El mejor CR7 apunta a Milán

Con 51 goles marcados, la Champions es su gran objetivo

Había algo de preocupación en el madridismo cuando vieron que tras el descanso Cristiano Ronaldo no saltaba al césped de Riazor. Enseguida el Real Madrid tranquilizó asegurando que era más por precaución que por otra cosa. Ni la Liga ni el Pichichi eran ya posibles y todo el club se puso a pensar en el partido final, en el choque contra el Atlético.

Los periodistas le preguntaron cómo estaba al pasar por la zona mixta del estadio gallego. Sin pararse, un CR7 sonriente, con el pulgar hacia arriba, les contestó: «¿No vieron el partido? Bien, todo bien». Ningún problema, pese al pisotón que se llevó de Arribas en la primera parte y que hizo que Zidane decidiese no arriesgar más en una segunda parte que ya no valía para nada.

Antes, cuando todavía se mantenía la esperanza, Cristiano fue de los más convencidos del Madrid. Hizo dos goles y mandó dos balones a los palos. Los tantos los celebró con la efusividad habitual; las pelotas que dieron en los postes le provocaron una desesperación que parecía que le iba la vida. Más que la Liga, que ya estaba perdida, lo que le motivaba era la posibilidad de cazar a Luis Suárez en el Pichichi, pero cuando se vio que eso tampoco iba a ser posible, se decidió parar.

Hace dos temporadas la gran duda del Madrid antes de la final de Lisboa era si Ronaldo iba a estar listo para el partido. Jugó, pero lo hizo mermado porque ese año llegó sin fuelle al final. En cambio, parece en mucho mejor forma física ahora. Ha jugado mucho en Liga, pero la puesta a punto que tuvo en enero, como el resto de la plantilla, y el parón obligado por la lesión que sufrió hace poco han ayudado a que afronte el último partido del curso a tope.

Él sabe que durante gran parte de la temporada se dudó de él, de su capacidad y se echó de menos la regularidad con la que hacía goles. Pero también sabe que en los últimos momentos, en los decisivos, ha vuelto a ser el que era. Un jugador letal.