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Los supervivientes de la crisis

Ellos se salvan de la quema y respiran aliviados. Sus representaciones se cuentan por cientos y sus espectadores por miles. La comedia y la nostalgia baten récords en escena
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Ellos se salvan de la quema y respiran aliviados. Sus representaciones se cuentan por cientos y sus espectadores por miles. La comedia y la nostalgia baten récords en escena.
Nos cuentan, bajito, algunos productores de paredes (o sea, los dueños, o, al menos, los gestores de los escenarios) que cuando han tenido un gran éxito tratan de repetir la fecha del estreno, los protagonistas, el autor e incluso la misma campaña publicitaria, pero no hay manera de dar con la fórmula: «No hay explicación posible para que un día una sala empiece a llenarse o no». Ni siquiera Jordi Galcerán, el español vivo que más dinero ha ganado por escribir teatro, ha sabido repetir la receta. Hace unos días declaraba a LA RAZÓN que «uno vale lo que vale su última comedia». Y recordaba que en su haber está el título nacional reciente con más éxito internacional, «El método Gronhölm», pero también la inversión más ruinosa de los productores catalanes: el musical «Gaudí».

Aquellos 80

Si tuviéramos que establecer un nexo entre las obras más longevas de la cartelera podría ser la nostalgia. Eso, al menos le ocurre a «Espinete no existe» y «Maldito Naranjito», ambas firmadas por Eduardo Aldán, que, aunque reconoce el vínculo, considera que es el único entre ambas, una estrenada hace 7 años y la otra con «sólo» 400 representaciones: «Espinete no existe» es un espectáculo sobre la infancia, pero «Maldito Naranjito» no, lo que ocurre es que mi infancia transcurrió durante los 80, que es el tema principal de la segunda obra, que, sin embargo está centrado en todo lo que esa época marcó: la moda, la política... pero no se habla de niños ni una es continuación de la otra». Aún más atrás en el tiempo es el viaje de «Por los ojos de Raquel Meller», el único drama (musical) en este selecto grupo, que es no sólo un homenaje a la reina del cuplé, sino también a la intrahistoria española, sobre todo, de la primera mitad del siglo XX. Sus más de cuatrocientas representaciones han puesto a la sala Tribueñe en el mapa teatral de Madrid y la han permitido estirarse lo suficiente en el tiempo como para poder celebrar en marzo los 125 años de su nacimiento, que se cumplirán el 9 de marzo, probablemente, con una función en su Tarazona natal.
La identificación del público con el texto es otra de las claves del triunfo, al menos así lo piensa Esteve Ferrer, el director de «Toc Toc», que lleva cuatro temporadas en cartel y que ha superado las mil funciones. Él entró para sustituir momentáneamente a un actor enfermo y el éxito le ha encadenado al teatro Príncipe Gran Vía. «Muchos pensarán que un problema que sufren cien millones de personas, en todo el mundo (el trastorno obsesivo compulsivo, TOC, abreviado) no tiene ninguna gracia; pero eso son los diagnosticados, porque; sin diagnosticar, estamos todos. El trastorno viene de las manías, que es algo que todos tenemos; pero no se convierte en enfermedad hasta que no genera ansiedad. Los comentarios al final del espectáculo en todo el mundo son: "Mira, como tu madre"; o, "como tu cuñada"... Esto hace que resulte más hilarante».
«Cada función es distinta», es uno de los latiguillos teatreros más recurrentes, ¿pero se puede decir eso después de las 200, 300 o 400 representaciones? Todos coinciden en que cada noche es otra historia, aunque también hay que hacer un esfuerzo extra para motivarse después de tanto tiempo: «Conan Doyle tuvo que acabar matando a Sherlock Holmes, pero luego lo tuvo que resucitar porque el público es quien manda –comenta Aldán–. Lo tienes que aceptar: no hay nada que tú puedas hacer para ir en contra. Me he cansado muchas veces del texto, por eso paro y lo retomo, para estar fresco. Tengo que cuidar el libreto y cuidarme a mí para que la cosa funcione». Hugo Pérez, autor y director de «Por los ojos de Raquel Meller» utiliza la técnica de aquellos que se aburren del aspecto de su casa, pero no tienen dinero para comprar muebles: cambiarlo todo de sitio. «Como yo soy el autor, cada cierto tiempo, lo explico de otra manera o cambio los números musicales de lugar... Además, como todos los grandes mitos, no puedes abarcarlos nunca del todo, pero lo esencial queda siempre». Esteve Ferrer considera que en «TOC TOC» la «función está muy viva y tiene la respuesta inmediata del público, desde el segundo 30, lo que nos obliga a jugar con el espectador. Es cierto que diez minutos antes de salir a escena me da mucha pereza volver a representarla, pero una vez que pongo un pie bajo los focos todo cambia». Otra cosa muy diferente es lo que les ocurre a «Imprebís», probablemente el espectáculo más veterano de la cartelera española que se haya representado todas las temporadas, que se estrenó en 1994. En este montaje es el público quien elige los temas que los actores, con ayuda del director, deben improvisar sobre el escenario aunque los temas puedan repetirse, aquí sí cada noche lo que ocurre es absolutamente diferente.
Otro fenómeno curioso que se da en todos los casos es el número de espectadores que repiten una y otra vez. Aldán conoce ejemplos de personas que han visto «Espinete no existe» hasta 14 veces. Ferrer se cruzó el otro día con una espectadora que iba a comprar su décima entrada: «Está tan segura de su recomendación que cuando otros le hacen caso va con ellos para asegurarse de que funciona».
Son unos privilegidados y lo saben, se lamentan de que la profesión, como el resto del país no esté pasando por un buen momento: «El público no tiene hambre de teatro, como en otros países», se lamenta Hugo Pérez. Por rematar con unos gramos de esperanza, Alejandro Colubi, que programó los revientataquillas «TOC TOC» y «El método Gronhölm», asegura que «cuando hay un éxito de semejantes dimensiones es un mejor año para el resto de la cartelera porque la gente, al salir, se emociona de nuevo con el espectáculo en directo y se propone repetir».
33 años con mario
«Cinco horas con Mario» se estrenó en noviembre de 1979 en el Teatro Marquina de Madrid, casi contra la voluntad de su autor, Miguel Delibes. Se acabó convirtiendo en el mayor éxito de su protagonista, Lola Herrera y su productor, José Sámano. Después de una inmensa gira se reestrenó en 2001 y en 2010. Natalia Millán tomó el relevo de la actriz en 2010 y el montaje seguirá vivo en los escenarios.

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