Debut

Llegó en patera y ha estado a punto de ganar al campeón del mundo de boxeo

El primer combate de Francis Ngannou ("el Depredador"), que de niño trabajaba en las minas de Camerún, ya es parte de la épica de este deporte

Francis Ngannou ,deportista camerunés y francés de artes marciales mixtas.
Francis Ngannou ,deportista camerunés y francés de artes marciales mixtas.AFP

Nadie daba un duro por él. Las apuestas anticipaban un desastre total y los expertos del gremio se habían encargado de caldear el ambiente. En sus crónicas, se mofaban de que Francis Ngannou (Baté, Camerún, 1986) se atreviera a pelear contra el invicto campeón del mundo de peso pesado, Tyson Fury, en su debut en el boxeo. «El combate del morbo y de la farsa», titulaban. Aquel 28 de octubre en Riad, la capital de Arabia Saudí, nada salió como se esperaba. O, en realidad, todo fue exactamente como debía. Porque si algo ha demostrado Ngannou, alias «el Depredador», en su carrera y en su vida es que la rendición ni la contempla.

Jero García, ex boxeador y entrenador nacional, fue el encargado de retransmitir aquel combate ya mítico para DAZN: «Fue flipante. La pelea empezó normal, con Fury bien. Como a mí me llega el audio directo del ring, cuando se puso a soltar puñetazos Ngannou miré a mi compañero y le dije: ‘‘¿Pero qué es esto? ¡Cómo suenan los golpes de este tipo!’’ Y no me equivoqué porque en el segundo o tercer asalto lo sentó de culo del golpe que le pegó. A partir de ahí el combate cambió de color. Lo que pensábamos que iba a ser una pantomima, un paseo triunfal de Tyson Fury, fue la gran sorpresa del año. Fue muy, muy igualado».

A Jero aún se le nota un tono de emoción en la voz tres semanas después de unos de los combates de la década. Aunque los jueces dieron la victoria a Tyson, para él el ganador fue el camerunés. «Para mí, ese combate lo ganó Ngannou. Por poco, pero lo ganó. Yo le habría dado ocho de los doce asaltos. Es verdad que hay diversidad de opiniones. Algunos creen incluso que el combate fue nulo porque serían seis asaltos para cada uno».

Solo el hecho de que exista esa controversia demuestra la hazaña de Ngannou. Es como si Michael Jordan después de dejar la NBA «casi» hubiera ganado el Masters de Augusta. Criado en un pequeño pueblo de Camerún, desde los nueve años se afanó en las minas de sal para ayudar en casa. Su espectacular musculatura comenzó a esculpirse desde ahí, pero este tipo no trata solo de potencia. Hay algo que le sale de dentro. Un hambre que Jero considera la clave de su éxito y que, en su caso, es una entre un millón. «Lo especial de Ngannou es su historia de superación. Creo que lo importante es el luchador, no la disciplina. Si tienes un peleador dentro, con un buen entrenamiento vas a ganar. Es lo que le pasa a él, que tiene un león dentro. Es un chaval al que su entrenador encontró en las calles de París. Ha cruzado desiertos y países de manera ilegal para buscarse la vida y dar de comer a su familia. Este no sabe rendirse».

La determinación de este ex campeón de artes marciales mixtas le llevó a los 20 años a tomar el camino más difícil para conseguir el sueño de convertirse en luchador. Él mismo ha declarado al diario «The Guardian» que todavía le persiguen las imágenes de aquel viaje del infierno. Una ruta en la que si se caía del camión de los contrabandistas o se gripaba el motor en pleno desierto, era hombre muerto. Los esqueletos humanos que entreveía en las dunas daban fe de ello. «Te quieres convencer a ti mismo de que todo lo que viviste fue una pesadilla, que no fue algo real. No quieres arrastrar tanta carga, tanto trauma y tantas cicatrices durante toda la vida», confesó «el Depredador».

El periplo de Ngannou hace 17 años es calcado al de cientos de miles de ilegales que cruzan el Estrecho hasta las costas de España pagando millonadas a las mafias. En su caso, hicieron falta siete intentos hasta que logró pisar suelo español. Y todo ello con el pánico que le daba el agua porque no sabía nadar. Después de un año en nuestro país, y gracias a que no hay acuerdo de deportación automática con Camerún, terminó en la calle y puso rumbo a Francia. Vivió en un garaje que entonces le pareció «un hotel de cinco estrellas» tras el maltrato sufrido en Marruecos y comenzó a frecuentar los gimnasios de la capital francesa.

Francis Ngannou, 1,93 de altura y 122 kilos de peso, debutó en la liga de las artes marciales mixtas en 2015 y en 2021 se convirtió en el rey de la modalidad de peso pesado en el UFC (Ultimate Fighting Championship),. «En esta lucha vale todo. Pegarte en el suelo, puñetazos, rodillas, codazos... Pero está completamente reglado, eh, aunque suene muy bruto. Es una disciplina que en EE UU causa furor, es brutal», explica Jero. Además del rugido de león, este ex boxeador cree que el camerunés tiene un tipo de pegada que le hace un rival temible. «Es complicado encontrar a gente así. Tiene una pegada extraordinaria y algo muy difícil en los pesos pesados, donde el golpe es muy contundente, y es que te pega mientras le pegas tú. Eso es peligrosísimo. Y luego está su decisión de ser el mejor, claro. Es un valiente».

La admiración por este deportista africano que ahora vive en Las Vegas trasciende a los aficionados a la lucha. Es un referente para miles de inmigrantes subsaharianos que pelean en Europa por salir adelante. Tanto es así que en Francia trataron de organizar manifestaciones callejeras para reivindicar la victoria de su ídolo contra Tyson Fury. Aquella noche del 28 de octubre varios gimnasios de París reunieron a sus púgiles para ver en directo una pelea que ya es parte de la épica de este deporte. Lo que estaba en juego no solo era el cinturón de campeón, había mucho más. Francis Ngannou publicó en su Instagram una fotografía tras la pelea en Riad en la que aparece con sus familiares y una bandera de Camerún detrás sobre la frase «ha sido más que un combate y lo hemos ganado todo».