«En la orilla»: La resaca de un mundo irreal
El Centro Dramático Nacional presenta la adaptación teatral de la premiada novela de Rafael Chirbes sobre la corrupción, realizada por Adolfo Fernández
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El Centro Dramático Nacional presenta la adaptación teatral de la premiada novela de Rafael Chirbes sobre la corrupción, realizada por Adolfo Fernández
Presentar la novela no es tarea fácil, ni siquiera para su autor: «¿Trata sobre la corrupción? No. ¿Sobre el crimen? No. ¿Sobre el suicidio? No. ¿De sexo? Tampoco. Al final, insistirán: ¿pero, estaban enamorados, o no? Pues yo qué sé, contestaré. Si lo supiera, lo habría dicho. La literatura trata de la complejidad de la vida». De lo que no parece caber duda es de que se trata de una novela rotunda sobre la crisis, aunque quizá esto sea poco decir dada su complejidad. «En la orilla» de Rafael Chirbes, premio Nacional de Narrativa y de la Crítica en 2014, se estrena en teatro Valle-Inclán del CDN, en Madrid, adaptada por Adolfo Fernández, que además es productor, director y actor, junto a Ángel Solo, de esta versión. «Una adaptación difícil porque es una obra barroca, con decenas de personajes muy sabrosos, con vidas complejísimas muy bien narradas, pero necesitada de una unidad, puesto que Chirbes no era sistemático escribiendo, no se sometía a una estructura. Tuvimos que seleccionar e inventarnos un hilo conductor para no confundir al público», explica Fernández. «Han sido tres años y nueve versiones las que hemos hecho».
Codicia colectiva
«El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba, una pequeña localidad costera donde todos se conocen en una sociedad muy endogámica, pone en marcha la narración». Esteban, el protagonista, se ve obligado a cerrar su carpintería dejando a trabajadores parados. Mientras cuida a su padre enfermo en fase terminal, indaga en los motivos de una ruina que asume como víctima y como verdugo. Básicamente es la historia de una víctima de esa codicia colectiva. Por la mañana, tres amigos salen de caza por el marjal, despluman el pato, almuerzan, hay sobremesa de copas y llega la noche con todo el despropósito y la catarsis que hace salir la hipocresía mantenida tanto tiempo. Las confesiones saltan como producto de la desinhibición de la coca, del alcohol... elementos que confluyen y hacen que todo estalle. Ahí aparece la desesperación y la frustración de cada uno de ellos. Se habían imaginado que iban a ser lo que nunca fueron.
Si «Crematorio» era el pelotazo, el enriquecimiento fácil, la burbuja inmobiliaria, el ladrillo... «En la orilla» es la resaca, «el mundo abandonado que había detrás de eso, el patio trasero donde todo se está pudriendo», como constató Chirbes. «Crisis, corrupción, trepas... nos hicieron creer que éramos lo que no éramos. El dinero afloró de manera ficticia. Traicionamos para tener el mejor coche, chalet, perfumes, rólex... Leían revistas de enología para hablar de vinos sin tener ni idea, contrataban a prostitutas de lujo, tomaban sustancias y psicotrópicos que nunca se habían usado. España se vendía como país de emprendedores, donde más dinero se podía ganar en menos tiempo, éramos la 8ª potencia mundial. Un mundo falso en el que mucha gente cayó llevada de la codicia», señala el director. Miseria moral consecuencia del capitalismo salvaje. «Una crónica amarga de España de la que no nos salvamos nadie. La auténtica tragedia que describe Chirbes es la de nosotros mismos traicionando nuestra moral, nuestra ética, nuestros principios para convertirnos en un monstruo que estaba dentro y no había aflorado, pero cuando sale somos capaces de traicionar a todos. Y es lo que hace Esteban, con su padre y su hermano. Cuando traicionas a todos, al final te traicionas a ti mismo y si lo haces contigo mismo, ya nada tiene sentido», explica Fernández. «Yo no conozco a nadie que haya descrito tan bien lo de la burbuja económica como Rafael Chirbes. Al leerlo sentí la necesidad de sacar las tripas del españolito ese y ponerlo encima de un escenario».
La novela tiene una gran carga simbólica, como el pantano. Se trata de un personaje más como metáfora del tiempo. Un espacio fangoso donde se han ocultado delitos y lavado conciencias. «El marjal es el nexo, la unión entre el padre –pasado– con lo que sucede después de la burbuja –presente–. Es testigo del padre que luchó en un bando y vio cómo hordas de falangistas enterraban y hacían desaparecer cadáveres de los restos de ahora. Escombros, neumáticos, basura mezclada con los esqueletos de entonces. La historia arranca ahí y ahí acaba. El pantano es un elemento simbólico potentísimo que guía la narración», reconoce Fernández, que apostilla: «La novela comienza como termina, desde el inicio descubre cuál es el final, su cadáver. El cadáver que encuentra al principio en el marjal junto al de su padre es el suyo propio».
El reparto está formado por Sonia Almarcha, Rafael Calatayud, Adolfo Fernández, César Sarachu, Ángel Solo, Marcial Álvarez y Yoima Valdés. Sarachu, es Esteban: «Se podría decir que hay dos personajes centrales: el marjal, que encuadra el relato y Esteban, que pone la voz dominante, aunque poco a poco aparecen otras contrarias. Mi papel es complejo, humano, contradictorio... Un hombre solo, necesitado de afecto, que busca en Liliana, la joven que le ayuda a cuidar a su padre. Es un canalla codicioso que reivindica su fragilidad; con un padre sentado en una silla de ruedas al que culpa de su triste destino; con sus amigos disfrutando de la ruina a la que le ha llevado su codicia; consumido por la pena de haber sido abandonado, arrojado por el retrete por la única mujer a la que amó». Como actor, la mayor dificultad es «tener que comprimir un personaje tan rico en hora y media. Posee tantos colores y matices que en casi imposible intentar reflejarlos en tan poco tiempo. Esta es una oportunidad de enfrentarme a un papel interesante, lo que los actores buscamos. Estoy en un momento de mi carrera en el que necesito que el desafío que tengo por delante sea grande».
COMIENDO CON CHIRBES
Adolfo Fernández conoció a Chirbes en Menorca, durante un seminario literario impartido por éste. «Estábamos en el monte en una masía. Al presentarnos, además de mi nombre, dije que hacía un mes había comprado los derechos para adaptar “En la orilla” al teatro. Tenía una primera versión, pero sabía que aún no era algo redondo. Me daba vergüenza enseñárselo. Dormíamos a quince metros, desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Incluso salimos un par de noches y, ni él me preguntó, ni yo le dije nada. No fui capaz. Me imponía, era una persona especial, con un poder intelectual apabullante y un conocimiento de la literatura universal inmenso. Un cerebro privilegiado. Hubo química, nos llevamos muy bien. Yo le mostré toda mi admiración, pero fui incapaz de enseñarle mi versión».
Dónde: Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva). Madrid
Cuándo: del 19 de abril al 21 de mayo.
Cuánto: de 25 euros.