Entrevista

Patricia Cazón: «En lo básico, en que a ellas las manden a fregar, no hemos avanzado»

Publica «Las mujeres salmón», un libro que habla de mujeres que cambiaron la historia del deporte en España a contracorriente

Patricia Cazón: «En lo básico, en que a ellas las manden a fregar, no hemos avanzado»
Patricia CazónJesús Orihuela

Patricia Cazón (Zotes del Páramo, León, 1980) quería recoger testimonios diferentes para componer un «puzle completo» que no se limitara a la mujer en el deporte, «un puzle de la mujer en general». Porque la panorámica que componen los testimonios de las deportistas que hablan en «Las mujeres salmón», (Editorial Debate) pueden ser los testimonios de cualquier mujer de antes y de ahora. Podría ser el testimonio de Patricia por su trabajo como cronista del Atlético en el diario «As».

¿Cuánto queda por avanzar?

Muchísimo. El último capítulo, el del C.D. La Pedraja yo quería que fuera una imagen de cuánto se ha hecho y cuánto queda. Y no hay nada mejor que unos niños, todavía inocentes y todavía muy alejados de los patrones sociales de los adultos y, en cambio, están marcados ya. Me llamó la atención que a ellas ya no las ponen de porteras ni de árbitras. Ya pueden jugar y ya pueden ser uno más. La segunda cosa que me llamó la atención es que ellas ya pueden elegir y ponerse un nombre de mujer en la espalda de la camiseta, porque Virginia Torrecilla en su momento no sabía que había equipos sólo de mujeres. Y eso me llamó mucho la atención porque lo de Virginia es 40 años después del partido en Boetticher de Rafa Muga [el primer partido de fútbol femenino que se organizó en España]. Es que me parece increíble. En eso sí que creo que por fin se avanza. Pero en lo básico, que es que a ellas no las manden a fregar, todavía no. Y eso forma parte de la educación.

No hay mucha diferencia entre eso y lo que tenía que escuchar Aitana Bonmatí y otras campeonas del mundo cuando jugaba con niños, el «¿cómo te va a quitar la pelota una niña?».

Eso también lo cuenta Conchi Amancio y lo cuenta María Teresa Andreu. Si es que 60 años después seguimos igual. Que yo creo que cada vez se está atajando más, con más ejemplos en los medios. Por eso es tan importante que las mujeres ocupen los informativos, las portadas de los periódicos, que se hable de ellas, que se escriban libros como éste, porque sólo así, bajo mi punto de vista, se conseguirá derribar el mayor muro, que es el de la educación.

¿Está más lejos de la igualdad el fútbol que otros deportes?

Quizá es el techo más grande, más alto y más grueso. Por lo menos ya se le ha dado el primer picotazo. Rafa Muga, Conchi Amancio, me parece superinteresante la historia de Amelia del Castillo, creo que entre todos componen esa lucha en ese deporte que ha sido tan brutal. En otros hay un ejemplo que derriba muros y va todo más rodado. En cambio, en el fútbol Rafa Muga organiza el primer partido en Boetticher en 1970 y en 2010 Virginia Torrecilla no sabía que había equipos sólo para mujeres. Creo que ha sido la batalla más dura..

¿Qué historia de todas le ha llegado más?

