Balonmano

Ivet Musons, la Guerrera que nunca se rindió: “No podía ni subir escaleras... ¿cómo iba a pensar en jugar?”

Tras dos años de lucha contra una lesión de rodilla, la lateral del Balonmano Elche vuelve con la selección de balonmano en busca del billete para los Juegos de Tokio en el preolímpico de Llíria

Ivet Musons, lateral de las Guerreras, que este fin de semana buscan en Llíria la clasificación para los Juegos de Tokio / Foto: Instagram
Ivet Musons, lateral de las Guerreras, que este fin de semana buscan en Llíria la clasificación para los Juegos de Tokio / Foto: InstagramLa Razón

Aitor Soler era la voz de la esperanza: “Esto lo sacamos”, le decía a Ivet Musons en los momentos malos, que los hubo, y unos cuantos. “Me daba vida. Yo confié en él, él en mí y entre los dos lo pudimos sacar. Tiene mis agradecimientos, ha hecho un trabajo excepcional”, cuenta Ivet, feliz ahora con la selección española de balonmano, con las Guerreras, que este fin de semana buscan la clasificación para los Juegos de Tokio en el preolímpico que se disputa en Llíria (Valencia). Hoy juegan contra Suecia (21:00, Tdp) y el domingo contra Argentina (19:30, Tdp). Se reparten dos billetes para tres equipos.

Aitor, por cierto, es el preparador físico y recuperador del Elche de fútbol, el hombre que estuvo a lado de la lateral del Club Balonmano Elche durante su largo proceso de recuperación. Porque en junio de 2018, durante un partido contra Italia en los Juegos del Mediterráneo... “En una acción, al saltar y lanzar la rodilla se me fue. Yo pensé que sólo me había roto el cruzado, pero cuando me hicieron la resonancia, era mucho más grave”, recuerda. La prueba mostraba que también estaba roto el ligamento lateral y el menisco, la temible “triada”, palabra temida por todos los deportistas. Las Guerreras ganaron días después aquellos Juegos del Mediterráneo e Ivet Musons subió al podio con las muletas. La dedicatoria especial de sus compañeras fue para ella. Una semana más tarde se operó y empezó a disputar el gran partido de su carrera. “Ya no eran seis o siete meses que puedes estar de baja por el cruzado. Me requirió mucho más tiempo, mucho más trabajo y si te digo la verdad hay veces que no veía la luz. Que la rodilla no avanzaba aunque yo trabajaba y pusiera todo de mi parte; la rodilla no iba”, rememora. “Llegué a pensar que a lo mejor no podía volver a jugar”, insiste. En septiembre de ese mismo 2018 tuvo que volver a ser intervenida y es como si empezara de nuevo. “Quería tirar la toalla, lo veía imposible, me dolía muchísimo la rodilla, ya no es sólo el deporte, es que no podía hacer la vida normal, subir y bajar escaleras... Si no ves eso, ¿cómo te vas a ver jugando? La cabeza va y viene muchas veces y cuesta, pero con trabajo y al contar con profesionales que me han salvado la vida, lo conseguí”, admite.

Graduada en Ciencias de Actividad Física y el Deporte, aprovechó todos esos meses de lucha para sacarse un Master en Rendimiento y Salud, para trabajar el cerebro mientras peleaba con el cuerpo y tener así “la mente más ocupada”. Poco a poco, tras horas y jornadas de gimnasio, piscina, fortalecimiento, lágrimas la articulación empezaba a funcionar. “Pude volver antes de Navidad y después pasó todo lo del covid, se me paró un poco el trabajo, pero si te digo la verdad eso me sirvió para volver más fuerte. En la cuarentena, tengo la suerte de vivir en una casa y pude seguir entrenándome de cara a la pretemporada. Fortaleciendo, no paré ningún día. Tenía un objetivo y una meta, no me desanimaba”, reconoce. “En pretemporada volví con un poco de incertidumbre, después de tantos meses de no tocar balón, de estar fuera de la pista, pues no sabía cómo iba a responder la rodilla, pero no tuve problemas ni tuve que parar... Todo era progresar”, continúa. Fueron casi dos años entre unas cosas y otras y esta temporada por fin ha podido volver a ser la que era y le ha llegado la recompensa. “Volver a jugar, antes de que pasara todo lo del covid, pues ya es un premio y regresar a la selección es una recompensa a todo ese trabajo y sacrificio que llevo”, afirma. Si además consigue llegar a Tokio... “Serían mis primeros Juegos. Entrar en la convocatoria para los Juegos sería otro reto y otro sueño, pero bueno, lo primero es clasificarse y después que venga lo que tenga que venir”, asegura Ivet, que sí sabe lo que es ser campeona del mundo de balonmano playa con España. Fue en 2016. Un año después recibió la primera llamada de las Guerreras y disputó el Mundial antes del parón forzado que la ha hecho más fuerte.

Ivet Musons, en la concentración de las Guerreras en Llíria para jugar el preolímpico / Foto: RFEBM
Ivet Musons, en la concentración de las Guerreras en Llíria para jugar el preolímpico / Foto: RFEBMLa Razón

Tiene 28 años y mucho camino con recorrer. Comenzó a jugar en el colegio de primaria. “Mi hermano empezó antes que yo y de ir a verlo los fines de semana, pues me aburría y decidí apuntarme. Tuve la suerte de que en el colegio el deporte era el balonmano. Empecé a jugar con todo chicos, chicas casi no había. Y después ya me pasé al club de mi pueblo”, hace memoria la jugadora catalana. Creció sin referentes femeninos en su deporte, porque no se veían partidos de mujeres por televisión. “Yo jugaba porque me lo pasaba bien, iba creciendo ya más con lo que son las Guerreras, te fijas más en alguien de más cerca, Carmen Martín, Nerea Pena... Quién me iba a decir en esa época que iba a poder compartir selección con ellas”, dice Musons. Juntas buscan hoy dar el primer paso ante Suecia. Al fondo, Tokio.