Van Gogh: ¿Se mató o lo mataron?
Hoy se ha subastado el revólver con el que supuestamente se suicidó el artista en 1890 por 162.500 euros
Es un arma vieja, oxidada; un Lefaucheux de 7 mm. Apareció en 1960 en el campo donde supuestamente murió Vincent Van Gogh y hoy ha sido vendida en una subasta en Francia. Ha sido vendida por 162.500 euros y eso a pesar de las dudas que existen acerca de si este es el objeto que, efectivamente, causó el fallecimiento al pintor. Parece que los análisis cronológicos coinciden y que el gatillo, por la posición, abierta, indica que se acababa de disparar. Unas circunstancias que darían la razón a los mitómanos que sostienen que es el revólver original, aunque, para otros muchos, estas pruebas no son concluyentes. Pero lo que es realmente interesante es si Van Gogh se mató con un disparo en el pecho, como la tradición ha sostenido hasta ahora, o no.
Su leyenda de artista incomprendido alcanzó cotas míticas con su abrupto final. Durante años nadie discutió la teoría de su suicidio, algo que nadie cuestionaría por esa sucesión de dramas que siempre resultó su existencia. Pero la última biografía que se ha publicado en España sobre el autor de «La noches estrellada» aporta alguna novedad al respecto. Aunque es una proposición sorprendente, tampoco hay que desecharla ni dejarla de lado. Los autores de la semblanza, los norteamericanos Steven Naifeh y Gregory White Smith, sostienen que el creador cayó fulminado en un accidente. Al parecer, René Secrétan, un joven adolescente, un veraneante de 16 años, con la imaginación absorbida por el imaginario del Lejano Oeste, jugaba con unos amigos en las afueras de la localidad de Auvers-sur-Oise con un arma que había cogido de casa. Las circunstancias que rodean cómo terminó produciéndose el tiroteo todavía son confusas.
El propio Secrétan, en el transcurso de un encuentro en 1957, a la edad de 83 años, se refirió a este asunto, pero evitó, lógicamente, incriminarse. Al parecer era un gamberillo, alguien que rodeado de la pandilla salía a corretear por ahí. De vez en cuando, le gustaba chinchar al artista, que no debía tener la paciencia como mejor virtud, para sacarle de las casillas. No se sabe si fue una discusión entre el chaval y el artista, que podía estar enfadado por alguna de sus bromas, o una gracia que salió mal, pero la cuestión es que Van Gogh acabaría encajando una bala en la ruta que llevaba a Chaponval y, posteriormente, muriendo.