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Viajes en un Simca 1000

larazon

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Valencia 1970, un Simca1000 blanco apodado «Manolete» viaja rumbo a un pueblo de la sierra de Albacete; aunque hoy nos parezca mentira, en ese coche viajaba una familia con cinco niños. La banda sonora: «Mi carro», de Manolo Escobar. Éste es quizá el primer recuerdo que tengo de Él. Ni que decir tiene que el apodo del coche era en honor del ídolo indiscutible de mi padre, Manolo Escobar, no por el torero. Tiempo después al pobre de «Manolete» le robaron no el carro, sino el radiocasette; cuando mi padre me contó lo ocurrido, le dije: «¡No importa, ya me las sé! Me refería a las canciones, claro está. También recuerdo con gran entusiasmo el día que por fin mi padre se decidió a comprar la ansiada tele en color después de meses rogándoselo. El motivo: la actuación de Manolo Escobar en el legendario «Cantares».
Estos son algunos de los recuerdos de mi infancia asociados al artista, y como los míos, sin duda, los de varias generaciones que crecimos oyendo sus canciones. Algunos años mas tarde la casualidad, el azar o el destino hizo que el artista me encargara un retrato para la carátula de uno de sus discos, «Contemporáneo», y gracias a eso tuve la fortuna de conocer a un hombre y a un artista excepcionales. Manolo tenía eso que sólo tienen los grandes, no sólo un gran talento, sino también sencillez, humildad y algo fundamental, una capacidad de trabajo sobrehumana que lo colocó en la cima de los artistas, no sólo más populares, sino más queridos de este país... y por algo sería. Siempre he defendido la excelencia de lo popular, se tiende a creer que aquello que gusta a una gran mayoría tiene que ser forzosamente malo, o simplemente no se valora lo suficiente, y en eso yo me siento totalmente identificado con él; ¿quién dijo que no se puede tener calidad y ser a la vez tremendamente popular? Manolo es uno de los mejores ejemplos posibles, y uno de nuestros ídolos que ha hecho felices a millones de personas a lo largo de tantos años de carrera.
Me emociono al recordar el tiempo que pasó en mi estudio mientras le pintaba el retrato, y me emociona aún más porque esos recuerdos me transportan de manera mágica a mi padre, y es muy curioso, por que con Manolo sentía el espíritu de mi padre muy cerca y lo imaginaba hinchado como un pavo, orgulloso viendo cómo su hijo pintaba a su ídolo. Y desde entonces Manolo sigue de alguna manera en mi estudio; le pedí que me dedicara una foto y allí la tengo. En ella reza: «Para Antonio de Felipe con toda la envidia del mundo».
De todos es sabido el gran amor que sentía por el arte, lo que quizá no sabía es que el arte... lo amaba a él, y España entera también.