo extraña cuando el personaje muere y la actriz tiene que pasar de pronto a la tercera persona.

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