Mundial

Fútbol

México 70: La obra perfecta del Brasil de Pelé cumple 50 años

El equipo que lideraba O Rei consiguió el 21 de junio de 1970 su tercer título mundial ante Italia

Pelé celebra la victoria en el Mundial 70
Pelé celebra la victoria en el Mundial 70Archivo

Pelé marcó en la final el gol que le robó Gordon Banks en la fase de grupo. Se elevó porencima de la defensa italiana y remató de cabeza para poner a Brasil en camino de su tercer Mundial. Ése fue el comienzo de un partido histórico, la final mejor jugada de la historia de los Mundiales. Brasil se quedó en propiedad la Copa Jules Rimet que hasta entonces premiaba al campeón y dio paso a una nueva era en el fútbol.

Aquella selección de Brasil que el 21 de junio de 1970 derrotó a Italia en la final del Mundial de México sigue siendo reconocida como la mejor de la historia, un equipo perfecto que jugó como nadie antes y que terminaba en Pelé. Sin embargo, el goleador de aquel campeonato fue Jairzinho, que aún conserva la marca de ser el único futbolista que ha marcado en todos los partidos de un Mundial.

A Pelé, el hombre de los 1.000 goles, se le recuerda en aquel Mundial por los que no marcó. Por la parada de Banks, que sigue siendo considerada también la mejor de la historia, pero sobre todo por el disparo desde el centro del campo contra Checoslovaquia que se fue junto al poste y por el quiebro imposible a Mazurkiewicz, el portero uruguayo. Él se fue por una lado y la pelota por otro para encontrarse con el guardameta ya superado. Aunque hay montajes en youtube en el que la obra se completa, no fue gol. Aquellas dos jugadas pasaron a ser conocidas como el gol de Pelé. Aunque nunca los marcara.

Pelé era el símbolo de aquella selección que juntó a cinco jugadores que llevaban el número 10 en su equipo. Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivellino. Un delirio imposible al que dio forma Mario Lobo Zagallo, el seleccionador, que como Pelé ganó en México su tercer Mundial. Los dos primeros los había ganado junto a O Rei en el césped.

Pero el constructor de aquella selección había sido Joao Saldanha, el polémico entrenador que firmó una serie perfecta de seis victorias en seis partidos en la clasificación para aquel torneo. Saldanha era un personaje de difícil encaje en aquel Brasil de los años 60 y 70. Él no era entrenador de formación sino periodista, aunque Botafogo le ofreció el banquillo en 1957 y allí comenzó una carrera como técnico que debía haber completado con el título Mundial del 70.

Pero había varias facetas de la personalidad de Saldanha que no encajaban y, probablemente la de ser militante del partido comunista en un país gobernado por una dictadura militar no era la más problemática. Tampoco la de ir siempre acompañado por su revólver, que no dudó en exhibir en una ocasión ante Yustrich, el entrenador de Flamengo. Su etapa en el banquillo de la selección hubiera durado más de tener una mejor relación con Pelé y de haber aceptado las recomendaciones de Emilio Garrastazu, el presidente del país, empeñado en que convocara a Dadá, el delantero del Atlético Mineiro.

El capricho del militar que gobernaba el país tenía una base futbolística. Dadá sigue siendo hoy el cuarto máximo goleador del fútbol brasileño, por detrás de Romario, Friedenreich y el propio Pelé. Pero a Saldanha le sobraba Dadá y también le sobraba Pelé.

“Yo también tengo algunas sugerencias que hacer al presidente sobre su trabajo”, dice la leyenda que fue la respuesta de Saldanha a Garrastazu. Pero el día que amenazó con dejar en el banquillo a O Rei firmó su sentencia como seleccionador. La excusa era la miopía de Pelé. “Es cierto que soy corto de vista, siempre lo he sido. Me lo diagnosticaron los médicos del Santos cuando tenía 15 años, pero nunca ha afectado a mi rendimiento”, confesó el mítico “10″ en una autobiografía.

Con Zagallo todo fue más sencillo. No tuvo problema en aceptar la sugerencia del presidente. Bastaba con convocar a Dadá y dejarlo en el banquillo para que le dejaran trabajar. Pero su gran aportación fue incluir a Rivelino en la alineación.

Zagallo construyó un equipo inolvidable que goleó en la final de aquel Mundial a Italia (4-1) con goles de Pelé, Gerson, Jairzinho, y el más recordado de todos, de Carlos Alberto. Boninsegna había marcado el empate a uno para Italia, pero ese gol sólo sirvió para empeorar las cosas para su selección.

El gol de Carlos Alberto es la cumbre de aquel equipo. Una jugada de medio minuto de posesión brasileña que acaba con un pase de Pelé hacia la derecha, por donde entra el lateral. El inolvidable golpeo con el exterior era el final perfecto para aquella obra de arte que hoy cumple 50 años.