Baloncesto
Sin Décima: Abrumados en Estambul
El Fenerbahçe fue muy superior al Real Madrid. Llull estuvo demasiado solo y la defensa de los anfitriones asfixió a los de Laso. Obradovic busca con el equipo turco su novena Copa de Europa
El Fenerbahçe fue muy superior al Real Madrid. Llull estuvo demasiado solo y la defensa de los anfitriones asfixió a los de Laso. Obradovic busca con el equipo turco su novena Copa de Europa.
La Décima del Real Madrid tendrá que esperar. El Fenerbahçe de Zeljko Obradovic fue muy superior a un equipo que vivió en Estambul la peor noche en el peor momento. El Madrid se vio superado de principio a fin. No hubo opciones, siempre fue a remolque. Los turcos estuvieron perfectos, sembraron el partido de minas en busca de la primera Euroliga de su historia y los de Laso vivieron maniatados. Pocas veces se ha visto al equipo blanco con tan poca capacidad de respuesta. Llull, los triples de Carroll y detrás, el desierto. Hubo demasiadas ausencias para poder responder a un desafío como el que plantearon los locales. Con una rotación de ocho jugadores, pero con las ideas muy claras, los chicos de Obradovic aspiran a dar la Novena Copa de Europa a su técnico, el que sería el primer título de la competición para un conjunto turco.
El Real Madrid debió salir con armadura o con un chaleco antibalas para soportar la defensa del Fenerbahçe. Había transcurrido cuarto y medio y los de Laso sólo habían sido capaces de sumar 13 puntos y 11 habían sido de Llull. El resto, desaparecidos. Los turcos mordieron atrás y todo dentro de una legalidad intachable. Fue una defensa excelente, asfixiante en la que Udoh era la piedra angular. En realidad el pívot hizo de todo, cuajó un partido perfecto. El estadounidense marcó territorio muy pronto. Como si continuara la serie de cuartos de la temporada pasada, colocó un par de tapones. Lo que dominaba él atrás, lo hacía Vesely en el aro del Madrid. Hubo demasiadas vías de agua y demasiado pronto. Porque en ataque Llull se peleó contra el mundo. Y el mundo se llamó Bogdanovic, Nunnally y Kalinic. Tres piezas para frenar al único elemento que amenazó el aro turco en los dos primeros cuartos. Cuando Laso le dio una tregua al base, el Madrid se convirtió en un desbarajuste ofensivo. Recién comenzado el segundo cuarto, el equipo ya sumaba 9 pérdidas y con Llull sentado en el banquillo llegó la sequía. Más de cuatro minutos sin anotar. La sangría se tradujo en una desventaja de trece puntos (26-13) que podía haber sido mucho peor.
Al Madrid convaleciente le despertaron un par de contraataques. Lo que no quería ver Obradovic. El guión de los anfitriones incluía no permitir que el Madrid entrara en una de sus rachas anotadoras y si lo hacía, cortar por la vía rápida. Por eso intentó abortar la reacción con un tiempo muerto. No resultó. Las primeras carreras y un poco de alegría llevaron al Madrid hasta un parcial de 0-11 para que los más de 10.000 turcos de la grada se calmaran. Fue una tranquilidad momentánea, un fogonazo porque el Fenerbahçe, pese a la escasez de sus rotaciones, tiene mucha materia prima. Cuando Bogdanovic recordó que además de defender a Llull podía hacer daño mirando el aro volvieron las dificultades y la semifinal se puso otra vez muy cuesta arriba (44-34).
El clínic defensivo del arranque de partido se repitió en el tercer cuarto como si Obradovic hubiera insistido en la lección en el vestuario. La sequía esta vez se extendió durante los primeros cinco minutos de la reanudación. Fueron sólo tres puntos anotados en ese tiempo y el Fenerbahçe empujó al Madrid al abismo (52-37). Si el equipo no se despeñó fue porque Carroll anotó tres triples casi consecutivos. El escolta fue el único que atendió la llamada ya desesperada de Llull. Al Madrid sólo le quedó la apelación al orgullo y la dignidad. Escasos argumentos. No se rindió y llegó a aproximarse con tiempo de sobra por delante (77-70, min 34), pero fue el único despiste que se permitió el Fenerbahçe. Un año después de caer en la final ante el CSKA, los turcos vuelven a la lucha por el título. Al Real Madrid habrá qué comprobar cómo le sienta el batacazo después del monólogo de los de Obradovic.
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