La de Blanca Fernández Ochoa. Este libro tiene las raíces en una serie de entrevistas que me mandó Alfredo Relaño en 2018 a las pioneras del deporte, una por disciplina. En fútbol era Conchi Amancio, en vela era Theresa Zabell, estaba Mercedes Coghen, había más mujeres de las que luego he elegido para el libro, porque yo quería elegir testimonios que contaran una historia común. Y entrevisté a Blanca Fernández Ochoa, que a mí me encantaba cuando era pequeña. Yo soy de la generación que creció con Olga Viza en Barcelona 92, y con Arantxa, Blanca y Conchita en televisión. Eran las que llenaban todo y las que te decían «hay mujeres en sitios en donde sólo están los hombres». Blanca me encantaba y me gustó mucho la entrevista, la hice por teléfono, estuvimos una hora y pico hablando y falleció meses después. Creo que fue la última entrevista en profundidad que se le hizo. Yo quería que la historia de Blanca no faltara en el libro y llamé a Lola [su hermana], que me parece una mujer impresionante, es increíble. Quedé con Lola en una cafetería de Pozuelo, estábamos sentadas en una terraza y se dejó de oír hasta el ruido de los coches, yo la estaba escuchando y se me caían las lágrimas. Creo que por el impacto del testimonio, por su serenidad, por su fortaleza, por lo importante de su mensaje. Porque quiero que este libro hable de deporte, pero de todo más allá del deporte, de la importancia de la salud mental en el deportista. Yo siempre recuerdo una entrevista que le hice a Pedro García Aguado que decía que cuando se retiró e iba a buscar trabajo se preguntaba ¿tú qué sabes hacer? Lo solos que están los deportistas, Montse Puche, Tania Lamarca... Tania tenía 18 años cuando terminó su primera vida. Me pareció tan importante todo eso, como una revelación. Me pasó también cuando fui a entrevistar a Virginia Torrecilla, toda la historia es durísima. Y su entereza, aunque en algún momento se le caían las lágrimas, y decía: «yo cuento todo esto y no quiero dar pena. Al contrario, que te puedes levantar». Y yo pensaba es que esta chica en el Mundial de Francia de 2019 era la gran futbolista de la selección, no era Alexia. El icono de esa selección. Y en dos años, fíjate. Me parece durísimo. Y una persona que no conocía y que me quedé prendada de ella es Sandra Sánchez. Son dos historias muy duras la de Blanca y la de Virginia, también la de Carla Suárez, por el contenido de lo que te cuentan. Y la historia de Sandra comienza con una cosa muy dura, que es el cáncer de su madre, por eso ella tiene que abandonar la Blume. Me parece una injusticia que le cerraran las puertas de la Blume por eso. Y la vuelta al mundo que tiene que dar siendo la mejor karateca de la historia en katas. Se va a trabajar a un Decathlon, se va a Australia, empieza entrenando con el que ahora es su marido en clases en las que podíamos haber estado nosotros con ella, se va a Japón pagándoselo todo. Me parece una historia tan brutal de perseverancia, de lucha. Pero todas tienen algo. Es increíble las cosas que te cuentan. Cuando España gana el Mundial de fútbol y cuando escucho a las jugadoras pedir sólo más medios pensaba en Miriam Blasco, la primera medalla olímpica y primera de oro en unos Juegos de verano de una mujer en España, que decía «las becas Ado lo cambiaron todo porque nos dieron más medios». Con Miriam Blasco también, estábamos en la cafetería del Congreso y se dejó de oír todo. Ella tenía el sentimiento de culpa de que su entrenador se había matado con la moto que ella le había regalado a su marido. Me decía: «¿tú sabes el tiempo que tardé yo en arrancarme esa culpa?». Me parece increíble. Otra de las historias que me impactó mucho fue la de Alba Palacios [futbolista trans], porque ella ha tenido que luchar dos veces.

Hay protagonistas que han muerto en el proceso del libro. ¿Cómo se siente eso?

A mí me da mucha pena. Cuando Relaño me encargó esas entrevistas la primera que hice fue a Carmen Valero. Una mujer seria pero supercercana. Me da mucha pena que haya fallecido sin ver el libro. Y con Pepa Senante, igual. Pepa era como las abuelitas de los cuentos que siempre tienen las manos calientes y te dan un bollo y huelen a polvos de talco, una de esas sensaciones de la infancia, que es la patria. Era supersimpática, supercercana, supertierna. Cuando planteé el libro una de las historias que quería contar era la de Pepa, pero como conozco a Miguel Ángel Calleja, su hijo [periodista de Movistar +], quería contar la historia de Pepa desde su punto de vista pero también desde el punto de vista de su hijo, que es periodista deportivo. Por un lado la importancia que le daba en su casa y por otro la importancia que descubrió que tenía a lo largo de los años. Me parecía curioso. Entrevisté a Pepa y luego entrevisté a Miguel Ángel y todavía no me había puesto a escribir el capítulo de él cuando de repente un día cojo el teléfono y me dice que su madre ha muerto. Lo introduje en el libro porque para mí fue un impacto. Había hablado con él hacía dos semanas y de repente había que poner en pasado todos los verbos que estaban muy lejos de estar en pasado. .

Ese capítulo es muy revelador de cómo ellas aceptaban como natural no tener los mismos medios que los hombres.

Llevaban la ropa que le sobraba a la selección masculina, se tenían que lavar ellas la ropa, pero decía «yo no me sentía discriminada», porque ellas confundían la discriminación con el insulto y eso me parecía muy revelador.

¿A usted también le han mandado a fregar?

