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Vietnam: 30 años y 3 millones de muertos

Hastings indaga en un mastodóntico ensayo sobre la tragedia que supuso esta guerra tanto para EE UU como para los vietnamitas
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En 1950, Pablo Neruda publicaba la obra que iba a considerar la más importante de su prolífica trayectoria, «Canto general» –aparecida en México y luego en Chile, de forma clandestina–, con la que pretendía abordar la historia de Latinoamérica, a lo largo de más de quince mil versos.
En 1950, Pablo Neruda publicaba la obra que iba a considerar la más importante de su prolífica trayectoria, «Canto general» –aparecida en México y luego en Chile, de forma clandestina–, con la que pretendía abordar la historia de Latinoamérica, a lo largo de más de quince mil versos. Su intención era que llegara a ser un revulsivo para las gentes hispanas, maniatadas por las diferentes dictaduras que sepultaban las libertades en el continente y por el afán imperialista, siempre amenazador e intimidante, de los Estados Unidos, país que miraba sistemáticamente por encima del hombro a sus vecinos del sur. Este Neruda poeta que siempre se va a mover en clave política, en 1966, participando en un congreso internacional celebrado en el Pen Club en Nueva York, pronunció una conferencia e hizo un recital en el que empezó diciendo que aquella mañana había leído un poema de Whitman contra la guerra, tras lo cual el auditorio le aclamó puesto en pie: «Sin saberlo, con las palabras del bardo Walt Whitman, había tocado el corazón acongojado del pueblo norteamericano. La destrucción de las aldeas indefensas, el napalm quemando poblaciones vietnamitas [...] fue palpable y visible para los que me escuchaban. Ojalá que así sean de perdurables mis versos...», recordaría él mismo en el periódico «El Siglo» dos meses después. Y es que la larga guerra de Vietnam, que se prolongaría desde 1945 hasta 1975 y había estallado para impedir la reunificación de Vietnam bajo un gobierno socialista o comunista, aún tocaba la fibra sensible de parte de la población estadounidense, que se manifestaba en contra de que su nación interviniese en lo que fue el inicio de un periodo de marcada inercia pacifista tras el clamor popular de que se trataba de una guerra injusta. La guerra que ahora es objeto de estudio del historiador Max Hastings en «La guerra de Vietnam. Una tragedia épica, 1945-1975», tan impresionante que puede considerarse, dentro de la inabarcable bibliografía existente sobre este conflicto, uno de los mejores publicados hasta la fecha.
Hastings advierte de que por cada muerto estadounidense hubo cuarenta vietnamitas; por eso habla de que «se trató antes que nada de una tragedia asiática a la que se sobrepuso una pesadilla norteamericana». Un horror que se sufría también «in situ» por parte de Estados Unidos: en 1970 murieron varios jóvenes en la llamada Masacre de la Kent State (o Matanza del 4 de mayo) en la Kent State University, en Ohio, tras recibir los disparos de la Guardia Nacional, en medio de unas protestas contra la guerra después de que Richard Nixon comunicara la intención de invadir también Camboya, pese a prometer en 1968, al llegar a la presidencia, el fin del conflicto. Por entonces, se estaba llevando a escena una obra inspirada en un contemporáneo del autor de «Hojas de hierba», Henry David Thoreau, uno de los pioneros de la desobediencia civil y el pacifismo modernos, de Robert Edwin Lee y Jerome Lawrence, «The Night Thoreau Spent in Jail» (La noche que Thoreau pasó en prisión), y que, en aquellos tiempos constituía entre líneas a la vez un claro mensaje antibelicista de cara al espectador. Pues bien, después de las primeras funciones se canceló temporalmente uniéndose a la oleada de quejas indignadas de una población preocupada por si más gente joven iba a ser reclutada, solidarizándose con las siguientes movilizaciones en contra de la guerra y la brutalidad policial, produciéndose incluso una huelga del ámbito educativo de costa a costa de todo el país. Por todo lo dicho, es normal que Hastings aluda enseguida en la introducción a su libro a cómo esta guerra que duró dos décadas y provocó la muerte de entre tres y seis millones de personas, sobre todo en su fase final, «atrapó la imaginación y despertó el horror y, más aún, la repulsión de cientos de millones de habitantes de Occidente, a la vez que destruyó a un presidente de Estados Unidos y contribuyó a la caída de otro».
