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Del Nido: Bandera blanca con una única condición

Del Nido, devastado personalmente, entrega el Sevilla a cambio de que sus hijos puedan continuar en nómina

Del Nido, ayer, abraza a uno de los simpatizantes que lo vitorearon en su despedida del club, motivada por una condena por corrupción
Del Nido, ayer, abraza a uno de los simpatizantes que lo vitorearon en su despedida del club, motivada por una condena por corrupciónlarazon

«Si hubiera sabido que el Supremo ratificaría mi condena, habría dimitido mucho antes. Siempre me consideré inocente, me equivoqué», ha afirmado en la rueda de prensa de su dimisión como presidente del Sevilla.

Fue un adiós desbordante de emotividad. José María del Nido eligió la vía sevillana para despedirse, en el sentido pleno de la palabra: sentimentalismo, golpes de pecho, una visión barroca de la vida, tridentina, que entronca directamente con la Contrarreforma. También dual: el ex presidente del Sevilla se mostró orgulloso por sus muchos logros pero también pidió «disculpas» por no haber dimitido cuando fue condenado en primera instancia. «Si hubiese sabido que iba a pasar esto» lo habría hecho; mintió, pues en diciembre de 2011 admitió que fueron sus abogados los que le aconsejaron seguir y, de hecho, su primer argumento para alegar contra el ingreso inminente en prisión que solicitaba la Fiscalía fue el arraigo y proyección que tenía en virtud de su cargo.

También quiso, puro tic personalista, dejar atado un futuro próximo que está escrito en un sentido opuesto. Pidió con vehemencia la continuidad de Manuel Vizcaíno, exigió a todos los empleados «que trabajéis como hasta ahora porque mi sombra va a seguir en vuestro cogote» y sugirió al resto de grandes accionistas del club que mantengan intacta «una estructura preparada para que el Sevilla siga adelante» a la que, eso sí, se reincorporará José María Cruz, dimitido hace un año pero llamado por el propio Del Nido para pilotar la transición. Él será el hombre clave, mucho más que un Pepe Castro, presidente interino hasta que la junta general de accionistas y el consejo de administración que de ella dimane lo refrende dentro de diez días, al que despachó en las menciones con brutal gelidez.

El acto se preparó con minuciosidad para tratar de escenificar un imposible: que el Sevilla sin Del Nido seguirá su curso como si él estuviese. Dos centenares de fieles lo vitoreaban en la sala acallando las voces discrepantes de un número similar de aficionados congregados fuera para solicitar la salida de «los corruptos» del Sevilla. Pero la cara es el espejo del alma y, pese a su proverbial gallardía, a Del Nido se le reflejaba en la expresión el infierno por el que está pasando, en el que se zambulló voluntariamente por su apetito desaforado de dinero, de acuerdo, aunque una cosa no quita la otra. Circunspecto, con la voz quebrada e interrumpido en un par de ocasiones por sus propios sollozos, Del Nido acertó a decir que «todo lo que tenía que hacer en el Sevilla lo he hecho ya. Mi prioridad es mi familia».

Es cierto. A partir de ahora, se va a dedicar «a trabajar para conservar la libertad mediante todos los mecanismos legales que tiene cualquier ciudadano a su alcance», incluida una petición de indulto que no prosperará al esperarle otro juicio por corrupción en el mismo Ayuntamiento de Marbella. En el Sevilla, no participará «ni en la decisión de cambiar un rollo de papel higiénico en los servicios». De eso lo ha convencido su amigo Cruz para aceptar hacerse cargo del gobierno de la entidad. Se aparta del poder para siempre a cambio de que sus dos hijos mayores puedan seguir en sus respectivos cargos de consejero y responsable de una de las áreas administrativas. «Mis hijos ejercerán en el Sevilla la función que le encomiende el próximo presidente».

Aunque los accionistas de referencia aún habrán de deliberar, con el ya presidente Pepe Castro entre ellos, todos se muestran favorables al desembarco de Cruz, una persona de probada capacidad y rectitud que prefiere el segundo plano a la figuración. El ejecutivo, cuyo único obstáculo para dar el paso son las resistencias internas que pueda encontrar, ya prepara su vuelta en detalles tan puntuales como algún puesto en el consejo de administración. «Como vuelva a poner el pie en el club, no le va a temblar el pulso. No va a cometer otra vez el error de asumir una forma de llevar al Sevilla que no le guste», dice un antiguo dirigente que ha participado en las últimas semanas en mil conciliábulos.