Ciclismo

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El consejo de Lance Arsmtrong a su hijo: “Que no se drogue. En la Universidad no merece la pena”

En “Lance”, el documental de ESPN que recorre su ascenso y caída, carga contra algunos compañeros. “Podría despertarme cada día sintiéndome una mierda, como Floyd Landis”, dice

Lance Armstrong, con el jersey amarillo del Tour
Lance Armstrong, con el jersey amarillo del Tourlarazon

«Desearía poder cambiar lo que sucedió. Desearía haber sido un mejor hombre. Todo lo que puedo hacer es decir que lo siento y seguir adelante», explica Lance Armstrong en la segunda parte de «Lance», el documental que narra su ascenso y caída producido por la ESPN.

El arrepentimiento que muestra Armstrong se extiende a la forma en que trató a algunas personas cuando era el «jefe». «Emma O’Reilly es la persona con la que peor me porté», reconoce. O’Reilly fue auxiliar del equipo US Postal en el que Lance consiguió la mayoría de sus triunfos y aquellos le sirvieron para escribir el libro «LA Confidential», en el que contaba el uso de sustancias prohibidas que hacían Armstrong y sus compañeros. «La llamé puta. Es algo inaceptable. No quise decir aquello, pero en ese momento yo era un idiota que atacaba a todo el mundo», reconoce.

Armstrong era en aquella época un tirano despiadado, como demuestra el episodio con el italiano Filippo Simeoni en el Tour de 2004. Armstrong no le perdonaba que hubiera testificado en contra del doctor Michelle Ferrari y cuando se escapó en la decimoctava etapa de aquel Tour lo persiguió personalmente hasta que el italiano renunció a la escapada. Cuando se reintegró en el pelotón, Armstrong le dijo: «Cometiste un error. Tengo tiempo y dinero, puedo destruirte cuando quiera». Años después, en 2013, le pidió perdón, pero a su manera. «Un campeón no puede rebajarse así», reconoce Armstrong.

Para quien no tiene perdón es para su compañero Floyd Landis, que ganó el primer Tour después de Armstrong y lo perdió al dar positivo. Después colaboró con la investigación que demostró la trama de dopaje de Lance y del US Postal. «Puedo dormir por las noches. Podría ser peor, podría ser Floyd Landis y despertarme cada día sintiéndome una mierda».

En su momento Lance lo controlaba todo. El ciclismo era él, el más poderoso, el único hombre capaz de ganar siete Tours. Pero una vez se descubrió la trampa siguió ocupándolo todo. «Los ciclistas todavía nos estamos justificando por lo de Armstrong», reconocía Chris Froome hace unos días.

Pero además de sustancias dopantes, Armstrong necesitaba una motivación para conseguir todo lo que consiguió. Y su motivación era Jan Ulrich. El alemán, ganador del Tour en 1997, fue el gran rival del estadounidense en la carrera francesa. Estuvo en el podio en cuatro de los cinco Tours que ganó Armstrong y fue cuarto en otro. «Mi relación con él siempre fue respetuosa. Fue la persona más importante de mi vida, el que más me motivaba», reconoce.

El estadounidense, que en la primera parte de documental se presentaba como un hijo de su tiempo en el que el dopaje era la norma en el pelotón, se ve a sí mismo como una víctima y no entiende por qué a su ex compañero George Hincapié lo abrazan y lo invitan a carreras mientras a él lo destruyen. «No tiene sentido», se queja.

Armstrong, que en la primera parte del documental confesaba sus dudas sobre la posibilidad de que su cáncer de testículos estuviera provocado por el dopaje al que recurrió desde su primer año de profesional, ha transmitido a su hijo Luke la pasión por el deporte. Lance, además de ser ciclista profesional, quiso obtener una licencia de triatleta una vez retirado, aunque la sanción por dopaje le impide también dedicarse a cualquier otro deporte profesional.

Luke juega al fútbol americano en la Universidad Rice de Houston, pero su visión sobre el uso de sustancias dopantes es diferente a la de su padre. «Siempre he tenido ganas de luchar por algo y trabajar por un objetivo específico siempre ha valido mucho más la pena que tomar el atajo», dice en el documental. «También siento que, si alguna vez hiciera eso y fuera atrapado, me habría ganado que dijeran ‘‘es como su padre’’», reconoce Luke.

Cuando Marina Zenovich, la directora del documental –también dirigió «Se busca», sobre Roman Polanski– le pregunta qué sentiría si su hijo recurriera al dopaje, Armstrong responde: «Sería una mala idea. En la NFL sería otra cosa, pero en la Universidad no merece la pena». Arrepentido, pero no del todo.