Enorme detallismo
Su libro es una crónica pormenorizada de todo lo ocurrido, con un nivel de detallismo como pocos historiadores son capaces de acometer, pero Hastings, modestamente, dice que no ha aspirado a hablar de todas las acciones, «sino más bien a captar el espíritu de la experiencia de Vietnam a lo largo de tres décadas». De modo que, como hace en todos sus libros, más allá de investigar los acontecimientos bélicos, en este caso se ha preguntado: «¿Cómo fue la guerra? ¿Cómo la vivieron los zapadores del norte de Vietnam, los campesinos del delta del Mekong, los pilotos de helicópteros Huey de Peoria (Illinois), los soldados rasos de Sioux Falls, los asesores de defensa aérea de Leningrado, los trabajadores de ferrocarril chinos, las chicas de los bares de Saigón...?». El esfuerzo de Hastings es extraordinario: pasó tres años entrevistando a decenas de participantes de todos los bandos, con una vocación de objetividad que queda demostrada en cómo explica que cada parte recurrió a mentiras y propaganda para sus fines, y que los horrores perpetrados a inocentes fueron igual de sangrantes. Como le dijo un amigo periodista cuando tomó su primer vuelo a Saigón con solo 24 años: «Y no te olvides: mienten, mienten, mienten». Se refería al alto mando de Estados Unidos, pero Hastings no tardaría en comprender que los comunistas de Hanói harían lo mismo. Lo interesante es que, aparte de las «copiosas crueldades y locuras» con las que se encontrará el lector en el libro, muchas personas tanto estadounidenses como vietnamitas «se comportaron con decencia. He intentado contar también historias de esta clase de personas, porque es un error permitir que la conducta virtuosa desaparezca en el caldero del estallido de las bombas, el salvajismo y las traiciones en el que abundan la mayoría de los estudios sobre la guerra».
Crueldad y decencia
De ahí que Hastings empiece su mastodóntico libro, muy bien ilustrado con numerosas fotografías, con la historia de un vietnamita que se convirtió en soldado, el cual «se embarcó en una sucesión de viajes y exilios, con algunas alegrías y muchos infortunios, como le ocurrió en general al pueblo vietnamita durante medio siglo». Así, el autor empieza a desgranar las características de un país, en su plano geográfico e histórico, para pronto detenerse en el que se convertiría en su líder, Ho Chi Minh, que ya dio muestras de su carácter insurrecto cuando fue expulsado del colegio en que cursaba la educación secundaria por «actividad revolucionaria». Para Hastings, muchos misterios rodean la vida del que fue presidente de la República Democrática de Vietnam, conocida como Vietnam del Norte, entre los años 1945 y 1969; un hombre sin el que no se entiende el Ejército Popular de Vietnam, ni el Viêt Công (denominación utilizada por Estados Unidos y sus aliados de Vietnam del Sur del llamado Frente Nacional de Liberación de Vietnam, la organización formada en 1960 por los guerrilleros que apoyaban al gobierno socialista de Ho Chi Minh que recibió apoyo de la URSS). «No llamaba la atención por sus escritos, que carecían de originalidad, sino por su extraordinaria capacidad de inspirar en otros fe, lealtad e incluso amor», apunta el historiador, que examina a este personaje –su nombre era un seudónimo, «el que trae la luz», significaba– a la par que surgen los políticos norteamericanos con sus argucias e insistencia en una guerra que solo les iban a deparar una gran humillación. El balance, en última instancia, sería increíblemente desolador, con millones de muertos, lisiados y enfermos graves por culpa de haber estado expuestos a productos químicos venenosos. La factura –aparte de una cifra de 58.000 bajas– para Estados Unidos sería, además, descomunal: se calcula que la guerra costó a la nación unos 150.000 millones de dólares, muchos menos
que la guerra de Irak.
Nacido en Londres en 1945 Max Hastings (en la imagen) ha sido corresponsal para varios periódicos y para la BBC en más de sesenta países. Dirigió el «Daily Telegraph» y el «Evening Standard» y ha publicado una veintena de obras, algunas traducidas por la editorial Crítica y que rondan las ochocientas páginas cada una: «La guerra secreta. Espías, códigos y guerrillas, 1939-1945», donde contó la otra cara de esta historia: la de los servicios secretos, las operaciones especiales y las guerrillas; «Némesis. La derrota del Japón 1944-1945», en que recogía testimonios de los supervivientes; «Armagedón. La derrota de Alemania 1944-1945», que contaba la historia de la última gran campaña de la segunda guerra mundial: la batalla por la conquista de Alemania, «que comenzó como el mayor hecho militar del siglo XX y acabó como su mayor tragedia humana»; «1914. El año de la catástrofe», en que retrató una Europa que creyó iniciar «la guerra para acabar con todas las guerras»; «se desataron todos los infiernos. Historia de la segunda guerra mundial», que, como dice el propio autor, «es sobre todo un libro de experiencias humanas»; y «La guerra de Churchill. La historia ignorada de la segunda guerra mundial», sobre el líder de guerra más grande de Gran Bretaña hasta 1940, al menos.

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