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Había que correr el riesgo

La Razón
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Tranquilidad y buenos alimentos, que decía mi madre. Que no se disparen las alarmas ni las críticas perversas ni los malos humores más allá de lo necesario. Soy la primera que cuando ve a Leo Messi en el suelo doliente pronuncia un «¡ay!» en voz baja y corre a buscar las estampas y las sales.

Generoso

También reconozco que el trato no siempre afable que recibe de su amada Argentina me parece de una injusticia tremenda. Pero entiendo este último gesto del jugador aún cuando el riesgo mayor lo corre el club que le paga, el Barcelona, que debe hacer encaje de bolillos entre la nómina, la AFA, el propio Leo, sus entornos y la presión de todo un país. Lo que está claro es que esa decisión de abandonar la albiceleste y el posterior retorno tras la reflexión iba a tener un precio. Y Messi es generoso. Mucho. Aún cuando le han dado tanta cera en su propia casa, él piensa que debe estar ahí.

Ter Stegen espabila

Con molestias en el pubis y un parte médico del Barcelona que confirmaba esa lesión, el futbolista argentino decidió jugar con su selección asumiendo un riesgo que ya conocía. Lo hizo como los ángeles, marcó un golazo y su acción tuvo el retorno esperado: reconciliación con los de allí e inquietud por su lesión en los de aquí. El club azulgrana entendió tanto que debía dejarle marchar como sabía que era un riesgo hacerlo. Esta es una jugada de comprensión y generosidad a tres bandas. La de la entidad, está fuera de toda duda. Y la de Leo, cumpliendo con su país bastante más que su país con él, también. A ello hay que sumar lo que este jugador ha dado, da y seguirá dando al club que tanto, también y tan bien ama. Hubo que dejarle partir y ahora hay que dejarle descansar. Un jugador único merece un trato excepcional. Esto es así. Y bendito sea.