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Adiós a un mago del balón
El legendario jugador Eusebio falleció ayer en Lisboa a los 71 años. El mundo del fútbol llora la pérdida de un grande
El mundo del fútbol llora la pérdida del legendario Eusebio da Silva, el mítico jugador del Benfica de la década de los sesenta, que falleció ayer en Lisboa a los 71 años a causa de una parada cardiorrespiratoria.
El mundo del fútbol llora la pérdida del legendario Eusebio da Silva, el mítico jugador del Benfica de la década de los sesenta, que falleció ayer en Lisboa a los 71 años a causa de una parada cardiorrespiratoria. La «pantera negra», como apodaban al benfiquista, fue uno de los más grandes de todas las épocas y con sus goles y su juego contribuyó a que Portugal fuera tercera en el Mundial de Inglaterra (1966), la mayor gesta en la historia del fútbol luso.
Eusebio nació en el barrio de Mafalala, de la ciudad de Lourenço Marque (Mozambique) el 25 de enero de 1942. Se crió en una sociedad extremadamente pobre y solía saltarse las clases de la escuela para jugar al fútbol descalzo con sus amigos en campos improvisados. Su padre murió cuando él tenía 8 años de edad, por lo que su madre Elisa asumió casi exclusivamente su cuidado.
Eusebio inició su carrera deportiva a los 15 años en el Desportivo de su ciudad natal y a los 18 años fichó por el Benfica, club en el que desarrolló una fulgurante carrera a todos los niveles. Su calidad, sus goles y su forma de jugar causaron sensación en la Europa futbolística y hasta el mismísmo Di Stéfano, encarnecido rival en las Copas de Europa, le calificó como el «más grande». Sus duelos con el Real Madrid fueron épicos y, de hecho, el Benfica tomó el relevo del equipo español, con dos títulos consecutivos, ganados al Barça y al propio Real Madrid.
Desde el meta Costa Pereira hasta el extremo Simoes, el Benfica tenía un equipazo, pero su estrella más fulgurante era Eusebio. Un jugador genial, vistoso, de gran zancada, de tremendo disparo y con un don especial para el gol. Con él, el fútbol portugués cobró el auge y el reconocimiento internacional que, posteriormente , le darían jugadores como Futre, Figo o Cristiano Ronaldo, que tuvieron que salir del país para crecer futbolísticamente, lo que Eusebio no pudo hacer pese a que varios clubes europeos quisieron ficharle.
El Balón de Oro que logró en 1965 fue el máximo galardón que consiguió a nivel individual. Era su etapa dorada y Eusebio cautivaba a Europa. Estaba en la cumbre del éxito, que refrendó al año siguiente en Inglaterra. El Mundial fue, para Portugal y para Eusebio, el escaparate definitivo. El tercer puesto, quizá, supo a poco a los amantes del buen fútbol, que vieron en la selección lusa la alternativa al juego machacón y pesado de alemanes e ingleses, que acabaron imponiéndose.
Blatter y Platini hablan de una «leyenda» al comentar su fallecimiento y lo mismo hacen desde Pelé a Bobby Charlton, pasando por un sinfín de ex jugadores de todo el orbe futbolístico.
En Portugal era un ídolo. No importaban los colores. Tenía una estatua en el estadio de la Luz y su imagen animando al Benfica será siempre recordada. Desde Mourinho a Cristiano Ronaldo todos lloran su marcha. Y que decir de los aficionados que se acercaron al estadio para visitar la capilla ardiente y rendirle el último homenaje. El ataúd con sus restos mortales entró envuelto en una bandera del Benfica entre vítores, cánticos y aplausos.
El velatorio se alargará hasta hoy lunes y está prevista la asistencia del presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, y el primer ministro, Pedro Passos Coelho, entre otras autoridades. Y antes de ser enterrado en el cementerio de Lumiar, a las afueras de Lisboa, el ataúd recorrerá el estadio de la Luz. Era su deseo.
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