Deportes
Ni el coronavirus le para: el runner que lleva corriendo 18.599 días consecutivos
Suele ocurrir que cuando un runner se cruza con otro le saluda con un movimiento de ojos o una leve inclinación de cabeza. A veces, incluso (los que van sobrados y no echando el hígado), levantan una mano para decir adiós. Lo sé porque me ha pasado los días que me pongo las zapatillas y me convenzo (y confirma mi hígado) de que estoy haciendo deporte. Te cruzas con alguien que no conoces, pero que va también en pantalón corto y jadeando, y te hace un gesto como de complicidad.
Eso me confundía, la verdad, porque no tenía claro qué hacer cuando me cruzaba con el siguiente runner: ¿le saludo?, ¿miro para otro lado porque no le conozco?, ¿si le guiño un ojo, creerá que estoy ligando? Es como si cuando vas paseando por la calle, saludas a todos los que tienen gafas, o están despeinados o a los que tienen la suerte de ser tan atractivos como tú...
Pero, ahora, ya, por fin, lo entiendo todo: los runners se saludan porque sabían algo que los demás no: que son unos líderes. No los frikis esos a los que los otros miran con un vaso de cerveza desde una terraza como quien observa lo incomprensible. Qué va, son los runners los que han conseguido que el próximo fin de semana se pueda salir a la calle sin necesidad de romper las normas, como sí sucedió ayer.
Correr es bueno, amigos y, como es necesario, parece que se abre la mano para hacerlo y como consecuencia, para todo lo demás. En Estados Unidos hay una asociación que hace estadísticas acerca de los que corren todos los días al menos una milla, haga frío, sueño, te duela la cabeza, te acaben de operar, llegue un huracán, no te apetezca o a tu ciudad la cerque el coronavirus. Jon Sutherland lleva 18.599 días consecutivos corriendo, es decir, 50,94 años, según la propia web. Es el hombre en activo que más tiempo ha seguido con esa rutina. Empezó en 1969 y desde entonces no ha parado.
En Miami, Robert Kraft consiguió un privilegio que nadie más ha podido disfrutar. Ahora están empezando a abrir las playas, pero mientras han permanecido cerradas, Kraft logró que las autoridades le permitieran ser el único en ir por la arena desierta, como reconocimiento a sus 45 años haciendo lo mismo a la misma hora por el mismo sitio. En 1975 tuvo que volver a casa de sus padres, derrotado, como todos los que regresan, y no se le ocurrió otra cosa que salir a correr. Lo hizo un día, también al siguiente y ya no paró. Alguien pensó que debía ir a algún lado y empezó a seguirle, después se unieron más e hicieron un club. Sin embargo, estos días, sólo él podía pisar la playa: «Las únicas huellas que veo son las de los pájaros y las mías. Continuaré, todos los días, si Dios quiere, si el océano no se eleva y el coronavirus no me atrapa», decía a sus 69 años.
«Quiero enseñarle a la gente que hay algo que no ha cambiado a pesar del hecho de que el mundo está al revés», continuaba estos días en los que la prensa se ha ocupado de él. Correr, asegura, le alivia el dolor de espalda.
Mírate en el espejo tras picar un poco de pan, desayunar cereales y tomar la cerveza de aperitivo. Los runners han ganado.
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