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«The opera locos»: Un juguete bien afinado

larazon

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Autor: Yllana. Directores artísticos: D. Ottone y J. O’Curneen. Directores musicales: M. Coves y M. Álvarez. Intérpretes: M. Rey Joly, M. Teba... Teatros del Canal. Madrid.
Hasta el 7 de octubre.
Arias de «Nabucco», «Carmen», «Turandot», «La bohème» y «Sansón y Dalila», entre otras populares óperas, conforman el repertorio de este espectáculo con el que la conocida compañía Yllana demuestra que no le tiene miedo a ninguna disciplina escénica y que en todas ellas sabe colocar muy visible el reconocible marbete de su estilo. Obviamente, «The opera locos» no trata de erigirse en un espectáculo memorable para los apasionados y puristas del género; el resultado de tal intento hubiera sido un fatuo despropósito. Precisamente, el gran acierto de los directores artísticos David Ottone y Joe O’Curneen radica en la aparente modestia de su propósito: diseñar simplemente el formato más propicio para posibilitar, sin renunciar lo más mínimo a la calidad, un encuentro distendido y ameno entre el gran público y un ramillete de compositores a los que muchos, por la escasa formación que tradicionalmente ha existido en este campo, jamás se hubiesen atrevido antes siquiera a dirigirse por considerarlos elitistas, aburridos o indescifrables. Indudablemente, para que en ese encuentro todo discurriese adecuadamente, hacía falta contar con unos directores musicales de la talla de Manuel Coves y Marc Álvarez y con unos anfitriones tan preciados, lúcidos y generosos como son los cinco intérpretes que conforman el elenco. Pocos podrán encontrarse tan apropiados para esta propuesta como la soprano María Rey Joly, la mezzo-soprano Mayca Teba, el barítono Enrique Sánchez Ramos, el tenor Antoni Comas y el contratenor Jesús García Gallera; no solo por su versatilidad estrictamente musical, sino también por su capacidad para aventurarse con elegancia y admirable soltura en los caminos de la comedia teatral que exige la esquemática pero eficaz dramaturgia. Expresada en el escenario a través de una suerte de pantomima de aires cinematográficos y chaplinescos, que es un lenguaje en el que Yllana se maneja como nadie, es esa línea argumental de comedia pura la que permite engarzar las distintas piezas operísticas para dispensárselas sucesivamente al espectador en el momento más eficaz: cuando la sonrisa ha empezado a dibujarse ya en sus labios. Hay situaciones francamente ingeniosas, como la fusión de piezas clásicas y canciones pop bajo unos mismos acordes, y otros muy vibrantes y hasta virtuosos, como la apoteósica interpretación final del Nessum dorma.

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