«Viudas»: Corrupción en Chicago

Steve McQueen necesita sentar cátedra, hacer películas importantes, a ser posible que se definan con un sustantivo contundente. Hasta el momento su talón de Aquiles era una cierta tendencia al subrayado moral, a las mayúsculas escritas con carboncillo, compensada con una elegancia melancólica en las formas que combinaba con una sequedad un tanto hostil. Basada en una serie televisiva emitida en la BBC en 1983, en «Viudas» aspira a hacer un gran fresco de la ciudad de Chicago como metrópolis de la corrupción institucionalizada, una crónica de supervivencia femenina armada en contra de un mundo dominado por hombres y una película de atracos atravesada por la singularidad de género.

Al filme le falta el brío estético de sus anteriores títulos, como si hubiera intentado borrar su pasado como videoartista a fuerza de cultivar un frío neoclasicismo de «qualité». Algo que perjudica el camuflaje de sus graves incongruencias en la construcción de personajes y en los absurdos giros de guión (a los que no debe de haber resultado ajena la escritura de la Gillian Flynn de «Perdida»). Para empezar, cuesta creerse a una mujer como la que interpreta Viola Davis, centro de gravedad de «Viudas». Por mucho que la actriz le imprima una (excesiva) severidad para que empaticemos con su via crucis –otro martirologio en el currículum de McQueen–, es difícil entender su matrimonio con un criminal de categoría (Liam Neeson), que no sepa nada de sus negocios sucios, y cuya aura de respetabilidad esté dispuesta a disiparse para cometer un robo al mayor ladrón del distrito 18, perseguida por los rivales de su marido (Daniel «Get Out» Kaluuya aporta las escenas sádicas marca de la casa), y apoyada por dos damnificadas y una advenediza.

Davis encarna un «deus ex machina» con traje chaqueta y recuerdos traumáticos, pero es más una idea que un ser humano, algo que se extiende a sus compañeros de reparto (con excepción de Robert Duvall, fantástico secundario). «Viudas» podría ser un thriller de serie B de los setenta, una «blaxploitation» ejecutada con eficacia, si no se sintiera obligada a ser «una película de Steve McQueen».

Daniel «Get Out» Kaluuya es una buena réplica de Richard Widmark en «El beso de la muerte»

No es de recibo que una película que aspira al realismo contenga personajes y situaciones tan implausibles