Francia
Sin cornadas en el pavés
Todos los favoritos superaron la temida jornada y Froome «entregó» el liderato a Tony Martin, que se impuso en la llegada de Cambrai.
Cuando Alberto Contador echa el pie a tierra sobre Cambrai, su bicicleta está a punto de estallar. La llanta de la rueda trasera está hecha pedazos. Lleva pedaleando con ella los últimos 25 kilómetros y sobre tres tramos distintos de pavés. Aun así ha sobrevivido a la jornada más temida del Tour. Él y todos los favoritos de la ronda francesa llegan vivos y juntos a la meta de Cambrai después de superar los siete tramos de piedras con un viento a favor que perdonó y protegió a los menos hábiles. «Se iba relativamente cómodo a rueda. El equipo ha estado extraordinario. Al final me ha aguantado. En este tipo de etapas puede pasar cualquier cosa, lo mejor es no mirar atrás», se felicitaba Contador.
Ayer, para los despistados, era 7 de julio, San Fermín. Los toros se lanzan a perseguir mozos sobre el suelo empedrado de la calle Estafeta. En el Tour, para evitar las cornadas, los auxiliares tienen sus trucos y sus tradiciones. En el Movistar, por ejemplo, treinta años de «pañuelico» rojo en este día. La foto antes de la salida y después, al lío. A proteger a los mozos de las cornadas. Tomás Amezaga, el mecánico del equipo navarro, coloca la doble cinta en el manillar de cada ciclista para evitar las ampollas en las manos cuando lleguen a la meta después de los más de 13 kilómetros de traqueteo. Antes, a las ruedas de todas las bicicletas las han bañado con un líquido antipinchazos y les han disminuido la presión a los tubulares. Menos infladas para bajar el riesgo de que se agujereen entre las piedras.
Un perfil más fino en las ruedas y frenos adicionales. Todo está listo. Sólo falta coger el periódico en la mano y rezar a San Fermín. Encomendarse a él. La fuga de Lieuwe Westra (Astana), Thomas De Gendt (Lotto-Soudal), Perrig Quémeneur (Europcar) y Frédéric Brun (Bretagne-Séché Environnement) permite respirar a los favoritos hasta que el pelotón se aproxima a diez kilómetros de la entrada al segundo de los siete sectores de pavés. A partir de entonces, la guerra está servida. Bienvenidos al infierno. La entrada alocada a las piedras la protagoniza Michal Kwiatkowski. Como si con sus pedaladas quisiera poner un rayo de arcoíris que guíe a su Etixx-Quick Step en medio de la polvareda que se levanta.
Contador y Quintana se descuelgan unos metros. Vincenzo Nibali lo ve. Puede oler la sangre. El «Tiburón» sale a la caza de sus presas. Recuerda por momentos la imagen de Nibali desbocado a la dantesca etapa también sobre el pavés con barro y lluvia donde empezó a escribir la historia que dijo que era el más fuerte del Tour. Pero esta vez no había barro. Ni agua. Y sí viento a favor. Para él y para Contador. Y para Froome y también para Nairo. El «Tiburón» no pudo hacer más que exhibir su excelente equilibrio sobre la bicicleta en los dos últimos sectores, saltando incluso por fuera de las piedras. «No podía hacer nada más», se lamentaba. Lo mereció.
Todos quedaron contentos en la llegada en Cambrai. Quintana y Purito, que perdieron en ocasiones la estela de Froome, Contador y su llanta rota, que también rodó cortado en los últimos tramos de pavés. Hasta el propio líder del Sky estaba satisfecho en Cambrai. Un día como éste, para ciclistas sin miedo a enfrentarse a los becerros en forma de adoquines, sólo pueden ganarlo las máquinas: Tony Martin, el «Panzer». Atacó en los últimos kilómetros y el Sky le dejó hacer para que se llevara la etapa y, de paso, le quitara el peso del liderato a Froome en las próximas y presumibles estresantes llegadas al esprint que esperan antes del Muro de Bretaña, el sábado, y la crono por equipos del domingo. Entonces, el reloj empezará a ordenar quién manda en el Tour.
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