Río 2016
La emoción de la abanderada
«El récord del mundo de los 200 libre me lo quitarán tarde o temprano, pero la emoción de haber sido abanderada en Río, no», confiesa Federica Pellegrini, la sonrisa eterna de la natación italiana. «Fede», que cumplió los 28 el mismo día de la ceremonia inaugural, se ha marcado estos Juegos como los últimos, y lo hace con un calendario centrado en su prueba, esos 200 libre que comenzó a nadar ayer. «Son los Juegos más relajados para mí. No tengo nada que perder, no llego con el mejor tiempo, no tengo nada que demostrar», asegura. Para empezar, ya consiguió llevar a la final del 4x100 al relevo italiano. Fueron sextas, pero ella terminó orgullosa por pisar una final que el equipo de su país no alcanzaba desde los Juegos de Sidney.
Al fin y al cabo, para ella la natación sigue siendo el deporte que comenzó a practicar ilusionada cuando tenía cinco años. Sólo un año se apartó de la piscina, cuando a los siete decidió probar con la gimnasia artística, pero se dio cuenta de que aquello no era lo suyo. Su vida estaba en el agua y no le importaba comer en el coche porque no había tiempo para más mientras su padre la llevaba del colegio al entrenamiento. Tampoco le importaba levantarse poco después de las cinco de la mañana para completar la primera tanda de entrenamientos antes de ir a la escuela. Ella había aprendido la disciplina en su casa, con su padre, que fue paracaidista del Ejército.
Ahora, sin exigencias, la piscina le permite disfrutar de lo que más le gusta. Pero nada podrá hacerla tan feliz como ese momento en que encabezó a la delegación italiana a la entrada de Maracaná. Aunque no tuviera muy claro cómo debía llevar la bandera. «No sabía qué hacer con ella, así que comencé a ondearla», dice.
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