Sevilla
Gladiador Falcao
Un gol del colombiano, precedido por una mano de Mario Suárez, dio el triunfo al Atlético en la guerra de Nervión. Otro gran partido de Courtois
Los Sevilla-Atlético son partidos sin poesía, sin exquisiteces, sin un juego espectacular, pero reúnen otros alicientes dada la rivalidad entre sevillanos y madrileños. Intensidad, pelea, fútbol sin contemplaciones y muchos nervios. Con Emery y Simeone compitiendo por ver quién es el que más aspavientos hace y salta más en la zona técnica, los jugadores se convierten en soldados para ofrecer un combate casi digno del circo romano.
Son los gladiadores en busca de la fama. Y allí aparecen, embadurnados para la guerra, Diego Costa, Falcao, Botía, Cala o Rakitic. Ellos fueron los primeros en romper las hostilidades, en sacar los codos a paseo y en calentar un partido al que no hace falta meter en el microondas porque el fuego de la rivalidad viene de lejos. Además, cuando el guardián del orden –ayer González González– no se atreve a mostrar una tarjeta a Rakitic (min 2), uno se teme lo peor, aunque, al final, la sangre casi nunca llega al río.
De la primera parte poco hay que llevarse a la mesa del «gourmet». No hubo «delicatessen». A lo sumo un par de acciones por bando para constatar que también había fútbol. Falcao y Mario dieron un susto a Beto nada más comenzar, que tuvo respuesta en un disparo de Negredo a la media vuelta. Otra acción del colombiano, que leyó mal la jugada, y un tiro de Reyes fueron lo más llamativo del primer asalto.
Al Sevilla, con cinco defensas, ya que Coke y Alberto doblaron las bandas por delante de Cala y Navarro, no le fue muy bien. Se tapaba Emery ante Diego Costa y Falcao, pero no encontraba profundidad ni salida por bandas. Rakitic era el que ponía orden y Kondogbia no pasaba de ser un ayudante de juego corto y poca imaginación cuando se desplegaba, lo que motivaba que Mario Suárez y Gabi, ayudados por Koke y C. Rodríguez, más trabajadores que imaginativos o creadores, controlaran en el centro del campo a un Sevilla que tenía la pelota como el que tiene un Ferrari y no tiene carné de conducir.
Coke comenzó muy pronto las hostilidades en el segundo asalto. Su cabezazo (min 48) obligó a Courtois a meter una mano de cuidado para evitar el primer tanto. Respondió el Atlético con un contragolpe de Diego Costa que estropeó Falcao. Seguía sin haber fútbol de calidad; todo era cuestión de fuerza sin que nadie, pese a que Navas se había entonado, pusiera mesura en el trato con el balón.
Llegó el «show» de Diego Costa. La tarjeta al brasileño, el amago de tángana... Simeone metió a Raúl García y Adrián (impresentable Diego Costa al retirarse) y el partido no cambiaba de argumentos. Los buscó Emery con Perotti por el desaparecido Reyes y le puso el cuadro andaluz un poco más de velocidad porque quiere ir a Europa. El Atlético se refugiaba en su fortaleza defensiva hasta que Falcao se encontró un gol a falta de quince minutos. La acción debió ser invalidada por mano de Mario Suárez antes del centro de Adrián y el posterior disparo de Raúl García, que aprovechó el colombiano para marcar y darle a su equipo los tres puntos, aunque en el arreón final el Sevilla obligó a lucirse a Courtois en acciones de Perotti, Rakitic y Navas. Y el sábado, el derbi en el Calderón. Pero ésa es otra guerra.
Diego Costa se pierde el derbi
Diego Costa tuvo un pequeño encontronazo con Kondogbia y vio una dolorosa tarjeta amarilla. Tan dolorosa como extraña, ya que en esa acción no parecía haber nada, aunque sí la de después, cuando fingió una agresión de Cala en medio de una tángana. La amonestación impide al brasileño jugar el sábado contra el Real Madrid. Temiéndose lo peor, Simeone cambió a Diego Costa y el Sánchez Pizjuán le dedicó una sonora pitada. Se encaró con el público y lanzó una botella de agua al suelo de mala manera.
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