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Las gallinas de Dürrenmatt

La joven compañía Els McGregor Teatre, formada por actores del Institut del Teatre, regresan a escena con una adaptación de «Ròmul, el Gran», del dramaturgo suizo
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La joven compañía Els McGregor Teatre, formada por actores del Institut del Teatre, regresan a escena con una adaptación de «Ròmul, el Gran», del dramaturgo suizo
Cuando arrancó la fiebre de Twitter, existía una cuenta anónima que mandaba a los famosos historias de gallinas. Eran historias absurdas, que hablaban de Gregory Peck, siempre aguantando en brazos una gallina, y cosas parecidas. Durante el año escaso que funcionó la cuenta, escribió más de 1.500 historias a personalidades como Cher, Rihanna, Lady Gaga y gente así. Había quien incluso le respondía como Michel Bolton, Boy George, Paula Abdul o Nile Rodgers. Pero la fiebre de gallinas se curó, y no fue la primera en la historia.
En el siglo III, el emperador Rómulo dejó que el Imperio Romano cayera en manos de los bárbaros del norte porque prefería cuidar a sus gallinas y recoger sus huevos. Al menos según la obra del suizo Friedrich Dürrenmatt. La primera historia de gallinas era la más increíble de todas.
La compañía Els McGregor Teatre, formada por jóvenes actores surgidos del Institut del Teatre, estrenarán mañana en el Teatre Tantarantana una adaptación de «Ròmul, el Gran», farsa basada en el texto Dürrenmatt sobre el último emperador de Roma. Dirigido por Marta Domingo, la obra es la segunda de la joven compañía, después del éxito de «Up all night», basada en la comedia clásica «El sueño de una noche de verano»; de William Shakespeare.
Con un elenco que incluye a Oriol Guinart, en el papel del emperador, bien secundado por Xavier Alomà, Oreig Canela, Boris Cartes y Lara Correa, la obra consigue un perfecto equilibrio entre la comedia desfasada y la tragedia más tenebrosa.
La trama comienza con un mensajero que llega a palacio. Los germanos están a punto de invadir el Imperio Romano y hay que tomar medidas desesperadas para intentar salvar Roma del caos absoluto. Sin embargo, Ròmul no lo ve así, o no quiere verlo, obsesionado con la cría de gallinas. Disfruta recogiendo sus huevos, hablándolas como si fuera su más fiel consejero, pero puede que no sea una chifladura, quizá en la actuación de Ròmul hay algo escondido. En realidad, resulta que todo forma parte de un plan urdido hace veinte años: el emperador pretende hundir el Imperio desde dentro. Corrupto, sanguinario, violento y tirano, no merece salvarse tal y como es, así que para que Roma pueda sobrevivir a su propia peste, ha de caer primero para poder comenzar de cero y tener futuro.
A través de la tragedia y la comedia, la obra explora la necesidad del hombre de generar nuevas vías de construcción social, política y económica desde la honestidad, apostando por la paz en un momento en que se acaba el mundo tal y como se conocía hasta entonces. «La farsa aligera el texto, pero convive con momentos tensos y agrios. Es un reto difícil y a la vez atractivo poder mantener estas dos partes en equilibrio y darles coherencia, creando un cosmos desde el cual se pueda plantear la historia», comenta Domingo, que no duda que la obra nos habla directamente del hoy día.

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