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Nuevos formatos contra la crisis

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El teatro por entregas, íntimo (en habitaciones de hoteles y casas particulares) o el microteatro, enganchan al público
Habrá quien diga que no hay nada nuevo sobre la escena desde los griegos. Y, efectivamente, el acto comunicativo viene siendo el mismo: un actor (o actores) que sirven de médium entre un dramaturgo y el público. Pero a lo largo de los siglos ha habido pequeñas revoluciones tanto estéticas como literarias y, también, por qué no decirlo, económicas. En los últimos años han ido surgiendo experiencias con alto componente novedoso, algunas más perecederas que otras. La crisis, sin duda, obliga a agudizar el ingenio, como reconocen la mayor parte de sus impulsores. Una de las más exitosas ha sido Microteatro por Dinero (c/ Loreto y Chicote, 9. Madrid), que, dicho vulgarmente, consiste en adaptar la idea del cortometraje al teatro (no más de 15 minutos por obra) y habilitar un local, al más puro estilo multicine, pero con salas aún más pequeñas donde se apretujan una decena de espectadores. «Prefiero decir que somos una nueva alternativa de ocio, pues ya la gente no tiene que elegir entre irse a tomar unas cañas o al teatro: se puede hacer todo junto», comenta Verónica Larios, una de las fundadoras. Así es, hay cuatro pequeñas salas que ofrecen hasta seis funciones por día (en cada tramo horario, porque existe sesión golfa algunos días de la semana) con títulos escritos ex profeso para el espacio según un tema común que se va cambiando cada mes. El factor precio es muy importante en el éxito de la propuesta, pues el acceso a cada una de las salas cuesta 4 euros por función. Así que hay quien puede pagar el precio de una entrada convencional por cuatro microobras, o una cantidad inferior y dedicar lo sobrante a tomarse algo en el bar de la planta superior. La convocatoria de rostros conocidos y públicos ha sido tal que parte de la profesión los tacha de excesivamente comerciales: «Es cierto que muchos actores conocidos han querido participar, pero reservamos una sala por mes para gente totalmente desconocida», precisa Larios.
De fenómeno puede clasificarse la irrupción en la escena madrileña de la Casa de la Portera (c/ Abades, 24), literalmente, el bajo donde habitaba la responsable de una portería en el barrio de Lavapiés. Aquí la longitud de las obras es mayor, pero existe una limitación espacial que obliga al público (que no pueden ser más de 26 personas) a cambiar de habitación si la obra se desarrolla en distintos escenarios. «Es una barbaridad lo que está sucediendo, pero no económicamente. La sala no nació con esa vocación, nos podemos mantener, pero la gente que actúa aquí se lo toma como algo que suma en su economía, no lo principal, y en el momento que estamos que todos son recortes ya es bastante», afirma José Martret, cofundador junto a Alberto Puraenvidia, responsable de la impresionante decoración «vintage». Además de una experiencia diferente para el espectador, supone una técnica actoral diferente: «No hay que proyectar la voz para que llegue a la última fila. Se trabaja como en cine porque el espectador está, como la cámara, a dos palmos de ti», continúa Martret.
Por imaginación, que no quede: buscando una manera de fidelizar al público, Fran Calvo y Luis López de Arriba dieron con la fórmula. Si una serie televisiva congregaba a los espectadores semana tras semana, ¿por qué no llevar el formato al teatro? Así nació Teatro en Serie, compañía y obra que levantó el pasado mes de septiembre telón –metafóricamente hablando– en la librería que Fernando y Jesús Trueba tienen en la zona de Ópera, La Buena Vida (c/ Vergara, 10). Ya han estrenado los capítulos I y II de una serie de cuatro, que tienen pensado acabar en mayo. ¿Y por qué tan pocos capítulos, por qué no convertirse en un culebrón que dure años y años como la británica «Coronation Street» o nuestro «Cuéntame», puestos a soñar? «Cuando nació la idea, no teníamos garantías de que pudiera funcionar, de que fuera a durar más o menos. Nuestro planteamiento inicial era intentar resistir y tener la capacidad de seguir sorprendiéndonos», explica Calvo, quien también protagoniza esta historia, ambientada, cómo no, en una librería, por la que vamos viendo pasar las vidas de varios personajes. «Teníamos como referente "Friends"; ellos se reúnen en una cafetería, y en nuestro caso, una librería», reconoce el actor. La obra puede verse viernes, sábados y domingos por 10 euros, consumición incluida (en taquilla u on-line; 8 si se adquiere en preventa en la misma librería). En cada capítulo hacen un «previously», esto es, un breve resumen del anterior, y tienen pensado hacer un maratón, al estilo de las series televisivas, con los cuatro episodios –cada uno dura unos 50 minutos– cuando terminen. «Es gratificante que haya un auge de nuevos formatos como éste», explica Calvo, quien tiene claro que «nuestro presupuesto y capacidad de comunicación y promoción son limitados; son proyectos que se llenan gracias al boca a boca y al tiempo».
Mucho menos material es la propuesta del Teatro Íntimo de Santi Senso, también impulsor de las cuatro primeras ediciones del festival internacional de la especialidad. Aquí no importa ni la duración (algunas propuestas pueden durar tres horas) ni el espacio (aunque se desarrolle en habitaciones de hotel, casas particulares, naves industriales), sino la experiencia: «La dramaturgia está viva y están implicados en ella los huéspedes, clientes o inquilinos que acudan. Lo importante es compartir y el generoso no es sólo el que se da, sino el que se permite recibir». Un poco reticentes al principio, los programadores cada vez incorporan más este tipo de propuestas a sus teatros. Estos actos íntimos se realizan entonces con el público encima del escenario. El riesgo es real porque ni siquiera el protagonista sabe cómo va a acabar, pues la participación de los espectadores no es accesoria, sino fundamental para la trama. Un ejemplo es «Desnudando a los clásicos», en el que no solamente desnudan los secretos de Zorrilla, Dante y Shakespeare, sino que sus protagonistas salen a escena sin ropa desde el principio. Según Senso, el principal objetivo de un acto íntimo es mostrar la «vulnerabilidad, porque entonces estamos en la antesala del pudor para invitar a que la vergüenza se manifieste, de esta manera actuaremos sin ninguna coraza».

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