Ese loco tan cuerdo llamado Hamlet
En el Año Shakespeare vuelve el atormentado príncipe de Dinamarca a escena, de la mano esta vez del director Miguel del Arco.
En el Año Shakespeare vuelve el atormentado príncipe de Dinamarca a escena, de la mano esta vez del director Miguel del Arco.
Después del homenaje que Ron Lalá rindió al autor de «El Quijote» en «Cervantina», llega sin solución de continuidad a la programación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico el esperado «Hamlet» que el director Miguel del Arco ha preparado como tributo al otro autor de cuya muerte se está conmemorando este año el IV centenario: William Shakespeare. Y son muchas las expectativas que ha ido generando este montaje, entre otra cosas, por saber cuál sería la lectura que haría Del Arco de la archiconocida tragedia del príncipe de Dinamarca, enloquecido tanto por el deseo de vengar la muerte de su padre como por el propio sufrimiento que le granjea su pérdida.
El verbo de Shakespeare
El exitoso director, conocido por versionar a los clásicos sin ceñirse de manera estricta al texto original, aunque ello no menoscabe su fidelidad al espíritu de ese texto, confiesa que en esta ocasión no se desviado demasiado del verbo de Shakespeare, y aclara que en eso no ha tenido nada que ver que el montaje sea fruto de la coproducción de su compañía, Kamikaze, con una institución como la Compañía Nacional: «En ningún momento ha habido injerencia alguna por parte de la CNTC. Hemos hecho el Hamlet que queríamos hacer; ha salido así porque estamos ante un autor dramático que es un poeta. Por eso, en el montaje manda mucho la poesía de Shakespeare. En la obra hay un espacio mental que tiene que ver con la metáfora y con el mundo poético del autor, y eso no me pedía alejarme del texto original, sino más bien acercarme a él para penetrarlo. Hemos tocado solo ciertas cosas en relación a la puesta en escena. Y creo que también le hemos sido fieles, puesto que fue un autor que no se preocupó nunca por la edición de sus obras y sí por la puesta en escena de ellas», dice Del Arco. Advierte además el director que la mera traducción de una obra es ya en sí misma una versión, y que quizá estamos demasiado apegados a una idea de fidelidad, con respecto a un texto, que tampoco es única ni inamovible: «Me hace mucha gracia lo de respetar los textos –confiesa–. Para este trabajo, he manejado 15 o 16 traducciones en castellano antes de meterme con el texto en inglés; tendríamos que preguntarles también a esos traductores que cuál de ellos es el que realmente ha sido fiel al original, porque te das cuenta de que no hay una sola versión igual a la otra; ninguna quiere decir exactamente lo mismo. ¡Y eso que son traducciones, no versiones para ser llevadas a escena!».
En lo que sí parece coincidir todo el mundo, más allá de las diferentes traducciones, versiones o interpretaciones, es en la grandeza literaria y teatral de una obra única de monumental trascendencia en todas las lenguas y todas las culturas: «Es un texto inagotable, inabarcable –explica Del Arco–. Hamlet es un personaje que se te escapa constantemente. Lo sabíamos antes de meternos con él, y por eso trabajamos duro. Hemos realizado un proceso muy largo de investigación, de lecturas, de documentación... Creo que no hay ningún otro autor sobre el que haya tanto material escrito. Y después tomamos las decisiones que nos han parecido más apropiadas para acercarnos a este personaje poliédrico, complicado, ilimitado. Un personaje que cambia de un acto para otro; que pasa de ser un chaval que pierde a su padre a convertirse en un asesino; que pasa de la ironía a la payasada, y de esta a la psicopatía».
Y para dar vida a este complejo Hamlet, en el papel protagonista Del Arco ha contado con un habitual de la compañía, Israel Elejalde, que reconoce, por motivos personales, haberse topado con el personaje en el momento más adecuado de su carrera: «Cuando Miguel (del Arco) me ofreció interpretarlo, yo acababa de perder a mi madre y a mi padre; y yo creo que Hamlet, básicamente, es un hombre atravesado por el dolor profundo y por la sensación de orfandad. Con ese desgraciado trampolín que me ofrecía mi propia vida, pensé que quizá tenía algo que contar a través de Hamlet. Pero es un personaje endiablado: un trágico humorista, un hombre que ama al pueblo pero desprecia a la masa, un humanista que se convierte en asesino, un cuerdo loco... Está lleno de contradicciones y va cambiando permanentemente. En realidad, es un prodigio; pero un prodigio echado a perder. Ahí Shakespeare se muestra muy duro con la naturaleza del ser humano».
Golpe de timón
Con este montaje se da un pequeño golpe de timón en el actual rumbo de la CNTC, que tiene como principal misión la recuperación y escenificación del patrimonio español clásico, pero que también, como explica su directora Helena Pimenta, se va a ir abriendo paulatinamente a otros autores y otros textos extranjeros: «Es lógico que la Compañía defienda sobre todo el teatro español, pero mi idea es mantener también un porcentaje de títulos de otros países; creo que eso contribuye a enriquecer nuestro teatro. Descifrar otros lenguajes es conveniente para nosotros, como lo es para ellos descifrar los nuestros. Haber estudiado a Shakespeare a mí me ha servido mucho para profundizar en Calderón; y a otros les pasará a la inversa», asegura.