Falta de gol
El problema del Madrid son las matemáticas
Para que el mejor equipo de la historia vuelva por sus fueros es imprescindible dejarse de delanteros de medio pelo y de promesas que no son Messi
El estratega jefe de la campaña de Bill Clinton en 1992 colocó un cartel en el despacho del que luego sería presidente con un elocuente lema: «Es la economía, estúpido». James Carville, un genial precursor de lo que ahora se denomina spin doctors, pretendía que el político de Little Rock tuviera como eje primordial, y yo diría que casi único, la economía. Una economía que el defensor del título, el entonces presidente George H. Bush, tenía hecha unos zorros por culpa de la crisis provocada por la invasión de Kuwait por parte de Sadam y por la brutal subida de impuestos que decretó incumpliendo además una promesa electoral. La receta funcionó a Bill Clinton, vaya si le funcionó. Al punto que envió a Bush padre a casita y él pasó ocho años en la Casa Blanca.
Sirva este ejemplo para ilustrar metafóricamente lo que deberían hacer los jerarcas madridistas a la vista de lo que está aconteciendo con un equipo que tiene mala pinta. Que no es otra cosa que colgar enfrente de sus narices un mural con una inequívoca leyenda: «Son las matemáticas, estúpido». El problema no es Zidane, que ha ganado lo que nadie, tres Copas de Europa en sus cuatro años enteros al frente de la primera plantilla, tampoco las tácticas, menos aún la construcción de un estadio que multiplicará exponencialmente los ingresos de la entidad y consecuentemente las posibilidades de reforzar el equipo.
El drama de este Madrid se llama gol. O, para ser más exactos, la falta de él. Los números no mienten: desde que Cristiano cogió los bártulos rumbo a Italia el Madrid ha perdido potencia goleadora en cantidades industriales. Se largó un tipo que metía de 50 a 60 tantos por temporada y se situó en su lugar a Mayoral, Jovic, Vinicius, Hazard, Mariano y Rodrygo, que entre todos ellos no meten ni la mitad que el portugués. Los registros históricos apuntalan mi teoría: el once merengue anotó 94 tantos en la Liga 2017-2018, la última de CR7. La posterior, es decir, la 2018-2019, se saldó con 63 y la exitosa 2019-2020 con 70. En Champions la comparación es para echarse a llorar: en la 2017-2018, cerrada triunfalmente en Kiev, los de Zidane se hincharon a meter goles, 33. Las dos siguientes son acongojantes: la 2018-2019 se pasó a la mitad (16) y la 2019-2020 a menos aún, 15. Algún tiquismiquis puntualizará que metieron menos porque cayeron antes, en octavos, y yo le responderé que no se alcanzó la final precisamente porque faltaba CR7 y porque donde antes había pólvora ahora hay petardos.
La victoria en una plaza siempre complicada como es el Pizjuán no debe hacernos perder la perspectiva de la coyuntura de un equipo que pasará a octavos de Champions –espero–, pero con unos apuros impensables hace tan sólo un par de años. Y para que el mejor equipo de la historia vuelva por sus fueros es imprescindible dejarse de delanteros de medio pelo modelo Jovic o promesas, que de momento no son precisamente Messi, y traer jugadores contrastados como siempre hizo ese Bernabéu del siglo XXI que es Florentino Pérez. Y, además, pocas veces las cosas estuvieron más fáciles y baratas: Mbappé, el pelotero número uno del planeta, quedará libre el 1 de enero de 2022, y Erling Haaland, el killer de moda, más de un gol por partido, tiene una cláusula de salida del Borussia Dortmund que según algunas fuentes es de 75 millones y según otras, de 120. Sea como fuere, un regalo teniendo en cuenta que estamos hablando del segundo jugador más valioso del mercado. Pues eso: que o se tira de chequera o el Madrid deberá resignarse a ser el equipo segundón que jamás fue.
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