Sevilla

Un delincuente, tres vidas

El reo, que ingresará en la cárcel en las próximas horas, es también el máximo artífice de la etapa más venturosa del Sevilla

La Razón
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Detrás del nombre de José María del Nido Benavente, el devastado padre de familia que ha requerido asistencia psicológica para sus tres hijos pequeños (de entre 3 y 5 años) para mitigar el trauma de su encarcelamiento, se esconden varias vidas. La primera, borrada con minuciosidad de las biografías oficiales, nos retrotrae a los años setenta, cuando informaciones de prensa lo señalaban como autor de alguna paliza a militantes de izquierdas en compañía de activistas de Fuerza Nueva; la segunda, la del abogado de poca monta que no halló un lugar más respetable para escalar en la jerarquía socioeconómica que la cueva «Ali Gil» y los cuarenta ladrones marbellíes; y la tercera, la del brillantísimo dirigente deportivo que sacó al Sevilla de una mediocridad casi genética para darle seis títulos en cuatro años, los primeros después de más de medio siglo sin agregar ningún trofeo al palmarés.

Su hoja de servicios en el Sevilla, de hecho, fue lo que lo llevó a mantenerse en el cargo tras su condena en primera instancia, en diciembre de 2012. «Mis asesores me han aconsejado que siga siendo presidente», dijo sin rubor entonces, reconociendo que la estrategia de unir su suerte a la del club era una añagaza de sus abogados que podría dañar, como así admitió luego, la imagen de la entidad. De hecho, no ingresó entonces en prisión, como pidió la Fiscalía Anticorrupción, porque su defensa argumentó que no existía riesgo de fuga debido, entre otras cosas, a sus responsabilidades en el Sevilla.

Cuando el pasado mes de noviembre el Supremo ratificó su condena a siete años de cárcel, Del Nido decidió abandonar el Sevilla y jugar la baza del indulto, para lo cual necesitaba una campaña exprés de blanqueo de su imagen. Contrató a un servicio de prensa que le organizó una gira por diversos medios nacionales en los que el fiero león de antaño apareció como un manso gatito que no merecía ir a prisión porque entendía ser «más útil a la sociedad estando en libertad».

Pero en su infinita soberbia, quizás sea su condición como le ocurría al escorpión de la fábula, Del Nido insistía en su inocencia o, a lo sumo, en haber cometido un único error fatal. Lo rebate un profesor de Filosofía del Derecho: «Este señor ha cometido un delito, no un error. Un error puede ser no pararte en un paso de cebra, pero montar un entramado para saquear un Ayuntamiento... De hecho, esa persistencia en no admitir el delito es otro argumento contra el indulto pues demuestra que no está rehabilitado. Para que un alcohólico se rehabilite, lo primero es que reconozca su alcoholismo. Pues lo mismo ocurre con un delincuente: si no se reconoce como tal, es conveniente que reflexione en la cárcel sobre las consecuencias que acarrea su comportamiento, para que no lo repita».

Salvo en el improbable caso de que prospere su solicitud de indulto, el horizonte penal de Del Nido es más grave que la condena a siete años a la que se enfrenta. Dentro de unos meses, deberá afrontar el juicio por el «caso Fergocon», otro turbio asunto de corrupción en Marbella por el que la Fiscalía le pide una pena de once años de cárcel. O sea, que el Sevilla debe resignarse a pasar definitivamente la página del mejor presidente de su historia... y del que más ha manchado el escudo del club.

Pocas firmas pese a la presión

Más allá de unos centenares de forofos recalcitrantes del Sevilla y de la fauna aún menos recomendable que habita en los palcos, pocos suscribieron la campaña de recogida de firmas en pro del indulto que Del Nido tiene previsto solicitar, aunque para ello deba antes liquidar los 2,7 millones adjuntados a su condena en concepto de responsabilidad civil. Sus allegados no han desfallecido en su intento por recabar apoyos e incluso le han plantado delante el documento de adhesión a futbolistas de los escalafones inferiores del club minutos antes de jugar un partido.