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Qatar 2022

La increíble historia de la Copa del Mundo: un perro, un ladrón argentino y el enigma de su fundición

El can Pickles alcanzó el estrellato tras recuperar la Copa del Mundo de 1966 que había sido robada. No fue el único susto: en 1983, desaparecía en Brasil

La rocambolesca historia de la Copa del Mundo
La rocambolesca historia de la Copa del MundoArchivoLa Razón

Llegó el Mundial de Qatar y las selecciones sueñan con lecantar levantar el trofeo más preciado del mundo. Sin embargo, la Copa del Mundo esconde tras de sí una insólita historia en la que la que no faltan los robos, los mitos y el misterio.

La historia de la Copa del Mundo
La historia de la Copa del MundoGraphicnewsLa Razón

La Copa del Mundo es un trofeo de 6,142 kilogramos, 5 de ellos de oro, que se entrega a los ganadores de la Copa Mundial de Fútbol cada cuatro años. Desde el inicio de la Copa Mundial en 1930, se han usado dos trofeos diferentes: el trofeo Jules Rimet de 1930 a 1970, y el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA de 1974 en adelante.

El primer trofeo, nombrado en honor del antiguo presidente de la FIFA Jules Rimet, estaba hecho de plata esterlina enchapada en oro y lapislázuli, representaba a Niké, la diosa griega de la victoria. Brasil ganó el trofeo en propiedad en 1970, haciendo necesaria la creación de un reemplazo. El Trofeo Jules Rimet fue robado en 1983 y tuvo que ser sutituido. El trofeo de reemplazo, la Copa Mundial de la FIFA, fue usado por primera vez en 1974. Está hecho de oro de 18 quilates con una base de malaquita, y representa a dos figuras humanas sosteniendo la Tierra.

La historia de los Mundiales está repleta de anécdotas y entre ella destacan los “robos” no solo sobre el césped sino en las vitrinas. La desaparición de la Copa del Mundo en dos ocasiones ocupan unas de las páginas más curiosas de esa historia.

Un perro con más olfato que la policía

En 1966, el trofeo Jules Rimet, con el que se premiaba a la selección campeona del mundo, fue robado. La policía jamás podría haber recuperado el galardón, de no ser por la ayuda de un perro blanco y negro llamado llamadoPickles. David Corbett paseaba junto a su perro Pickles por las calles del barrio londinense de South Norwood. El can se acercó a un árbol y regresó con algo entre sus fauces, un objeto grande envuelto en periódico. Para sorpresa de Corbett, se trataba de la Copa del Mundo robada. Sin dudarlo ni un momento, acudió a la estación de policía más cercana para entregarla. La rocambolesca y poco verosímil narración de los hechos convirtió por momentos a Corbett y Pickles en sospechosos del robo pero finalmente los investigadores dieron por buena la historia y Pickles se convirtió en héroe nacional.

Todo empezó el 20 de marzo, durante la gira de la Copa del Mundo, que en ese momento se encontraba exhibida en el Westminister Central Hall de Londres. En una maniobra que sigue todavía sin respuestas, el trofeo desapareció en un descuido de los guardias de seguridad. La noticia fue caótica y Scotland Yard empezó una investigación de urgencia. El ladrón contactó poco después con los agentes de la ley, exigiendo 15.000 libras a cambio del objeto sustraído. La policía arrestó con éxito al hombre que esperaba el dinero, aunque este se trataba tan solo de un simple intermediario. La copa seguía sin aparecer y la Federación Inglesa (FA) tomó la precaución de crear una réplica para el torneo por si no aparecía, pero sí lo hizo.

El trofeo fue encontrado, siete días después, envuelto en papel periódico en el fondo de un seto de un jardín suburbano en Beulah Hill, South Norwood, al sur de Londres, por Pickles durante un paseo con su propietario David Corbett.

Cuando la selección de fútbol de Inglaterra ganó el trofeo, como premio Pickles fue invitado al banquete de celebración y se le permitió lamer los platos después del banquete inaugural. Su dueño recogió un premio de 6.000 libras. El ladrón nunca fue atrapado.

“Por entonces, el IRA (Ejército Republicano Irlandés) andaba suelto, así que personalmente, pensé que era una bomba y lo dejé en el suelo. Lo levanté, lo volví a dejar. Entonces, la curiosidad me pudo. Rompí un poco el envoltorio por debajo y había una chapa lisa. Seguí rompiendo alrededor, y aparecieron Brasil, Alemania, Uruguay. Volví a casa corriendo y le dije a mi mujer: ‘¡Creo que he encontrado la Copa Mundial!”, declararía Corbett a los medios.

De sospechosos al estrellato

Su mujer ni se inmutó y, cuando lo presentó en la comisaría más cercana, la reacción fue así de poco entusiasta: “No me parece muy mundialista esta Copa…”. Aun así, a Corbett le quitaron bruscamente la copa y, cuando se confirmó que era auténtica, de pronto se dio cuenta de que estaba en el punto de mira. “Era el sospechoso número uno. ¡Hasta que no estaba sentado en la comisaría de Cannon Row, ni siquiera se me había pasado por la cabeza!”.

Después de unas horas de interrogatorio y de varias semanas incluido en una lista de sospechosos, su nombre quedó fuera de toda sospecha. Y entonces llegó el estrellato: dueño y amo salieron en televisión y acudieron a actos solemnes, amén de recibir una recompensa en efectivo. En cuanto a Pickles, hizo de extra en una películaEl espía de la nariz fría, y le dieron una medalla y comida para perros para un año entero.

Corbett también recuerda que los dos fueron invitados al banquete tras haber ganado Inglaterra el Mundial, y que Pickles fue la estrella de la fiesta, aunque huyó de toda pompa y solemnidad aliviando sus necesidades en las puertas del ascensor del hotel de cinco estrellas.

Pickles, sin embargo tuvo un triste final. Murió en 1967, cuando se estranguló con su correa mientras perseguía a un gato. Fue enterrado en el jardín trasero de la casa de su dueño. No pudo presenciar el siguiente Mundial al que también habían sido invitados.

No fue el único susto

A pesar del susto que generó el robo del trofeo, no fue el único que se dio porque en diciembre de 1983 unos ladrones ingresaron a las instalaciones de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) para hacerse con la copa. El trofeo se encontraba en un gabinete con un frente de cristal antibalas, pero su parte posterior hecha de madera fue abierta con una palanca. Las versiones oficiales sitúan al argentino Juan Carlos Hernández como el cerebro de la operación. Hernández se encargó de fundir el trofeo, que terminó por venderse en lingotes de oro y así terminó la existencia del galardón. Los que integraron la banda de asaltantes terminaron en la cárcel. Sin embargo, el misterio continúa a día de hoy y hay versiones que dudan de que fuera realmente fundido.

De acuerdo con las versiones de la época, se mandó hacer una reproducción del Jules Rimet, que es el actualmente se exhibe en la sede de la Confederación Brasileña de Futbol.

En la actualidad, la Copa del Mundo está guardada con estrictas medidas de seguridad en la sede de la organización, de la que no sale nunca. Las selecciones que ganan los Mundiales se llevan a su país una simple réplica.