Verdi, en la sala de operaciones
La popularidad es siempre sospechosa. La capacidad de Verdi para llegar al pueblo es el único elemento que hace temblar su incuestionabilidad. Arturo Reverter, uno de los mayores expertos operísticos de nuestro país, y colaborador de LA RAZÓN, acaba de publicar coincidiendo con su bicentenario «Las 50 mejores óperas de Verdi» (Alianza), en donde realiza un análisis histórico, musicológico y vocal (en el que destaca a los principales cantantes, tanto actuales como históricos, que han interpretado las piezas del maestro de Busseto. Es el séptimo libro en solitario de Reverter, que recientemente ha publicado «Alfredo Kraus, una concepción del canto» y «El arte del canto». Siempre crítico, asegura que se ha buscado un número redondo, pero que, «de esas 50, no todas tienen el mismo nivel musical. Pero hay, por lo menos, 20 indiscutibles. En la selección también hemos tenido en cuenta el papel que juegan dentro de la narración dramático musical, o su popularidad».
En el corazón del pueblo
Se trata del compositor más universal del género, algo que no duda el autor, pero ¿por qué? «Para que llegue a un público amplio es importante que se pueda tararear. Si no se tararea, no vale. También Donizetti y Bellini lo lograban, pero no llegaban de la misma manera al corazón del pueblo», subraya Reverter. Encontramos así la primera característica de las arias verdianas. En general, son pegadizas. Otra es que el compositor logra hacer evolucionar una forma musical que en los siglos XVII y XVIII suponía una detención de la acción dramática. Verdi, en sus últimas composiciones, incluso logró una especie de continuo en el que los números no se distinguían fácilmente unos de otros. «A medida que avanzamos, aparecen las arias más complejas y ricas de temas. Por ejemplo, se aprecia en el aria "Ma Dall'arido stelo divulsa", de Amelia en "Un ballo in maschera"; esta mujer se encuentra despavorida en medio de una noche terrible en busca de una hierba que le quite el amor. Vamos observando cuatro o cinco temas que se van desarrollando», aprecia el crítico. También nombra la última aria de Elisabetta en «Don Carlo», «riquísima de contenido», en la que reflexiona sobre el amor que siente hacia Don Carlo y su deber como esposa». Pero si tuviera que quedarse con una sería con «Ella Giammai m'amò», que corresponde al personaje de Felipe II : «Nos lleva a conocer la profundidad, la psicología... Medita su situación actual, sobre el amor de la mujer sobre su hijo y los problemas con la Iglesia». En la eterna comparación con Wagner, del que también se cumple el bicentenario, Reverter lo tiene claro: «La ventaja de Verdi es que la música es muy sencilla. Llega enseguida a la entraña dramática. Logra con apenas cuatro pinceladas una situación dramática, mientras que Wagner necesita 20 minutos».