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Un estudio revela que la Roma Imperial fue una encrucijada de razas como hoy lo es Nueva York

Por primera vez se cuantifican las líneas migratorias durante el crecimiento del Imperio Romano
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Por primera vez se cuantifican las líneas migratorias durante el crecimiento del Imperio Romano
Roma fue durante milenios una encrucijada por la que pasaron poblaciones remotas cambiando la genética de sus moradores, un fenómeno ahora investigado para revelar un último misterio: ¿Quiénes eran los ancestros de los antiguos romanos?
La ciudad de Roma, según la tradición, se fundó en el año 753 aC y en menos de mil años se convirtió en la capital de uno de los mayores imperios que el mundo ha conocido, dentro de sus fronteras llegaron a vivir alrededor de 70 millones de personas.
Sin embargo, poco se sabe de la genética de los antiguos romanos. Ahora un estudio que se publica Ciencia y que lleva su portada con una foto del Coliseo al atardecer, aporta datos sobre los cambios migratorios que pasaron por el centro de la península itálica y engrosaron la sociedad romana.
Para ello, un equipo internacional de expertos recuperó los datos genéticos de 127 individuos antiguos, los datos de 29 yacimientos claves en la prehistoria e historia romana, e indagó los cambios genéticos en aquella sociedad en un arco temporal de 12,000 años.
“Hemos encontrado conocer el componente ancestral (...) y reconstruir las líneas de influjo migratorio a lo largo del tiempo en el seno de la población de Roma”, explica Alfredo Coppa, profesor de la Universidad La Sapienza y uno de los autores del informe.
Diez mil años antes de Cristo la península itálica fue ocupada por poblaciones nómadas. Llegaron al parecer del oeste, pues las que se asentaron en la zona de la futura Roma son “genéticamente similares” a los occidentales.
Los resultados apuntan a lo que se produce al menos dos grandes migraciones hacia el área de Roma: la primera entre los años 7,000 y 6,000 aC, coincidiendo con la transición neolítica, con inmigrantes llegados de la Anatolia y de Asia Menor.
La segunda tuvo lugar en la Edad del Bronce, entre los años 2.900 y 900 aC, gracias a los avances tecnológicos que facilitaron los desplazamientos y los contactos entre grupos humanos, como la invención de la rueda, lo que provocó un rebote de occidentales.
Mil años antes de Cristo se empezaron a fundar las primeras urbes etruscas y latinas: en el 509 aC se fija el origen de la República de Roma y desde 146 aC, tras las Guerras Púnicas, los romanos emprendieron su expansión por el norte de África, Iberia y Grecia.
Es en ese período cuando se detecta una presencia de ascensos de la estepa, del Cáucaso, neolíticos iraníes y norteafricanos, adquiriendo una genética “aproximada” a las poblaciones mediterráneas modernas.
En el año 27 aC César Augusto erige el Imperio, lo que facilita los movimientos y la interacción de sus habitantes en aquel territorio vasto, gracias a las infraestructuras, las campañas bélicas y las rutas de la esclavitud.
En el estudio se señala que, aunque los contactos están muy bien documentados, “poco se sabe sobre su impacto genético”.
Ahora, con el análisis de 48 restos, se sabe que en ese período de tiempo se produjo un cambio de ascendencia hacia el Mediterráneo oriental y con “muy poca” originaria de Europa occidental, compartiendo alelos con jordanos, iraníes y libaneses.
Una de las conclusiones es “La estructura de la población romana se modificó en base a las líneas migratorias que cambiaron mientras se asentaba como Estado y hasta la creación del Imperio”, sostuvo Coppa.
El estudio, sin embargo, no se detiene en la Roma imperial, sino que va hasta el medio, pero el profesor, aunque celebra su publicación en Ciencia, recuerda que aún está en fase preliminar.
La utilidad de estos datos biológicos es también histórica, porque permite conocer la estructura de la población, las dinámicas que formaron, la información sobre cómo aquella gran ciudad que llegó a ser “caput mundi” se movió en un polo de atracción de culturas.
“Hace comprender un poco cómo se formó la población de Roma en base a las varias influencias. Esta población no solo experimentó un crecimiento en su estructura interna, sino que el crecimiento fue a través de un modelo migratorio de integración”, subraya.
Para Guido Barbujani, de la Universidad de Ferrara, que no participó en el estudio, durante el período imperial, “Roma era como Nueva York: una concentración de personas de diferentes orígenes”

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