Lluís Pasqual: «En Cataluña han secuestrado a la gente en la calle»
Tras su salida forzada del Lliure, el director hace terapia entre los versos del «Romancero gitano» de Lorca. Pero no se olvida de su tierra, donde acusa a los políticos de «agitadores».
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Tras su salida forzada del Lliure, el director hace terapia entre los versos del «Romancero gitano» de Lorca. Pero no se olvida de su tierra, donde acusa a los políticos de «agitadores».
Todavía arrastra Lluís Pasqual las «dos hostias», dice, con las que le sacaron del Lliure. No quiere decir que no se acuerda, pero sí explica cómo el azul, primero, y amarillo, después, del golpe «ya empiezan a retomar el color de la piel». De repente, en la recta final del verano una entrada en Facebook de una actriz de segunda fila, que lo acusaba de déspota, le arrancó de aquello que él mismo había concebido en el 76. «Tenía que escoger entre ese montón de basura y Federico, y no hay color...», resume quien pasa el luto entre las palabras de Lorca, Federico para él: «Puede parecer ridículo que lo llame así y no García Lorca, pero me acostumbré a ello la segunda vez que estuve con su familia, “en esta casa lo llamamos así”, me dijeron». Y él hizo caso.
Un montaje, «Romancero gitano», que estrena en La Abadía el 17 de octubre de la mano de Nuria Espert: «Hacía mucho tiempo que giraba dentro de mi cabeza pensando que cada poema era una obra de teatro y cuando apareció el Premio Europa de Teatro fui corriendo a buscar a Lluís para saber qué era lo adecuado. Ambos hemos crecido con esta obra de base», explica una actriz que todavía recuerda cómo «en una casa en la que no había libros, la mía, un día llegó mi padre con “Romancero gitano” escondido». Es una de las anécdotas con las que Pasqual entremezcla el original. Porque «Nuria había hecho mucho Lorca y necesitábamos saber alguna cosa más de Federico a través de ella». Chispazos para que también se vea el alma del intérprete: «Me pareció que debían surgir retazos de su propia memoria. No es más del 3% del montaje, pero es una relación personal muy potente en la que, en determinados momentos, no se llega a descifrar si las palabras son de uno u otro», defiende el director de la dramaturgia final.
A lo que la intérprete añade: «Federico se expresó a través de las mujeres, personajes tan grandes como los de las tragedias clásicas: María Pineda, Yerma, la madre de “Bodas de sangre”, Doña Rosita... Obras con las que he vivido desde que me dedico al teatro y que forman parte de mi biografía, de mi corazón y mi manera de interpretar. Estoy marcada por sus personajes, poemas, biografía... Se le llama “el más grande poeta”, pero habría que decir “maestro”. Soy una actriz llena de señales de mi paso por Lorca».
Con ganas de más
Sesenta minutos de montaje que, en principio, iban a ser 20 para representar en San Petersburgo (Rusia) durante la recogida del reconocimiento europeo a la actriz, «pero teníamos ganas de hacer algo más», se sincera Pasqual: «Casualidades de la vida, el 31 de agosto me encontré libre como un taxi y decidimos que era el momento. Se habían unido una serie de constelaciones ante las que no se puede decir que no porque, además, José Luis [Gómez] se puso malo y nos ofreció ocupar su hueco en la programación. Al igual que coincidió que Pascal Mérat [iluminación] y Ros Mateu [sonido] estaban libres, sin ellos no lo hubiera hecho». Aunque la clave del montaje estaba en una conferencia que el granadino dio en 1935 «leyendo “Romancero gitano” con unas introducciones para cada poema. Todo eso que se añade a lo que uno no encuentra en una primera o segunda lectura», explica el director de un hombre al que «le gustaba recitar poesía a sus amigos para comprobar si los poemas funcionaban o no». Fue la «pequeña joya», en palabras de Espert, sobre la que comenzó a desarrollarse la función que pone en pie «el primer gran libro», puntualizan, de Lorca, donde él se descubre y reconoce como poeta.
Pero, función al margen y siendo sincero, el morbo de la charla de ayer con Lluís Pasqual estaba en sus primeras palabras públicas tras la salida del Lliure. Y el director no se calló. Con su 1,68 de estatura se reconoce como un líder y por eso dice que se fue de su teatro porque no se sentía como tal. Sin apenas revolverse y sin pataleos: «No me fui por esa entrada de Facebook, que fue una calumnia, sino porque se contaminó parte del personal del teatro y necesito la complicidad de la gente que trabaja conmigo, si no la tengo no me merece la pena ir al ensayo. No puedo estar pendiente de que alguien me mire por si aumento un decibelio una indicación. Fue una cuestión de higiene mental y artística», apuntó un Pasqual rendido al incoherente poder de las redes sociales, «donde un retrato de Da Vinci vale lo mismo que un zumo», ejemplificó.
Tensión contaminante
Explica así una denuncia que ve enfangada por la «tensión en Cataluña»: «Se apela a sentimientos muy primarios e irracionales desde hace mucho más de un año. Cuando hay una guerra se contamina todo y con una población en tensión durante mucho tiempo, en la que las cosas son blancas o negras, conmigo o contra mí, se ensucian aspectos más allá de lo político». Pero, ¿hubo motivos políticos? «Ni lo he dicho nunca ni lo quiero decir. No porque no lo piense, sino porque no lo sé. Nadie me ha acusado de no ser independentista ni me ha dicho que me tenga que ir –continúa–. Sí sé que a esas declaraciones de la actriz se unió un falso colectivo de 800 feministas, que luego resultó que no llegaban ni a 20, que complicó la historia. No sé si el independentismo tiene su papel en este vodevil que me ha ocurrido, pero es curioso que TV3 y “Ara” fueran los primeros que se apuntaron a las denuncias».
No oculta Pasqual el enfado con una situación que achaca a los políticos, esos que «se olvidan de su trabajo cuando se convierten en agitadores, que es lo que ha ocurrido en Cataluña. Han conducido a la gente a la calle, nos han dicho que saliéramos y nos han hecho creer que teníamos la fuerza. Y no me parece justo porque eso es secuestrar. Se puede hacer una vez, pero no constantemente», termina el ex director del Lliure.