Si quiere abro mi Twitter y le echa un ojo. Es increíble. Lo que más me llama la atención es que es gente muy joven. Yo no suelo contestar, insultarme a mí es como predicar en el desierto, no contesto a nadie porque las cosas vienen de gente que se esconde en Twitter. Pero una vez, no sé por qué, a un chico le contesté. Le dije «¿tú eres consciente de lo que me estás diciendo? ¿Y tus padres?». Y me dijo «es que yo no tengo padres. Mis padres fallecieron. Tenía 14 años, o eso me dijo. Y me parece muy duro. Lo de las redes sociales lo abordo también con Danae [Boronat] y con Amaya Valdemoro. Es terrible, porque el insulto que antes tenías sólo en las gradas ahora lo llevas en el bolsillo y te persigue todo el tiempo. Es injusto y como no hay filtro es una lapidación constante. Y en el mundo del periodismo es verdad que yo soy afortunada porque cuando yo llegué ya había habido muchas que habían abierto camino, no soy de esas que han tenido que luchar de verdad. Lo que cuenta Paloma del Río de que fue un señor y le tocó las tetas, yo no he sufrido eso. Pero sí recuerdo una vez cuando me iban a contratar, iba a entrar en un determinado puesto en el periódico, que un compañero me dijo «si de mí hubiera dependido la elección, no te hubiera elegido a ti porque las mujeres sois problemas». Y pienso que ahora a la persona que me lo dijo ni siquiera se le pasaría por la cabeza.

Sigue habiendo prejuicios cuando una mujer como usted escribe las crónicas del Atlético en un periódico deportivo o narra un partido.

Se va abriendo ese camino. Por eso es tan importante la figura de Alicia Arévalo, la narradora de Televisión Española. ¿Qué pasa? Que no estáis acostumbrados. Es que hay una mujer narrando un partido de fútbol. Bueno, ¿y qué? Igual que cuando los hombres cuentan el deporte femenino. Si la igualdad es que una mujer pueda hablar de deporte masculino y un hombre pueda hablar de deporte femenino. Porque ¿cuántos hombres hay hablando de deporte femenino? Muy pocos. ¿Por qué el deporte femenino lo tiene que hacer una mujer? La igualdad también es eso y eso lo aborda Relaño en su capítulo. Es poco a poco ir derribando muros y lo más importante es que las mujeres ocupen portadas, pero que no sea un día, que no sean titulares grandes y negritas un día y al otro se olviden. Tengo que hacer un experimento con los becarios, que a muchos les pregunto quién es Extremoduro y no lo saben y tengo que preguntar a cuántas grandes heroínas de nuestro deporte conocen, porque a mí me parece impensable que alguien no conozca a Mireia Belmonte, que alguien se pueda olvidar de ella, igual que de Carolina o Sandra. Tengo la sensación de que los éxitos de las mujeres se olvidan muy pronto. Todo el mundo sabe quién fue Manolo Santana, pero casi nadie se acuerda de quién fue Lili Álvarez, Mari Paz Corominas, que era coetánea de Ángel Nieto y de Manolo Santana, y fue la primera finalista olímpica, Carmen Valero. Esa gente que marcó el camino de baldosas amarillas del Mago de Oz. Y desde los medios tenemos esa responsabilidad.

¿Qué importancia puede tener el «caso Rubiales» en este proceso hacia la igualdad?

Estaba terminando el libro cuando pasó todo lo de la selección femenina y escribí a Ana Muñoz y a Irene Lozano, porque lo que ellas me habían contado estaba pasando. Los modos del machismo, el paternalismo ese asqueroso de decir «¿cómo voy a ser yo machista si tengo dos hijas?» Cuando Rubiales decía «no voy a dimitir, no voy a dimitir», tenía las palabras de Ana Muñoz en la cabeza, cuando me decía que todas las Federaciones respetaban las cuotas femeninas en las directivas menos la de fútbol. A Irene Lozano cuando me decía «yo veía a gente entrar en mi despacho y se me sentaban y me decían como “ay, la niña, te voy a explicar”, y pensé mucho en ellas dos porque lo que ellas me habían contado es lo que estaba pasando. Pensaba en Carmen Valero cuando iba a las reuniones de atletismo y le decían «es que vosotras sois unas culonas y unas pechugonas». O en Rafa Muga cuando un presidente de una federación territorial le preguntaba ¿es verdad que corren en pantalón corto? Para mí fue muy duro que no se les dejara disfrutar de algo tan bonito porque a la selección masculina sí se le dejó disfrutar. Pero creo que esa victoria, esa parte del Mundial, es más importante que la del campo. Un año antes quince dijeron que no eran convocables si no cambiaban las cosas y no sé si hubieran cambiado las cosas si no hubiera pasado eso. Pero gracias a cosas así y a la entereza de Jenni [Hermoso] se avanza. Si no hubiera sido por eso el Mundial hubiera durado dos días. Ha durado más pero no hablando de ellas ni del gol de Olga Carmona.