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Horner o el triunfo «imposible»

A los 41 años, ha desafiado a la naturaleza para ganar la Vuelta con una dieta de hamburguesas y chocolatinas ante rivales como Nibali y Valverde

Horner en el podio situado en la madrileña puerta de Alcalá
Horner en el podio situado en la madrileña puerta de Alcalálarazon

A los 41 años, ha desafiado a la naturaleza para ganar la Vuelta con una dieta de hamburguesas y chocolatinas ante rivales como Nibali y Valverde

Cuando su mujer le obligó a elegir entre la vida itinerante del ciclismo y ella, Chris Horner no dudó en convertirla rápidamente en su ex mujer. Tenía 33 años, una edad suficiente para comenzar a pensar en la retirada, pero no podía abandonar lo que siempre había soñado ser. Después ha tenido varias oportunidades para retirarse, una rotura en la cabeza del fémur hace unos años y una lesión de rodilla la temporada pasada. Pero nunca quiso dejarlo. Se acercó al ciclismo trabajando en una tienda de bicicletas y, a punto de cumplir los 42 años se ha convertido en el más veterano ganador de una grande, el primer estadounidense en imponerse en la Vuelta. Y con rivales como Nibali y Valverde acompañándolo en el podio. Un suceso inesperado, como todo lo que rodea la carrera de Horner. Inimaginable para Marc Madiot, su primer director en Europa, y para Alan Gallopin, el hombre que lo descubrió, por casualidad, cuando fue a Suráfrica para intentar fichar a Baden Cooke. Cuando Horner llegó a Francia se encontró un hippy con coleta y una perilla interminable, que llevaba una mochila como único equipaje.

A Madiot le costaba recordar el jueves pasado en la salida de Burgos que Horner había ampliado un año más su contrato inicial de dos temporadas. Tan indiferente le dejó su paso por el equipo que dirigía. Tardó Horner en regresar a Europa y en debutar en una grande. A los 33 años aparcó su furgoneta en Oregón y debutó en el Tour con el maillot del Saunier Duval que dirigía Matxin y ha tardado ocho más en ganar su primera Vuelta. Horner es un corredor de desarrollo tardío. Ganó en 2010 la Vuelta al País Vasco y al año siguiente el Tour de California, sus mayores éxitos hasta ahora.

Sólo él parecía confiar en sus posibilidades antes de comenzar la carrera. «El recorrido me encantaba, no sabía que ganaría, pero siíesperaba vestirme algún día de rojo», confesaba ayer en Leganés. «Pensaba que tendría oportunidades». Y las ha tenido. Ha sido el único que no ha fallado ningún día. Ha ganado dos etapas, además, en el Mirador de Lobeira y en Hazallanas, y ninguno de los primeros resistió como él el Angliru. Logros sorprendentes a su edad. «Sería irresponsable dudar de mí», se defiende. «A los que les extraña mi triunfo sólo les digo que disfruten el momento». «Hay muchos motivos para ganar, no sufrir caídas, ni lesiones, se tienen que alinear las cosas para que todo salga bien», explica. Y entiende su triunfo como el esfuerzo de muchos años «después de veinte temporadas como profesional».

«A mí no me sorprende», afirma Samuel Sánchez. «Él no había corrido ninguna grande este año. Nibali y yo corrimos el Giro y Valverde y Purito, el Tour. Y ya nos ganó una Vuelta al País Vasco a Alejandro [Valverde] y a mí. Horner tiene una manera diferente de entender este deporte», añade. Y es que el estadounidense es especial para casi todo. Prefiere las chocolatinas «Snickers» a las barritas energéticas que comen el resto de sus compañeros. Y una buena hamburguesa con patatas a la pasta. Así celebró su triunfo en el Mirador de Lobeira ante la extrañeza de Fabian Cancellara. Y así recuperaba las energías perdidas durante la carrera en los días de descanso. Una costumbre que no ha perdido desde que llegó a Europa. «Cuando corría con nosotros probaba cualquier cosa que te viera comer, pizzas, bocadillos, lo que fuera», recuerda Matxin.

Quizá sea ésa y no otra la pócima de la eterna juventud. Horner ha superado a Zoetemelk como el más veterano ganador de una gran competición. El holandés ganó el Mundial a los 38 años, y ya había ganado la Vuelta a los 33 y el Tour a los 34. Pero su carrera en la gran competición fue larga. A los 23 años ya había sido segundo en la carrera francesa. Horner ha alimentado su palmarés a partir de los 35 y ahora no quiere despedirse: «Me gustaría correr dos años más». Espera ofertas. «Estoy dispuesto a hablar con todos los equipos Pro Tour. El mayor problema es mi edad. Si tuviera 20 años tendría ya quince ofertas, pero tengo 41», asume. «El equipo que me fiche debe buscar victorias a corto plazo. Pero psicológicamente estoy bien, tengo la autoestima muy alta. Si las piernas siguen con las mismas sensaciones que hoy, quiero continuar», advierte. «Creo que voy a correr para siempre», dice. Horner no se acaba nunca.

Matthews se impone en Cibeles

La fiesta en Madrid acabó con el primer esprint puro de la carrera. Y, donde muchos esperaban a Tyler Farrar, apareció Michael Matthews. El australiano se impuso con relativa comodidad al estadounidense. Matthews, que ya había ganado en la meta del Lago de Sanabria, ha sido el único velocista capaz de hacerse ver en una prueba pensada para escaladores. Ninguno de los grandes esprinters ha querido exponerse en una carrera que no les ofrecía demasiadas oportunidades. Madrid acabó siendo la única verdadera. Maximiliano Richeze, el argentino del Lampre, que ya sorprendió al ser segundo en dos etapas, no pudo meterse en la pelea por el triunfo definitivo y fue quinto en la última meta de Cibeles.