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Ronaldo derriba a un gigante
El Real Madrid alcanza por séptimo año consecutivo las semifinales tras un partido tremendo frente a un Bayern enorme. El portugués fue decisivo y la expulsión de Vidal, clave.
El Real Madrid alcanza por séptimo año consecutivo las semifinales tras un partido tremendo frente a un Bayern de gran categoría. El portugués fue decisivo y la expulsión de Vidal, clave.
Son estos tiempos de partidos de fútbol todos los días, a casi todas horas, de cualquier competición o país. Partidos y partidos. Pero no hay encuentros como el de ayer, como en el que se marcaron el Bayern y el Madrid, durante 120 minutos, sin descansos, sin paz ni rehenes. Un choque a muerte, elegante, entre dos clásicos como cuando se despidió Xabi, rival, entre los aplausos de una afición agradecida. Pero sin ceder un metro. Al rival, ni agua y menos si es el Bayern de Ribèry y Robben, de Alaba y Lahm o Lewandowski, un equipo tremendo, con tanto fútbol como carácter, que no se rindió ni con uno menos. Para vencer al Bayern hay que pelear, hay que sufrir. Para vencer al Bayern, digámoslo ya, hay que tener a Cristiano Ronaldo.
Fue el delantero portugués quien empató en un momento crítico y fue él quien en la prórroga, fue tirando al rival a la cuneta, gol a gol, con un esfuerzo inolvidable por su parte y el resto del equipo. Porque si algo sabía el Madrid era que, pese al resultado de la ida, le iba a tocar sufrir, mostrar su parte más competitiva, la que no falla en estos choques. Se puede dudar de algunas cosas del equipo de Zidane de esta temporada, pero no de que en los días claves va a plantar cara, va a ser temible. No por nada, es el rey de esta competición.
Fue un partido tremendo, un continuo sube y baja, que se reflejó sobre todo en Casemiro, con muchos despistes al principio, bien más tarde en las coberturas; mal en el penalti y bien en el pase a Ronaldo, para el empate del Madrid. Dio tiempo a que pasase de todo porque ninguno de los dos equipos regateó el esfuerzo o especuló. Hubo ocasiones, goles, jugadas polémicas, goles en fuera de juego y una expulsión. Todo lo que se le pide a unos cuartos de final de la Champions, una delicia para el espectador.
El Bayern utilizó sus mejores armas para empezar fuerte: balones a las bandas, con los laterales como centrocampistas. Cuando tienes a un futbolista como Robben tienes que utilizarlo. Marcelo estuvo como nunca atrás para tapar al holandés al que se le acaba el pelo, pero no la energía. Casi todos los movimientos tácticos de Zidane consistieron en intentar tapar la bandas, que los laterales blancos no estuviesen en desventaja o que la presencia de un madridista en ese lado obligara a ser prudentes a los carrileros del Bayern. Pasó veinte minutos muy atrás el Madrid, pero se fue haciendo con el campo, con la calma de Isco, la personalidad de Carvajal y las llegadas de Kroos, que durante la primera mitad tuvo tres ocasiones para sentenciar el partido, pero no pudo. Todavía no era el turno de CR7, sin duda el héroe de esta eliminatoria. Había que esperar. Porque la primera parte dejó sin aire a los espectadores, golpe a golpe, los jugadores liberados de instrucciones, al galope, hermoso. Pero terminó sin goles.
Todo pasó después, tras el descanso. El Bayern se fue adelante y Robben, quién si no, forzó el penalti de Casemiro.
Tiró Lewandowski y no Vidal, como en la ida, y marcó. El Bayern vio la puerta abierta y el Madrid intentó pensar que no pasaba nada. Zidane fue moviendo piezas puso a Ronaldo de delantero centro y desde ahí, como en Múnich, fue decantando la eliminatoria.
Su primer gol tenía que haber dejado tocado al Bayern, pero el Madrid no supo defender el tanto. La tensión era heladora y Vidal, que jugó todo el partido pasado de revoluciones, llegó tarde a un regate de Asensio. El Madrid vio el partido cuesta abajo y Ronaldo se dio una fiesta, a la que se juntaron Marcelo y al final, Asensio.
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