
Efemérides
Todos al hule, medio siglo de una corrida dramática
Hace medio siglo, en el San Isidro de 1975, la plaza de Las Ventas vivió una corrida verdaderamente dramática, en la que todos los toreros resultaron heridos

25 de mayo de 1975. Decimoséptimo festejo de la feria de San Isidro. El cartel, un mano a mano entre Ruiz Miguel y Antonio José Galán. En los chiqueros un encierro de Alonso Moreno, remendado al final con un toro de El Jaral de la Mira que haría sexto. La función ya tuvo el santo de espaldas desde que un par de días antes se rechazase la corrida prevista y anunciada para el día 24 y, al no haber más toros en aquel momento y para evitar la suspensión, se tuviese que echar mano del lote preparado para este día 25, teniendo el ganadero que traer más toros para solventar la papeleta de dicho mano a mano.
Con lleno a reventar, Ruiz Miguel había sido aplaudido al acabar con el que abrió plaza, que le dio una aparatosa voltereta y le produjo un desvanecimento que le impidió lidiar sus otros dos toros. Antonio José Galán estuvo voluntarioso con su primero, siendo recompensado con una gran ovación. No pudo, sin embargo, con la bravura del cuarto, muy ovacionado en el arrastre, y resultó cogido por el quinto. Julián de Mata, el sobresaliente, se hizo cargo de los dos toros que faltaban. Se quedó muy quieto con el que causó el percance a Galán y al torear de capa al sexto sufrió un desarme, siendo perseguido por el toro que, en el suelo, hizo por él y le córneo muy feamente.

Cuando las cuadrillas, sin sus matadores, se retiraron del ruedo, el público les tributó una gran ovación al tiempo que abucheaban a la presidencia, por haber ordenado que saliese el sexto toro. Jaime Ostos, desde el tendido, intentó hacer valer su prestigio profesional y pidió que la corrida se suspenda, mientras que otro matador de toros, Bartolomé Sánchez “Simón”, asímismo presente en la plaza como espectador, solicitó permiso para matar a ese último toro de la tarde y no solo le fue denegado sino que fue detenido.
Ruiz Miguel sufrió una herida en la región superciliar y molar izquierdas, un puntazo en la cara posterior del muslo izquierdo y una conmoción cerebral de pronóstico reservado.
Antonio José Galán resultó con contusiones múltiples y también conmoción cerebral, mientras que Julián de Mata sufrió una cornada en la cara posterior del hemitórax derecho entre la novena y la décima costilla, penetrando en la cavidad torácica, lo que produjo grandes destrozos en los lóbulos inferior y medio del pulmón derecho, contusionando el pericardio. Todo ello ocasionó un intenso shock traumático que precisó 1.200 cm³ de sangre, siendo el pronóstico de su percance muy grave.

Federico Sánchez Aguilar, en El Ruedo, reflexionaba así sobre este tan accidentado festejo: “Cuando el presidente no atendió la petición casi unánime del público, que demandaba la suspensión de la corrida tras la muerte del quinto toro, estaba cumpliendo inexorablemente el reglamento. Pero es evidente que, después de haber comprobado el nulo oficio del sobresaliente, que acababa de matar, como Dios le dió a entender al toro que había herido a Galán, el público mascaba la tragedia y por humanidad hacía este ruego al señor presidente. Este aplicó el reglamento y ocurrió la tragedia que todos intuíamos sin necesidad de haber estudiado en Salamanca. En el tercer capotazo, el infortunado Julián de Mata sufrió una tremenda cornada. Naturalmente, los más sensibles espectadores, y no hay que confundir sensibilidad con sensiblería, abuchearon al inexorable señor García Valiño. Y es que, a mi entender, cuando está en juego, la vida de un hombre, no sé hasta qué punto tiene valor la reglamentación, que, por otra parte, ha sido vulnerada frecuentemente en esta misma feria”.
Al día siguiente Ruiz Miguel volvió a Las Ventas, logrando dar una vuelta al ruedo y recibir una ovación, y Antonio José Galán reaparecía a las cuarenta y ocho horas, paseando una oreja de un toro de Conde de la Corte. Mientras tanto, Julián de Mata seguía en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte.
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