Buscar Iniciar sesión

«Vamos a hacernos una foto opinando»

Tras permanecer años en un cajón, la imagen se recupera con la reedición de la obra de Pablo Suero «España levanta el puño». María Teresa León dio la idea y los presentes posaron puño en alto
larazon
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

Creada:

Última actualización:

En 1936, en los meses previos a la Guerra Civil, buena parte de los poetas de la llamada Generación del 27 dieron diferentes muestras públicas de apoyo al Frente Popular. Ya fuera a partir de la firma de manifiestos o participando en diferentes actos políticos, la intelectualidad de la época demostró en la mayoría de casos un apoyo incondicional a la causa de la izquierda frente a la CEDA de José María Gil Robles. Buena prueba de ello es una entrevista publicada el 10 de junio de 1936 en el diario «El Sol», firmada por el caricaturista Luis Bagaría y realizada a Federico García Lorca. El poeta granadino no vacilaba en el instante de afirmar que aquel era el momento del compromiso porque «ningún hombre verdadero cree ya esa zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse hasta la cintura en el fango para ayudar a los que buscan azucenas».
Amigo de todos
Y todo eso, ese cambio político y social en España cuando los tambores de guerra no parecían tan lejanos, es lo que quiso retratar con la palabra un periodista argentino –aunque nacido en Gijón– llamado Pablo Suero. Sus impresiones fueron recogidas posteriormente recogidas en un estupendo libro que Espuela de Plata acaba de reeditar, titulado «España levanta el puño». Publicado por primera vez en 1937, sigue siendo hoy en día un testimonio de primer orden para entender, desde la mirada de muchos de los protagonistas, buena parte de los acontecimientos que se sucedieron en aquella época. Porque Suero los entrevistó a todos, desde José Antonio Primo de Rivera a Manuel Azaña, pasando por Indalencio Prieto y José Calvo Sotelo. En un orden más literario también se acercó a los estudios o a los cafés donde pudo conversar con Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna y Federico García Lorca.
Pero esta nueva edición presenta novedades interesantes a la labor de estudio de Mirtha Mansilla y Alfonso López Alfonso, quienes han podido consultar los papeles personales de Suero. Entre toda la nueva documentación reunida, casi toda inédita hasta el momento, destaca una fotografía que es todo un hallazgo por sí sola. Ha permanecido sin publicar por espacio de 80 años y sabemos que era todo un tesoro para Pablo Suero, que la mantenía bien custodiada en uno de los cajones de su escritorio. La imagen, probablemente realizada por el mes de mayo, del leal cámara que acompañaba al argentino en todos sus reportajes, es un testimonio de primer orden.
Se trata de un recuerdo gráfico de un homenaje que un puñado –no hay palabra mejor para describir al conjunto– de escritores dedicaron a Suero. Una comida tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, aquellas en las que las fuerzas republicanas de izquierdas levantaron el puño y se alzaron con la victoria. Eran los días en los que la derecha más radical había empezado a conspirar contra el régimen que había llegado a España en abril de 1931, sin derramar ni una gota de sangre, tras la caída de Alfonso XIII.
En un restaurante madrileño se reunieron un pequeño grupo de intelectuales, probablemente los más importantes del grupo poético nacido en 1927 para conmemorar el aniversario de Luis de Góngora. El propio Suero escribió de aquel día en el que «Federico y Alberti reían al compás. Aleixandre, un poeta finísimo, sonreía bajo el bigote rubio. Manolo Altolaguirre, uno de los más vigorosos poetas de la nueva generación, me abrazaba cordial. Adolfo Salazar, formidable y erudito crítico, nos divertía con sus retruécanos». No estaban solos porque con ellos también se contaban las escritoras Concha Méndez y María Teresa León, compañeras de Altolaguirre y Alberti, respectivamente, así como el actor Enrique Serrano y los poetas Carlos Rodríguez Spiteri y Arturo Serrano Plaja.
La idea había surgido de Lorca, tan amigo de Suero que había glosado los éxitos del autor de «Bodas de sangre» durante su estancia en Argentina. El granadino le había prometido que «tenemos que darte una comida los poetas jóvenes», tal y como rememora Suero en las páginas de «España levanta el puño» donde recoge que «así fue. Ya habían triunfado las izquierdas. Ya Azaña había asumido el poder. Pero se vivía en Madrid una atmósfera de sobresaltos».
Poetas inquietos
No era un sentimiento nuevo para el periodista, quien anteriormente había vivido esa impresión, la de que algo se estaba preparando, ya que vivió en 1930 el fracasado levantamiento en el aeródromo de Cuatro Vientos. No era el único preocupado porque «los poetas, mis amigos, también estaban inquietos. No necesitaba yo más pruebas de la tremenda división que se ahonda entre el pueblo español y los enceguecidos y los militares, que no querían en modo algunos que Azaña volviese a rehacer la obra de depuración de su primer gobierno que deshizo Gil Robles en un grotesco y trágico por el Ministerio de la Guerra y que consintió en poner límite a la roedora burocracia de un ejército absurdo, que constaba de 19.906 oficiales –¡entre ellos ochocientos y pico generales!– para 207.000 soldados, y menos aún en los períodos de licenciamiento». En su libro, Suero recrimina a Azaña que pese a querer enfrentarse al problema sus «escrúpulos de intelectual» finalmente «le impidieron apagar la chispa antes de que cundiera en hoguera».
La comida tuvo lugar en un restaurante madrileño del que, por desgracia, desconocemos el nombre. Y es que las ventas y los cafés se convirtieron en uno de los mejores puntos de encuentro de una generación marcada por la amistad, por las tertulias hasta que el cuerpo aguantara. Habitantes de verbenas y salones, como los del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, los jóvenes poetas siempre brindaron por la amistad y por el compromiso político y social. Aquel homenaje se extendió más allá de la hora torera de las cinco de la tarde repleta de «aquella cordialidad, aquel afectuoso respeto de unos con otros, aquella hermandad en gustos y en ideas, le daban un gusto nuevo al vivir. Y cada uno de ellos vibraba con cada pulsación de España. La literatura no obliteraba en ellos del sentimiento de su obligación de servir al país, al pueblo, a la humanidad».
Aquel momento, ese encuentro único debía ser inmortalizado para la eternidad. Así lo entendió María Teresa León quien propuso a los asistentes «¡vamos a hacernos una foto opinando, para que Pablo se lleve de recuerdo!». Todos opinaron levantando el puño, el símbolo de su apoyo a la Segunda República y al compromiso con el Frente Popular.
Un periodista para gardel
Pese a haber nacido en Gijón, Pablo Suero fue uno de los grandes nombres del periodismo argentino del siglo XX, a donde llegó muy joven. Tras pasearse por numerosas redacciones, finalmente se convirtió en reportero de referencia y en crítico teatral. Pero su ambición literaria fue más allá, siendo él mismo autor dramático lo que hizo que fuera uno de los primeros en darle a una desconocida joven actriz llamada Eva Duarte, Evita Perón años más tarde. También fue letrista de tangos cantados por Carlos Gardel, como «¿Se acuerdan, muchachos?». Su ambición periodística lo hizo entrevistar a Pirandello, Stefan Zweig, Colette, Vicente Huidobro o Ramon Novarro. Su gran amor por España se refleja en las páginas de «España levanta el puño» donde recoge declaraciones realizadas por los políticos más importantes de la Segunda República, sin importar su color político. Tampoco se olvidó de los escritores del momento, desde Benavente a Alberti, siendo especialmente uno de sus más grandes amigos Federico García Lorca. Era un verdadero periodista todoterreno al que merece la pena reivindicar.