Selección Española
España, desnuda en París
La Selección se despide de la Eurocopa justamente ante una Italia que fue muy superior en la primera parte. La reacción tras el descanso, con más ganas que claridad, insuficiente.
Sin ideas, sin respuestas
Amenaza lluvia y chaparrón táctico «azzurro». Un baño. Salida contemplativa: el balón, un enemigo. Las distancias entre líneas son precipicios. Nos impiden dar dos pases seguidos. La clave, desventaja numérica en la zona ancha. No corregimos durante el primer acto. Los laterales, De Sciglio y Florenzi, otorgan superioridad en tres cuartos. Y como receptores de pase o como conquista de banda, comienza la tragedia. Nuestra defensa tiembla, hay arenas movedizas. De Gea, en el 8 y el 10, salva los muebles. Llega el 20 y lo mejor es el resultado. Cero a cero. Los de Conte, sólidos, en oleadas, pero con maldad. Justicia. Llega el primero. Un pase interior sobre Pellé y Ramos se equivoca, innecesaria falta en la corona del área. Se derrumba el equipo, síntomas de desorden. Cada uno lo intenta y aparece la mejor versión italiana: manejar la ventaja y el espacio. Un culpable de que el choque no estuviera ya resuelto: De Gea.
Reacción en clave de orgullo
Otro guión a toque de corneta tras el descanso. Se tira de casta, comienza el acoso sobre la portería de Buffon. Se toca mejor, aparecen los del centro del campo y se nota. Los laterales, «missing» en la primera parte, están, se sienten, juegan. El equipo lo agradece. Italia cede metros y se atrinchera cerca de su área. Aparece el «catenaccio» de los mejores días de la selección transalpina. La fórmula es simple: orden y aprovechar el espacio. Expertos, no sufren, sus jugadores se multiplican. Y cuando fallan, emerge Buffon, inconmensurable. En el minuto 88, el portero-leyenda de la «azzurra» firma nuestra defunción abortando lo que pudo ser el último aliento con el remate de Piqué. Empujamos con más ganas que claridad, desordenados, muchas ocasiones, pero no hay suerte. Adiós con justicia a la Eurocopa. Italia fue mejor en los 90 minutos y no hubo milagro.