Francia
El Tour la sangre altera
Richie Porte se encaró con un aficionado que le llamó dopado. «Se acabó cagando encima», dice
Francia odia a los ganadores. Siempre los ha odiado. Quizás sea por el carácter o por la costumbre, especialmente en el ciclismo, de no disfrutar desde los tiempos de Hinault, ¡qué lejos quedan ya!, de la figura patria triunfante en el Tour
Francia odia a los ganadores. Siempre los ha odiado. Quizás sea por el carácter o por la costumbre, especialmente en el ciclismo, de no disfrutar desde los tiempos de Hinault, ¡qué lejos quedan ya!, de la figura patria triunfante en el Tour. Por eso los repudia. Le pasó a Merckx, al que abuchearon, y a Lance Armstrong antes de que se descubrieran sus oscuras prácticas. También a Contador, que tuvo que aguantar un mar de silbidos mientras escuchaba cómo los aficionados galos aplaudían a su máximo rival entonces, Andy Schleck. Ahora quien lo sufre es Chris Froome. Hace tres años, cuando el keniano era el esclavo de Bradley Wiggins y, obediente, se frenaba a pesar de tener las piernas más fuertes de aquel Tour que acabó ganando el Sir, Francia lo encumbró. El niño venido de África, el «Masai Blanco» de feo pedalear y encantador carácter. Hoy le odian.
Y lo hacen de la manera más incívica, energúmena y vergonzosa posible. En Mende, a Froome le lanzaron una bolsa con orina a la cara mientras el impresentable en cuestión le gritaba «¡dopado!». «Fue un momento deleznable, arruinó mi etapa por completo», dijo después el líder. «Lo escucho y me da vergüenza, ¿cómo se puede acercar al Tour a hacer algo así? Todo mi apoyo para Chris Froome», decía Contador.
Las agresiones al Sky no se quedan ahí, porque su compañero Luke Rowe recibió un escupitajo. A Richie Porte le dieron un puñetazo y la semana pasada el tasmano comentó que, bajando de Cauterets en bicicleta tras la etapa, vivió «el mejor momento del día». «Me paré frente a un tío que me llamó dopado. Se acabó cagando encima». Ayer, a Porte le volvieron a escupir en la cara.
El asunto está llegando demasiado lejos y el Tour no ha escatimado en medidas. Ayer, en la salida de Mende, cinco gendarmes custodiaron el autobús del Sky. «El Tour forma parte de la cultura de Francia y no podemos permitirnos dar esa imagen», argumentaba Christian Prudhomme. «Si no te gusta un corredor, cállate cuando pase a tu lado o directamente quédate en casa», proseguía. Para el director de la ronda gala, buena parte de la culpa la tienen los medios de comunicación. «La gente cree en lo que dice la Prensa». Aludía a las palabras del ex ciclista, ahora comentarista, Laurent Jalabert, que dijo sentirse incómodo al ver el alto rendimiento de Froome en la montaña. «Él no es el más indicado para hablar de eso precisamente», le respondió el líder del Sky.
Anda el Tour revuelto. No hay día sin polémica. El sábado, Eduardo Sepúlveda fue expulsado de la carrera. Al argentino se le rompió la cadena de la bicicleta y el coche de su equipo, el Bretagne, ya había pasado. «No sabía qué hacer. Me desesperé», explicó. Y eligió la vía rápida. Y prohibida. Se subió al coche del Ag2r que le llevó 300 metros más adelante, donde le esperaba el de su equipo. El juez le vio y aplicó el reglamento a rajatabla. Fuera de carrera.
También expulsado, pero sólo por un día, estará Sean Yates, director del Tinkoff. Camino a Valence, Peter Sagan pinchó y el mecánico de Alberto Contador, Faustino Muñoz, le cambió veloz la bicicleta. Tan rápido lo hizo que le sobró tiempo para lanzar un bidón a la moto de la televisión que paró junto al eslovaco para filmarle. El castigo se lo llevará su director deportivo. Yates no podrá ponerse a los mandos del Tinkoff en la etapa que acaba en Gap.
El Tour es peor que la primavera. Altera la sangre de los ciclistas y de todos los que forman parte de la caravana. Los nervios. El estrés. Y el dolor por las caídas. A Peraud le castigaron el sábado por agarrarse a un coche tras la caída que él provocó. Con la piel en carne viva y ensangrentado, con el dedo negro, mezcla de sangre y asfalto, acabó la etapa. Pero a los jueces su heroísmo les importó poco. Le sancionaron con 180 euros y 10 segundos por remolcarse. Las circunstancias no fueron atenuante.
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