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Sandra Sánchez, un oro prodigioso en la final de katas

La española número uno del mundo se proclamó campeona olímpica ante la japonesa Kiyou Shimizu

Sandra Sánchez es una sonrisa con un karategui y con una medalla de oro colgada al cuello. En la “final que esperaba todo el mundo”, como la definió la española, ante la japonesa Kiyou Shimizu Sandra ratificó lo que lleva siendo desde 2015: la mejor karateca del mundo en kata. En el estreno y despedida olímpicos del karate, el oro fue para la número uno, para la española.

Las karatecas que se han repartido todos los títulos en los últimos cuatro años se desafiaron desde la fase de grupos. Ambas lideraron la clasificación con autoridad y alcanzaron la final con la misma puntuación: 27,86 puntos. Sandra compareció primero en la final. Su kata, “Chatanyara Kushanku”, fue el mismo que la japonesa. Los ocho jueces puntúan un 70 por ciento el nivel técnico y un 30 el nivel atlético. El kata de Sandra fue intachable. Con la misma combinación de movimientos que la hizo campeona del mundo en Madrid, Sandra no cometió un solo error. El control de cada uno de los gestos, un salto perfecto, una mezcla de potencia y agilidad extremas.

Las karatecas que se han repartido todos los títulos en los últimos cuatro años se desafiaron desde la fase de grupos. Ambas lideraron la clasificación con autoridad y alcanzaron la final con la misma puntuación. Los 27,86 puntos que dictaron a la española y la japonesa los jueces.

La trayectoria de Sandra hasta llegar a Tokio da para una serie de las buenas. Con cuatro años renegaba de las clases de baile a las que le apuntaron sus padres. Ella lo único que quería era estar con su hermano Paco. Así empezó con el karate en Talavera de la Reina y su evolución la llevó al CAR, pero con 20 años decidió abandonarlo para estar con su madre, a la que diagnosticaron un cáncer. Se fue a vivir a Australia donde dio clases de karate a niños e incluso jugó como lateral derecho en un equipo de fútbol medio profesional. Luego llegó una etapa en Dubai, donde estuvo dos años y con 33 fue llamada por la selección. Cuando algunos ya están de retirada, Sandra comenzó a ganarlo todo. Llegaron títulos Europeos, Mundiales y ahora el oro olímpico. Ella no guarda rencor a nadie como relataba en LA RAZÓN. “El éxito ha llegado cuando tenía que llegar, estuve veinte años perdiendo y no es fácil. Vives cosas que te hacen ser como eres y todo se alineó para que llegara en este momento. Quizás más joven no lo hubiera conseguido porque no entreno con la cabeza o la madurez de ahora. Es como la recompensa a muchas cosas porque se puede entrenar mucho, sacrificar muchas cosas y aún así no llegas. Es bonito vivir este momento con naturalidad. Sé que he conseguido algo importante, pero la vida continúa”.

Ella considera el camino hasta Tokio “un regalo”. Su frase favorita antes de los Juegos era “no te canses de intentarlo y convertirás lo imposible en una realidad”. Y en la ruta hasta el oro hay un personaje clave, su marido y seleccionador nacional Jesús del Moral. “He aprendido a conocerme a través de él. Cuando empiezo a entrenar con Jesús viajamos a Japón, cogemos muchos conceptos, los mezclamos y añadimos cosas nuestras. Creamos un nuevo sistema de entrenamiento y la suma de todo es el ‘‘click’'. Es lo que hace que dé ese salto de nivel”, comenta. Aquel viaje supuso una nueva forma de entender su disciplina. “Aprendí a sacar el máximo rendimiento a mi cuerpo. Un maestro de Japón, Inoke, que era un visionario y un adelantado nos cambió el concepto. No te corregía una cosa, te hacía practicar de manera que tu cuerpo aprendía a corregir ese error”, relata.

Para Sara su disciplina, el kata “se puede definir como una serie de técnicas preestablecidas donde estás haciendo un combate imaginario. Pero ésa es su definición formal. Los árbitros evalúan la fuerza, la velocidad, la potencia, el equilibrio. Para mí es algo más, es magia. Cuando decimos que el karate es un arte marcial, tiene esa parte de arte, y el arte tiene que transmitir, sepa o no de karate, quien lo vea se tiene que emocionar. Aunque no sepa bien lo que estás haciendo, cuando se hace bien y desde el corazón la gente te dice: «Joer... Se te pone la carne de gallina». Pues para mí eso es un kata”.

Sara durmió bien, se despertó antes de lo habitual y lo primero que hizo fue felicitar a Jesús del Moral por su quinto aniversario de casados. Luego superó el grupo de clasificación con autoridad, regresó a la Villa, comió, desconectó un poco y se proclamó campeona olímpica. Y no paró de sonreír.