Catar

Joan Cañellas: «Somos una familia»

La Razón
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Era el hombre del día. Joan Cañellas pisó el Lusail Multipurpose Hall apenas diez horas después de haber marcado el gol de su vida, con el que «mató» a Dinamarca y metió a España en las semifinales del Mundial. Escoltado hasta el centro de la pista, donde los jugadores atendieron a los medios, el lateral habla en castellano, catalán, inglés y alemán. «El cacao de idiomas empieza a ser importante», afirma. Apenas puede dar dos pasos sin que le pare una cámara, aunque encuentra unos instantes para atender a LA RAZÓN.

–Mire esa portería (en la que metió el gol). ¿Qué ve?

–Así como me lo has dicho he visto la red moviéndose. Porque tiré con un tío delante y no vi muy bien dónde se dirigía la pelota. El recuerdo es ver moverse la red, mirar al marcador, ver que quedaban dos segundos, y decir: «No les da tiempo». Todo pasó lento, pero muy rápido realmente.

Donde un rato antes había brincos, tocaba reflexionar. Donde un rato antes había adrenalina, aparecía el dolor. «Tengo las piernas cansadas y los golpes que por la alegría parecía que no eran para tanto, ahora duelen», admite. Nadie más que él podía jugarse esa bola. «Llegué al tiempo muerto y ya estaba decidida la jugada. Dije: “Vale”», reconocía con la naturalidad con la que lleva el mando de la Selección. Un liderazgo con matices.

–¿Se siente el líder?

–En muchos momentos, sí. Desde pequeño me ha tocado asumirlo y ahora por condiciones, por lo que he pasado en los últimos años, a veces los balones importantes caen en mis manos. Los compañeros confían en mí, y la Prensa y los aficionados del balonmano, pero no me produce presión, o no tanta como debería, porque el que espera más de mí soy yo. También me quita presión saber que somos 16 y que si yo no estoy bien, van a estar bien los otros.

Porque España es más que una selección. Así lo sienten al menos. «Hay una sensación, ya no de equipo de amigos, sino de familia: no te puedo fallar a ti y tú no puedes fallarme a mí», continúa Joan, que ha dado un salto de calidad desde que juega en la Bundesliga, primero en el Hamburgo y ahora en el Kiel: «Cada año he dado un paso más». Es una estrella, para que incluso se hable de la semifinal como un duelo entre Karabatic y él. «Prefiero que no se vea así, igual es demasiado...», reflexiona el español, que ha cambiado su mente («La liga alemana es más física, te exige lo máximo, y eso hace que te tengas que superar», asegura) y su físico («Quizá estoy más atlético, pero es sin darme cuenta»).

Por la tarde, en el entrenamiento, volvió a la pista del éxito. Y, curioso, en el habitual partidillo de fútbol-sala, actuó de portero en la misma portería de su inolvidable gol.