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Menudo pícaro estás hecho

La Compañía Nacional de Teatro Clásico lleva al Festival de Almagro «Pedro de Urdemalas», de Cervantes, una pincelada pícara de lo que llegará al Teatro de la Comedia de Madrid la temporada que viene
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La Compañía Nacional de Teatro Clásico lleva al Festival de Almagro «Pedro de Urdemalas», de Cervantes, una pincelada pícara de lo que llegará al Teatro de la Comedia de Madrid la temporada que viene
Como si de un guía se tratase, Cervantes hace de Pedro de Urdemalas el mejor de los cicerones de la tradición popular de su época. Su palabra (aquí la de Jimmy Castro, para ser más precisos) da voz a esa clase media-baja que no era nada despreciable en número allá por el XVII y que ahora ha ayudado a Denis Rafter (1942) a perder tantos años como fueran necesarios para equipararse a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico que aquí dirige. «Cuando Helena [Pimenta] me encargó esta dirección me sentí veinte años más joven y cuando leí la versión de Jerónimo López Mozo perdí otros treinta. Después, en los ensayos con estos once jóvenes, alegres y entregados actores y actrices, mi quedé en un chaval de 18». La fuente de la eterna juventud de este «loco Quijote de Dublín», como se define a sí mismo.
Una adolescencia mucho más dulce que la del protagonista que ahora tiene entre manos. «Yo soy hijo de la piedra,/ que padre no conocí:/ desdicha de las mayores/ que a un hombre puede venir./ No sé donde me criaron;/ pero sé decir que fui/ destos niños de dotrina/ sarnosos que hay por ahí», se presenta Pedro de Urdemalas en el texto de Cervantes –perteneciente a «Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados»–. En ella aprendió lo que eran los azotes –«que siempre sobran allí»–, a tener hambre y a «(...) hurtar la limosna,/ y desculparme y mentir». También a leer, escribir y orar. Todo ello le cansó y decidió embarcarse rumbo a conocer el mundo. Y a labrarse un camino, «por derecho propio» –en palabras de Jerónimo López Mozo, responsable de la versión–, en el mundo de la picaresca española. Algo que «queda más que acreditado en el monólogo en el que da cumplida cuenta de sus andanzas por tierras españolas y americanas –continúa–. Por voluntad de su autor, es el encargado de guiar a los lectores o espectadores a través de la España habitada por las gentes que hemos venido en llamar el pueblo llano [labradores, pastores, zagalas, sacristanes, gitanos, alguna viuda devota y rica, ciegos que ven, alcaldes de aldea, alguaciles y escribanos]». Sin galanes ni damas. Anteponiendo personajes reales, muy alejados de la realeza y las pomposidades. «Gracias a él podemos ver que el mundo no ha cambiado mucho; siguen los mismos vicios, debilidades, virtudes, preocupaciones y ambiciones del ser humano», apostilla Rafter. La mezcla de sus historias termina siendo una antología de magníficos entremeses y un tributo de Cervantes al mundo del teatro, particularmente al del actor. «Quizá como premio al buen cumplimiento del encargo, quiso el padre del Quijote premiar a Pedro con un oficio cuyo ejercicio le permitía ser unas veces rey, otras matachín, fraile también y, llegado el caso, hasta papa. Es decir, que le hizo farsante, convirtiendo de ese modo su obra en uno de los mayores homenajes que un autor dramático haya dedicado al mundo de la farándula». De igual mundo se ha valido Denis Rafter para levantar el montaje que se estrena en el Corral de Comedias: «Decidí que la única manera de representarlo era con una perspectiva total de lo que es el teatro –comenta el director–. Un juego, una confianza y complicidad con el público, una mezcla de muchos estilos de comedia, y la magia que éste ofrece: meta-meta-teatro. En tres dimensiones, con los actores presentes en el escenario durante toda la obra. Y cómo no, introducir a Cervantes como otro farsante más, un creador obsesionado con los personajes que viven en su imaginación, cada uno buscando protagonismo mientras él mira del cielo a la tierra y de la tierra al cielo».

Jóvenes y preparados

En su parcela, López Mozo también ha querido dejar su marca en este «Pedro de Urdemalas» con «algunos versos compuestos por mí, necesarios para enlazar escenas o llenar vacíos. Son pocos y breves para que su integración en el texto original no resultara perturbadora». Un retoque que no le distancia de la esencia cervantina que algunos detractores han tildado de «confusa y poco amena» en esta obra. «¡Se equivocan –dice el autor de la versión–! Y es fácil demostrarlo: llega ahora a los escenarios de la mano de un grupo de jóvenes y excelentes actores y, como responsable, he querido que el texto que ellos digan difiera poco del que escribió Cervantes. Será algo más corto, pues he prescindido de algunas partes con más peso narrativo que teatral. En cuanto al léxico, he mudado algunas palabras que ya no figuran en el diccionario o cuyo significado, aun estando vigente, ha perdido su primitivo sentido. Con el propósito de que mi manipulación no fuera traumática, he conservado aquellas cuyo significado puede ser fácilmente deducido por el contexto en que son pronunciadas. Y con la misma intención, no he incorporado vocablos actuales, sino que los he buscado en el rico caladero del vocabulario cervantino».

LA JOVEN NO PARA

Primer año de la cuarta promoción de La Joven CNTC y todo marcha como debe. Con un aprendizaje común, la compañía se ha desdoblado en dos elencos que no dejan ni un momento de producir. El primero de ellos ya estrenó en la primera mitad del año «La villana de Getafe», de Lope de Vega, bajo la dirección de Roberto Cerdá. El segundo tiene ahora su momento, el de levantar definitivamente su «Pedro de Urdemalas» en el Corral de Comedias de Almagro (Ciudad Real) antes de ocupar la sede de la CNTC –Teatro de la Comedia– de diciembre a enero de 2017.
Dónde: Corral de Comedias. Almagro.
Cuándo: 29, 30 y 31 de julio.
Cuánto: desde 20 euros.