Selección Española

¡Sí, yo estuve allí!

En Innsbruck, Johannesburgo y Kiev fui testigo directo de los grandes triunfos de la Selección española en su cuatrienio prodigioso. Nunca podré olvidarlo, me siento un privilegiado y por eso lo cuento

La Selección celebra la consecución de la Eurocopa de 2012. Era el tercer gran título consecutivo del equipo español
La Selección celebra la consecución de la Eurocopa de 2012. Era el tercer gran título consecutivo del equipo españollarazon

En Innsbruck, Johannesburgo y Kiev fui testigo directo de los grandes triunfos de la Selección española en su cuatrienio prodigioso. Nunca podré olvidarlo, me siento un privilegiado y por eso lo cuento.

Todo empezó en Innsbruck (Austria) una tarde templada del 10 de junio de 2008, ¡y yo estuve allí! La capital del Tirol, en el valle del Eno y rodeada de montañas impresionantes, fue uno de los lugares favoritos de Carlos I y su presencia –con sus reminiscencias españolas– está presente en todas partes. Quizá por eso, la selección española estuvo cómoda en el Tivoli New Stadium. Apenas admite 17.000 espectadores, pero para la Eurocopa de 2008 fue adaptado, temporalmente, para 30.000. No hubo lleno, pero casi. España y Rusia debutaban en el torneo. Más españoles que rusos en las gradas, pero sin apabullar. «Rusia» en ruso suena algo así como «ro-ssi-lla», y algunos españoles parecían entender «Casillas», entonces portero de la Selección. España arrasó a nuestros verdugos del domingo pasado por un contundente 4-1, con «hat-trick» de Villa, otro gol de Cesc y un recital de un genio llamado Xavi Hernández, aunque el entrenador Luis Aragonés, se quejó de que no habían movido el balón lo suficiente. Aquella noche, mientras los aficionados españoles emprendían el regreso, había felicidad, pero muy pocos sospecharon que habían asistido al nacimiento de una leyenda. Yo tampoco.
En 1990, Nelson Mandela, tras salir de la cárcel, pronunció su primer discurso en el First National Bank Stadium de Johannesburgo. Veinte años más tarde fue remodelado para el Mundial de Suráfrica y pasó a llamarse Soccer Stadium. ¡Yo estuve allí! Un 11 de julio de 2010, en una noche gélida del invierno austral, en donde la España del «tiki-taka», dirigida por Vicente del Bosque, soñaba con el título mundial. Enfrente, una Holanda que disputaba su tercera final, tras perder las anteriores. Shakira fue la estrella del espectáculo previo y Mandela, ya anciano, saludó desde el centro del campo. El mayor estadio de África, ahora abandonado, con sus 95.000 localidades ocupadas, estaba dominado por los hinchas holandeses. El naranja tulipán se imponía en las gradas –y en las colas para comprar cervezas– al rojo español. No será fácil olvidar aquella noche africana, en la que nada fue sencillo, pero en la que el gol de Iniesta en la prórroga hizo justicia y España se convirtió en Campeona del Mundo. ¡Yo lo ví! Allí mismo, como la reina Sofía y los entonces Príncipes, y también, entre otros, Ana Botín, Rafael Nadal o Eduardo Zaplana. ¡Y no lo olvidaré!
Y también estuve, ¡soy privilegiado!, una noche de canícula en el Estadio Olimpico de Kiev, el 1 de julio de 2012. Los autobuses de aficionados tenían que abonar mordidas a los agentes –o menos agentes– de tráfico para acercarse al campo. La España del «tiki-taka» se había acostumbrado a ganar y asustaba, aunque el rival, Italia, confiaba en sus habilidades –por llamarlas así– de siempre. Fue casi un paseo militar, un 4-0, con goles de Silva, Jordi Alba, Fernando Torres y Mata, y Casillas tuvo que pedirle al árbitro que no descontara tiempo por respeto al contrario. Fue otra noche mágica, quizá irrepetible, pero que también hizo creer a las generaciones más jóvenes que siempre iba a ser así. Fue el cierre, aunque no lo sabíamos, del cuatrienio prodigioso de una selección española que, entre otras cosas, arrumbó complejos para exhibir –aunque sólo fuera en ciertos momentos– la bandera de España y tararear un himno cojo, porque no tiene letra. Luego, vuelta a la normalidad histórica, grandes esperanzas y batacazos espectaculares, como el del domingo pasado. Pero ¡yo estuve allí!, en casi todos instantes inaprensibles de júbilo y también de orgullo. ¡Nunca podré olvidarlo y sí, soy un privilegiado! Y por eso lo cuento.