Tour de Francia

Ciclismo

Pinot, el favorito que no quería ganar el Tour de Francia

Thibaut Pinot
Thibaut Pinotlarazon

Thibaut Pinot engaña. Ahora, cuando se sube a la bicicleta es decidido, ciclista aguerrido y atacante. De los que gustan. Es una transformación. Él, en realidad, cuando se quita el maillot y el casco no es así. Los pedales sacan su lado más salvaje pero después, en las distancias cortas es chico tímido. Introvertido. El joven que nunca quiso ganar el Tour de Francia y al que ahora todos señalan como la gran esperanza francesa para devolver la ronda gala a su país más de tres décadas después de que lo consiguiese Bernard Hinault.

Él ya lo ve en lo más alto del cajón de los Campos Elíseos. “Me encantaría que lo lograse, aunque eso suponga que la gente ya no me recuerde como el último francés en ganarlo en 1985”. Pero Pinot, tranquilo prefiere ir paso a paso. Él es así. “De los que suben las escaleras de una en una. Necesita saber por dónde pisa”, dice de él su manager Marc Madiot, el hombre que mejor le conoce y que le ha hecho como ciclista en el Groupama-FDJ que nunca ha dejado de creer en él. Más incluso que el propio Thibaut en sí mismo.

No es de extrañar. Pinot es un ciclista débil. Su carrera siempre ha estado marcada por los contratiempos. Primero fueron los descensos, que le bloqueaban por el miedo que sentía a las carretera cuesta abajo. Pavor. Se bloqueaba y lo único que hacía era tocar el freno, torpe. Así se le fueron varios Tours después de conseguir ser tercero en el del 2014 que ganó Vincenzo Nibali. Tuvo que emplearse duro, contratar a un especialista en descensos y tirarse con él por la carretera helada en invierno del Alpe d’Huez. Lo superó. De ese frío, después le vino una neumonía que lo tumbó en el Giro del pasado año. Se retiró cuando iba tercero en la penúltima etapa. El Tour también le ha visto echar el pie a tierra antes de tiempo en tres ocasiones por fiebre y anginas.

Todo eso le llevó a sufrir incluso un principio de depresión. Pero de todo se sale. La luz que ahora brilla en el Tour le ilumina a él, gran protagonista en los Pirineos con su triunfo en el Tourmalet y sus ataques en Foix. Ha recuperado el tiempo que perdió en los abanicos de Albi y ya está a 1’50’’ de Alaphilippe. Pero esos focos que tanto se centran en él no le gustan.

Pinot adora la bici, la libertad de pedalear y el ciclismo, pero no todo lo que le rodea. Toda esa expectación que ha generado y que se transforma en que todas las miradas estén pendientes de él. “Mi carácter no está hecho para el Tour”, dice. Lo suyo es cuidar de sus ovejas y vacas que tiene en la granja donde vive. “Ocuparme de ellos me relaja, lo necesito”. Eso sí que es vida. “El ciclismo es un paréntesis y el Tour no es mi obsesión. Me gusta mi vida tal y como la llevo ahora. Es la vida que soñé y sé que si gano el Tour no volveré a tenerla. El francés que vuelva a conquistarlo será una estrella. ¿Quiero serlo yo?”, se pregunta, y él mismo encuentra la respuesta y la pronuncias en voz alta. “No”.

Pero Marc Madiot, a su lado siempre, sabe que éste es la gran oportunidad de Pinot, el hombre más fuerte de la montaña escalada en el Tour. Paso a paso. O escalera a escalera. “Hay que protegerle y decirle las cosas con suavidad”, como por ejemplo, que puede ganar este Tour de Francia. “Mi único rival soy yo mismo”, dice él. Ya se atreve a soñar, porque sabe donde pisa. Subiendo las escaleras de una en una se lo ha encontrado. “Algún día se alinearán todos los planetas y...”.