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El lugar de los tratos inhumanos

El CDN estrena en Conde Duque una pieza inspirada en el cautiverio de Cervantes que cuenta la realidad en los Centros de Internamiento para Extranjeros
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El CDN estrena en Conde Duque una pieza inspirada en el cautiverio de Cervantes que cuenta la realidad en los Centros de Internamiento para Extranjeros
Ésta no es una obra de «pobrecitos negros y blancos malos». Lo dice Elton Prince, uno de los protagonistas de «Tratos». No es algo tan simple. La obra de Ernesto Caballero «bebe de Cervantes» –comenta él mismo– para poner sobre las tablas del Conde Duque una pieza de la España Actual. «El trato de Argel» –o «Los baños de Argel»– del Manco es «Tratos»; y aquel lugar de confinamiento en el que privaron de libertad al escritor es ahora un CIE (Centro de Internamiento para Extranjeros) cualquiera. Se crea así un texto original, autónomo, que sirve de testimonio y crónica de lo que ocurre hoy en día en estos lugares, como ya hiciera el de Alcalá de Henares de su cautiverio a finales del XVI.
Lo de antaño no era un presidio, sino algo más parecido a un lugar de confinamiento, sin más. Así, Caballero lo traslada a hoy, a estos CIE: «Es un limbo jurídico. Para hacer ‘‘Tratos’’ me he entrevistado con mucha gente, y los que han estado en la cárcel dicen que allí, pese a no ser una experiencia grata, sabes a qué atenerte; en estos sitios todo es incertidumbre», explica el director y autor del texto que acaba de estrenar en Conde Duque (Madrid) –hasta el día 24–. Paso previo a su viaje a San Sebastián, principal impulsor de una propuesta englobada dentro de los actos oportunos de ser Capital Europea de la Cultura.
Un matrimonio africano, formado por un profesor camerunés de Filología Hispánica y una universitaria de Guinea Ecuatorial, decide viajar a Europa en busca de un mayor bienestar. Concretamente a España, donde él podrá seguir con su carrera profesional a través de un doctorado sobre el cautiverio de Cervantes. Llegan con su visado, sin problemas. Pero a la hora de renovarlo se tuercen las cosas: a mitad de camino para ponerlo todo a punto, le para la Policía y les mete en un CIE por no tenerlo todo en regla. Allí comienzan las coacciones, la pérdida de nacionalidad, de humanidad, se es un número...
«Los CIE son una enfermedad grave donde el ser humano pierde la dignidad, huye de su yo para convertirse en una cifra», apunta Prince. Y es que él conoce muy bien la realidad. No por su vivencia directa, pues creció, desde muy pequeño en España –su país–, sino por sus cercanos: «Los negros aquí nos mantenemos muy unidos, cuando uno tiene problemas trata de ayudarle toda la comunidad. Recuerdo, de cuando era pequeño, que amigos de mis padres venían a casa en sus días libres en el centro. Es algo que nos toca directamente. Personalmente, cuando Ernesto me dio este personaje pensé en la plaza de Tirso de Molina, donde hay una gran comunidad negra y en la que la mayoría ha estado en un CIE. Hablaba mucho con ellos. Me sirvió de fuerza para enfrentarme al papel». Una mala solución a una política de inmigración –habla Caballero– «que habría que revisar».
Una historia que el actor resume en unos versos del propio Cervantes: «¡Cifra de cuanto dolor se reparte en los dolores, daño que entre los mayores se ha de tener por mayor! ¡Necesidad increíble, muerte creíble y palpable, trato mísero intratable, mal visible e invisible! ¡Toque que nuestra paciencia descubre si es valerosa; pobre vida trabajosa, retrato de penitencia!».
Para Prince es una obra «que toca». Algo que debería hacer llorar, pero que se toca desde el lado de la comedia –uno de los objetivos de Caballero en esta temporada: rescatar este género–. «Estamos evitando entrar en victimismos. Puede ser común o no, pero es una historia que toca a todos los habitantes de Madrid, casi en cualquier lado te pueden contar esto. No vamos a cambiar el mundo con esto, pero sí podemos concienciar a la gente».
Preguntas sobre las relaciones con el otro. Lo frágil que puede llegar a ser un descuido en la convivencia y las consecuencias indeseadas e indeseables que van ligadas. Cómo unos problemas burocráticos tuercen la vida de una pareja, hasta entonces, absolutamente integrada. Un canto a enriquecerse de aquellos que «sobran», abandonar cerrazones. «Hay un disco duro en el que deberíamos ponernos de acuerdo, al igual que Cervantes fue el gran adalid del diálogo. Ponernos en el lugar del otro». No es una obra de buenos y malos, sino del encierro y contradicciones de cada uno –tres españoles y tres africanos», cierra Caballero.

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